martes, 31 de marzo de 2009

La Casa Lis


Visita a Casa Lis de Salamanca. Un museo bellísimo donde se equilibra tanto el continente, con sus espectaculares vidrieras y sus salones de cristal, como el contenido: con piezas de Art Déco y Art Nouveau. Lámparas, muebles, muñecas, figuras, joyas, pinturas. El arte de la belleza por la belleza misma.
Cuando salimos y nos enfrentamos al paisaje deslumbrante de la ribera del Tormes, nos queda un regusto extraño. Como cuando se visitan los lugares comunes de nuestra infancia. Hay algo de terror sosegado en la contemplación de esas muñecas de porcelana. Unas muñecas que ya no pertenecen a este mundo y que no se imaginan para la función que fueron creadas. Las niñas que jugaron con esas muñecas se hicieron viejas y murieron.
Sí queda, en cambio, una impresión inolvidable de la pintura de Salomé de Federico Beltrán Massés. Una Salomé moderna, estilizada, de ojos felinos. Compro su postal y la guardo entre mis tesoros. Más parece haber salido de un cuento embriagador de las mil y una noches contado por una princesa oriental en una playa Ibicenca.

martes, 24 de marzo de 2009

SYLVIA PLATH


En "El Buda de los Suburbios", Hanif Kureishi, a través de uno de los personajes, instala el nombre de Sylvia Plath entre palabras como; abortos, heroína, prostitución...,La verdad es que muchos críticos han definido su obra como "deprimente". Creo que es el prototipo de la poetisa maldita, enfermiza y con enconados impulsos de autodestrucción. Tantos, que vencieron uno de las fuerzas más poderosas que existen en el ser humano: el de ser madre: abandonó a sus hijos pequeños. Después, introdujo su cabeza en el horno habiendo encendido el gas. Quizá fue demasiado para ella ser artista, esposa y madre, amante –al parecer poco correspondida-: difícil combinación.
Obra a destacar: La Campana de Cristal. Y Ariel; libro de poemas.Murió en 1963; tenía treinta años. Sus hijos, tres y uno.

Hoy se ha sabido que el día 16 de marzo, se ha suicidado su hijo Nicholas Hughes. Quizá los barrotes de la prisión que heredamos de nuestros padres sean más fuertes de lo que se cree. Tenía 47 años.

sábado, 21 de marzo de 2009

ANTONIN ARTAUD.


Antes que cualquier otra cosa –actor, escritor, drogadicto, homosexual, autor de teatro...- Artaud era un enajenado y un loco. Pasó muchos años de su vida en manicomios infectos donde era sometido frecuentemente a sesiones de electroshock.
Estandarte del malditismo francés, Artaud consideraba su vida como un subproducto necesario. “... en un mundo en la que se come todos los días vagina asada con salsa verde, o sexo de recién nacido azotado y encolerizado tal como sale del sexo de su madre...” Este es un párrafo de uno de sus últimos libros “Van Gogh, el suicidio por la sociedad”. Aquí se demuestra el pensamiento singular, su insatisfacción, su exceso y su locura.
Cuando leí hace años el librito de J. Durozoi “Artaud: La Enajenación y la locura”, no hacía más que recordarme a Panero, nuestro poeta encerrado desde hace años en sanatorios psiquiátricos. Incluso me resultan parecidos sus físicos; sus ojos frenéticos, sus mandíbulas prominentes y avejentadas, su delgadez enfermiza. El discurso delirante pero dotado de misterio, de inquietantes verdades...
Como muchos otros, no se sabe a ciencia cierta si en realidad se suicidó o no. El caso es que tenía cáncer y tomaba clorol para mitigar su sufrimiento. Días antes confesó a sus amigos que no quería morir en la cama e incluso les vaticinó su pronta muerte.
El cuatro de marzo de mil novecientos cuarenta y ocho muere en el manicomio “lo que más odio en este mundo es a los psiquiatras”. Aparece sentado en su cama con un zapato en la mano. Tenía cincuenta y dos años.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Todos somos Ibos.


Profesor Donald Horowitz.

