martes, 28 de noviembre de 2017

CUENTOS DE MUJERES. CARLOS GALLEGO BRIZUELA.





   Este libro me lo ha regalado Carlos, un amigo del blog de Antonio Muñoz Molina. Carlos es una persona absolutamente generosa, y no porque regale sus libros (que, como él mismo nos dijo, estaban en un baúl olvidado en algún rincón), sino porque ayuda a todos los que tiene a su alrededor de manera efectiva (se nota que es un buen abogado) y desinteresada. Le he visto en persona en una ocasión y se puede comprobar enseguida que no desmerece su perfil de las redes sociales, su personalidad digamos virtual. Es ameno, divertido, desprendido, cercano y polemista: un perfecto amigo si no viviera un poco lejos.
  El libro es de esas ediciones, de finales de los setenta y principios de los ochenta, que hace uno mismo asumiendo todos los gastos. Se compone de cuatro cuentos que en diferentes años presentó a concursos de instituciones, ganando algunos de ellos. Los cuentos son monólogos de mujeres no muy acordes, no muy contentas y satisfechas con el mundo que les ha tocado vivir. Hay un reproche ante su destino, la mayoría de las veces cerca ya del final. Tiene un estilo seco, castellano. Dicen que el clima, el paisaje, une a los artistas. Carlos parece estar influenciado por todo esto. Así, uno, leyéndole, no puede dejar de recordar al gran maestro Delibes, y en concreto a su “Cinco horas con Mario”.
  El título de los cuatro cuentos son Sonia, Este débil eslabón de mi cadena, Este inútil recurso del recuerdo y Confidencias testamentarias.
  El mismo autor avisa en el prólogo que hay algunos elementos anacrónicos para los lectores de hoy: “no me compares cualquier calle de Londres con una de Pekín, por ejemplo, los ingleses con su incomparable estilo, con su gabardina burberrys, y los chinos con su mono hecho de serie”. Bueno eso quedó atrás. Ahora los chinos son los costureros del mundo; y hacen moda.
  Dicen también que en todo lo que se escribe habita el autor. Y Carlos se ve que es un delicioso consumidor de belleza: “Gracia de Mónaco, una mujer que lo es todo, guapa, elegante, que fue una gran actriz, y mira las mujeres de los jefes comunistas, porque actrices, así, guapas, no tienen, que son trullos, que parecen cargamentos de grasa y sebo, y si no por qué el mundo admira a Gracia de Mónaco y ni se fija en las comunistas gordas, y entonces Miguel se enfadaba muchísimo y decía que así está el mundo”. Por cierto, aquí también se vislumbra que no le gustan los comunistas. Por cierto, en la política de ahora también pasa algo parecido: las mujeres de izquierda son, por lo general más feas que las de las derechas.
  Unos buenos ratos echados leyendo estos cuentos de un amigo de Valladolid. Abogado y, sobre todo, buena persona.
  La portada es un detalle de un cuadro de Henri Fantin-Latour, del museo dÓrsay.

domingo, 12 de noviembre de 2017

ISABEL SOLER. LOS MARES NÁUFRAGOS.




  Buscando cosas de “náufragos” y en concreto, de “Los náufragos de las Auckland” de Raynal, supe de este libro de Isabel Soler. Acabo de terminarlo y me ha parecido sobresaliente. Es la autora profesora de literatura y cultura portuguesa en la Universidad de Barcelona y traductora del portugués. De hecho este libro es en esencia la traducción que Gomes de Brito reunió en la obra clásica Historia trágico-marítima en torno a los naufragios de los siglos XVI y XVII. Colabora en revistas literarias y es autora también de otro libro que no tardará en caer: El nudo y la esfera.
  El mundo se ensancha y se enriquece por los viajes comerciales. Al principio sin grandes conocimientos de navegación; sin cartas marítimas. Pero se va perfeccionando con el tiempo, a costa de desastres: “Sin embargo, junto a la aventura, el exotismo y la riqueza, el viaje ultramarino también está constituido por desapariciones y silencios, dramas humanos olvidados o escuchados con asombro y consternación. El viaje es, en definitiva, la experiencia de una realidad oceánica vivida con gran sacrificio, la Historia trágico-marítima se encargará de recoger la parte más dramática de la historia del viaje marítimo portugués”.
  Todas estas cosas tenían un gran interés en la época –en esta también- “Se explica así el enorme interés que suscitaban las crónicas de naufragios; tanto que llegaron a asemejarse a lo que hoy llamaríamos literatura de consumo, dada su amplia divulgación y facilidad de circulación”. Sánchez Ostiz en el prólogo repasa las obras contemporáneas que han pasado al acervo de la literatura de naufragios: Melville, Defoe, Verne…
  Todas las naves han de tener un capitán y todos los capitanes han de ser obedecidos por los miembros de la tripulación. Por supuesto otros hombres tienen cometidos importantes y deben saber hacer bien su trabajo. Cuando algún eslabón falla –también hay veces que las circunstancias obligan- la tragedia aparece. “Un miércoles por la tarde, llevando el viento en la popa y bonanza, algunos miraron hacia el agua y vieron que era muy verde y pastosa, y enseguida avisaron que estábamos cerca de unos bajos. Pero como estas cosas y otras semejantes eran responsabilidad del piloto, y veíamos que él las veía y se callaba, pensamos que no sería nada y que por la noche viraríamos”. Este párrafo lo he señalado especialmente porque ilustra muy bien cómo en ocasiones históricas algunos saben que van a la deriva pero “como el piloto sabía y callaba” todos piensan que así debe ser. Y luego vienen los desastres y los asombros.
  Un libro donde uno disfruta leyendo las desgracias de unos grandes hombres aventureros en los que por suerte, para nosotros, algunos vivieron para contarlo.

