lunes, 19 de agosto de 2024

NICOLA LAGIOIA. LA FEROCIDAD.

  Aunque este libro es anterior a La Ciudad de los Vivos, los he leído al revés. Es decir, en el orden correcto. Si los hubiera leído en el temporal quizá me hubiera perdido la obra maestra de la Ciudad de los Vivos y el terrible crimen que perpetraron dos jóvenes de familias adineradas en Roma. Éste también se puede considerar una buena novela, basada en hechos reales: la disección de una familia en Bari, la ciudad donde nació el autor. Padre y madre con tres hijos y otro, el pequeño, fruto de una relación extramatrimonial del él.

  Lo primero que se nota es que el autor sabe de esto de hacer novelas. Y lo sabe al modo clásico: se mete en cada mente, en cada rincón, en cada pliegue de los personajes. Cuenta cada detalle, cada registro, cada pormenor del padre constructor de éxito pero que las tiene que ver con las autoridades, como todo el mundo. Nunca como ahora es tan difícil construir, paradójicamente: uno se las tiene que ver con concejalías celosas de los miles de reglamentos, de oficinas de patrimonio, con jueces maleables, con contrincantes envidiosos, etc.

   Este libro ganó el premio Strega en el 2014. Hay una escena en la que el hijo mayor les reprocha a sus padres el que no hayan impuestos reglas al menor; Michele: “La libertad era una proclamación vacía, un animal muerto en cuyos intestinos engrosaba sus filas un ejército de larvas”. Así se las gasta Lagioia.

   Tengo un familiar cercano que se dedica a la rehabilitación de edificios. Tiene muchos trabajadores y más problemas. Algunas veces los lleva colgados de las ojeras o en la comisura de la boca. Así, el padre: “Hacía días que su padre se quejaba de un retraso en un pago importante. El rostro sombrío, la boca una macabra hendidura”.

  En la sobrecubierta se dice más de La ciudad de los vivos que de ésta, por algo será. No obstante, como he dicho, ésta se deja leer bien y me ha deparado momentos de gran placer de lectura en este verano caluroso.

  Volveremos a Lagioia.

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