“Un ibo puede ser un ibo owerri o un ibo onitsha en la que fue la región oriental de Nigeria; en Lagos es simplemente un ibo; en Londres, un nigeriano; en Nueva York, un africano.”

miércoles, 11 de marzo de 2009


Hay un verano allá en mi adolescencia que recuerdo con cariño. Fuimos a veranear a unas playas desérticas en el sur de España, cerca de Almería. Apenas había casetas cuadradas de una planta y humedales de caña. La orilla era una alfombra de guijarros ardientes, como huevitos de dinosaurio, (qué imagen más potente Gabo) El mar a veces era una lámina de mercurio y otras mostraba su lado más salvaje con olas que nunca he olvidado. Apenas tres o cuatro nos atrevíamos a zambullirnos en aquella mar brava. A veces daba paseos solitarios con los primeros cigarros robados, sintiéndome ya un hombre prematuro.Por las noches comíamos el pescado que mi padre recogía apenas echaba el sedal en aquel bote de juguete. Se llamaban loritos y tenían una carne blanca que sabía a roca marina.Me llevé conmigo algunos libros prestados. He olvidado todos los que leí aquel verano excepto uno: El Viejo y El Mar. A pesar de mi falta de memoria, y sin saber asociar los motivos, recuerdo cada sensación que tuve al leer ese libro, tumbado en aquellos suelos de cemento continuamente regados.Toda la fuerza y la ilusión del viejo por la presa se desvanecen en el camino, para llegar ya rendido a las playas con una raspa de pez espada como único botín. Y acaso Hemingway pintó con esta estampa descarnada la verdad de la vida: que no parece tener lógica con sus esfuerzos y sufrimientos para terminar donde termina; el sin-sentido que todo ello supone.También recuerdo, años más tarde, la lectura de Adiós a las Armas. ¿Hay novela más triste? Tantas vicisitudes para acabar como acaba.Hemingway, vivió intensamente, fue boxeador, tuvo experiencia de guerra como oficial de sanidad, fue corresponsal de guerra, amó a mujeres envidiables, viajó por todo el mundo (pasó largas temporadas en Cuba y en Key West, una islita encantadora, la última de los cayos de Florida, donde pasé dos jornadas inolvidables) , conoció a personajes importantes, en fin, que tuvo la vida que todo el mundo quisiera, y por ello creo que el sufrimiento que experimentaría al saberse portador de un cáncer de piel, le hizo decidirse por un atajo: se pegó un tiro en la boca con una escopeta. Era el año 1961. Tenía sesenta y dos años.

lunes, 9 de marzo de 2009





Desde hacía unos años nos ponían delante un espejo en el que podíamos vernos hermosos, llenos de brillo. Estábamos en la cabecera del mundo disfrutando de los bienes inagotables. Las gentes miraban a sus esplendorosos vecinos y se preguntaban: ¿Y yo, por qué no? La gente iba al banco y el banco proveía para su casa y para su consumo.
Ahora la gente está triste porque el reflejo en el espejo nos ofrece pobreza, fealdad, desasosiego. Y ahora queremos vender los oropeles para ajustarnos a otra realidad pero..., ¡ay! no hay ya nadie que los compre.

jueves, 5 de marzo de 2009

R. Arenas


Como muchos otros, conocí la existencia del poeta y escritor cubano Reinaldo Arenas por la película de Julian Schnabel, protagonizada por Javier Bardem. Así es que, para mí, siempre tendrá su rostro. ¡Qué bien hizo el papel! ¡qué buena película!
Pues con ocasión del revuelo de la película, compré y leí el libro “Antes que anochezca”, que tengo ahora entre las manos. El regusto que me dejó su autobiografía es..., aparte de su talento literario, que lo tiene, es... pensar en qué difícil es para algunos espíritus poder vivir en determinados regímenes políticos, en determinadas épocas, en determinadas sociedades. Un espíritu rebelde, sensible, valiente, comprometido... pero claro, ser disidente y homosexual en Cuba, de unas décadas a esta parte, es tener todas las papeletas para que te caiga cualquier tipo de desgracia.
A mí, aficionado a las biografías y a las memorias, me gustó. Sobre todo por las escenas sórdidas que le tocó vivir. Por leer cómo un carácter como el suyo se “amoldó” y sobrevivió a una sociedad que le era tan ajena.
Nació en una familia campesina y pobre. Colaboró con el régimen al principio pero luego fue considerado un peligro social. Estuvo preso dos años en aquellas cárceles infrahumanas. Estuvo a punto de morir en alguno de sus intentos de evasión. Y al final se exilió a EEUU, Nueva York.
Dentro del libro se pueden contemplar dos fotografías del mismo año en que murió, 1990: en abril y en noviembre. El deterioro físico es notable. Donde en abril se ve a un joven, en noviembre se ve a un ser humano con las mejillas hundidas y la mirada sin brillo, agónico. El siete de diciembre y enfermo de sida, se suicidó en su apartamento con una sobredosis de barbitúricos.
Dejó una carta de despedida en la que decía que él ya había logrado la libertad y que esperaba que, pronto, también la recuperara su amada Cuba. No se imaginaba lo mucho que tendría que esperar. Lo que queda por esperar.
Tenía 47 años.