viernes, 3 de noviembre de 2017

LOS SENDEROS DEL MAR. UN VIAJE A PIE. MARÍA BELMONTE.




  En este libro se nombra, varias veces y siempre para bien , el libro de Bill Bryson “Una breve historia de casi todo”. En este de María Belmonte, Los senderos del mar, caben historias de casi todo pero siempre relacionadas con el mar, el gran protagonista. El camino que traza para hablarnos de su tierra (nació en Bilbao pero vive en Barcelona) va desde la costa vasco francesa hasta el extremos noroeste de la península. Viaja a pie pero no siempre e interrumpe el camino cuando le parece. No importa, es sumamente absorbente y dan unas ganas locas de emular su viaje. Una de las cosas que cuenta al principio es la historia del castillo de Abbadía, cerca de los acantilados de Jaizquivel, no muy lejos de San Sebastián que yo vi desde lejos estando en el Ejército en el año 85-86. Ya sabía por un artículo buenísimo de Ander Izaguirre pero ahora me han entrado unas ganas enormes de visitarlo. “Abbadie –el dueño, viajero, estudioso y explorador y rico- exploró durante más de diez años Etiopía, entonces territorio ignoto para Occidente, y como fruto de sus viajes publicó numerosas obras geográficas y cartográficas e incluso un diccionario de la lengua amhárica que sería utilizado por Rimbaud”. “También aprendimos los tres consejos del romántico Antonie d´Abbadie para introducirse en tribus consideradas especialmente peligrosas: ir descalzo, desarmado y aprender a decir en su lengua “vengo a respirar el aire de vuestras montañas”.
  Aparte del mar en este libro se hace un canto amoroso al caminar. “La alegría del viajero”, esos momentos en los que, cansado, el caminante aguarda una bien merecida cerveza mientras toma las notas de la jornada al amor de un buen fuego. Otros momentos de felicidad diferentes sobrevienen durante la marcha prolongada, cuando respiración, músculos y mente se acompasan y funcionan al unísono…”. “El paso a paso, suspiro a suspiro del caminante llevando todo a la espalda, es un conjunto de gestos tan antiguo que conlleva una profunda alegría para el cuerpo o la mente”.
  Se cuentan muchas anécdotas interesantes de historia y se habla, como no, de libros. Al parecer esta escritora de dos libros y traductora de unos cuantos más (ya soy fan) es una lectora voraz. “El viaje a los Pirineos” de Víctor Hugo. En la época de las guerras napoleónicas, con siete u ocho años, Hugo pasó un mes de verano en Bayona mientras aguardaba un convoy que le llevaría, junto a su madre y sus dos hermanos, hasta Madrid, donde se reunirían con su padre, soldado de Napoleón”. Cuenta recuerdos felices de su infancia en Biarritz o en la misma Bayona. Habla mucho y bien de la histpria del surf, y del surf en Hawái “El intercambio cultural resultó nefasto para los hawaianos, que en el plazo de treinta años vieron cómo desaparecía su forma de vida milenaria arrasada por la cultura de decadencia, laboriosidad y religión que misioneros, comerciantes, truhanes y oportunistas de todo tipo llevaron a Hawái”.
  Editado en la fabulosa editorial Acantilado es una gozada de lectura. Ameno y donde siempre se tiene la sensación de que aprendes mientras lees. A la cola de la lista de salida su “Peregrinos de la belleza”, viajeros por Grecia e Italia.
  “Sudamos y lloramos agua de mar”.