miércoles, 4 de marzo de 2009

El amor


Obra de Francis Bacon.

Es algo punzante y doloroso el mordisco del deseo sexual. Los seres humanos no podemos pasar sin respirar, comer o dormir pero podemos pasar sin fornicar. Sin embargo el mundo se mueve por esa energía oculta y poderosa. Cuando no se puede satisfacer ese deseo, se sufre de manera cruel y se ven personas vagando por ahí, buscando encuentros como vampiros desesperados buscando sangre. Millones de personas moviéndose como hormigas. Buscando sin descanso.
Camus, en su novela El Extranjero, hace decir a su personaje que en la cárcel, más cruel que la privación de la higiene, el tabaco o la libertad, es la privación del contacto con una mujer.
Los años; los muchos años ayudan a calmar todo eso, pero ¿Eso es bueno? ¿es deseable que se calme el deseo imperioso? ¿es verdad que ocurre eso?
Decía el personaje Balthazar en el Justine de Lawrence Durrel:
“Los espíritus desmembrados por el sexo no alcanzan la paz hasta que la vejez y la impotencia los persuaden de que el silencio y la tranquilidad no tienen nada de hostiles”.

Hace poco veía un programa de tv y le preguntaban a un joven estudiante que iba por la calle cómo veía él el asunto de la educación sexual en los colegios. Respondía con verdadera sencillez y lógica lo siguiente: “Me parece bien a medias. Nos explican todas las funciones y mecanismos. Los órganos, la anatomía, el método y los efectos pero no nos explican cómo gestionar las ganas que tenemos de follar; qué hacer con el deseo”.
Hemos recubierto todo este circo de la biología con mitos, cuentos, novelas y películas de amor. Decimos “el amor es lo más importante de la vida”. Pero ¿no es acaso un truco oscuro de la naturaleza para que consiga perpetuarse la especie?
En “Los Miserables” de Víctor Hugo se dice una frase que siempre recuerdo: “En el amor los humanos ponen la tontería; Dios, el talento”
O Schopenhauer: “El amor, por etéreas e ideales que sean sus apariencias, tiene su raíz en el instinto sexual”
Todo esto lo decía con mucha gracia el ampurdanés Josep Plá, en su fabuloso Cuaderno Gris:
“Lo que entristece a la juventud es la sensualidad. Esto es un asunto terrible.
A veces pienso en la cantidad impresionante de horas perdidas, en estos últimos años, pensando en la fornicación con señoritas vagas, generalmente inconcretas. Pero acaso, sobre este punto, hay una reflexión que hacer: quizás aún hubieran estado más perdidas si las hubiera pasado fornicando con señoritas concretas y tangibles.
La sensualidad, en la juventud, es un asunto inhumano, insoluble, de un aspecto indescriptiblemente grotesco”.
Yo no diría tanto y estaría más bien de acuerdo con Remy de Gourmont quien decía que de todas las aberraciones sexuales, la más singular sea la castidad.
Todos estaremos de acuerdo en que el sexo con amor es una delicia; la más dulce de las delicias pero que también en determinadas fases de la vida puede llegar a ser un tormento.
A veces me gustaría renegar de esta condición sexuada que se nos impone a los humanos por el hecho de serlo, y que es alto el precio que hemos de pagar por ello.
El sexo es el tributo que hemos de pagar para alcanzar la inmortalidad, se nos dice desde el lado científico, pero qué pobre nos parece.
Yo, como decía Woddy Allen, preferiría alcanzar la inmortalidad de una sola forma: no muriendo.