jueves, 25 de junio de 2015

LA VERDADERA HISTORIA DEL HOMBRE ELEFANTE. MICHAEL HOWELL. PETER FORD.





    En la pegatina con la oferta del VIPs donde compré este libro venían dos precios: el de antes, 28 euros, y el de “ahora”, 2,95. Como me gustó mucho la película de David Lynch y el precio era irrisorio me decidí a comprarlo para ver si el libro era capaz de mostrar más detalles de los que mostraba la película. La respuesta es no. El libro se divide en el cuerpo del mismo y en unos apéndices. Esos apéndices son lo principal y para quien no quiera perder más tiempo le diría que lo único. Son los siguientes documentos: La autobiografía de Joseph Merrick, un informe médico aparecido en el British Medical Journal y el opúsculo del médico Frederick Treves, el único que lo trató con cierto cariño. La parte principal de libro está tan basado en estos tres escritos que, se puede decir, es una repetición, una pesada repetición.  Pero a la vez hay una duda, aunque sea diminuta: ¿está mi impresión influenciada por la desvalorización del precio? Quién sabe. En toda obra debe primar una ración generosa de encanto y en ésta parece que le falta.

  Algo salvable, este párrafo:

“Siempre que comentaba sus lecturas, se hacía patente el vació que habían llenado los libros y la realidad que tomaban en su mente. Hablaba de novelas como si se tratara  de relatos de sucesos reales en lugar de narraciones ficticias. Describía tramas como si fueran acontecimientos recientes, reproducía conversaciones con gran lujo de detalles y hablaba de personajes cual si gozaran de vida propia, abordando sus aflicciones y apuros con sincera preocupación. Trayendo los libros a la memoria, llevaba una especie de vida paralela a la suya propia, con la que suplía sus carencias vitales y compensaba en cierta medida su falta de experiencias en el mundo real”.
  Cuán necesitados estamos de afecto. Cuando el Dr. Treves le presentó a una bella viuda, a la que previamente había avisado de sus deformidades, y ésta le sonrió dándole la mano, Joseph Merrick no pudo evitar sollozar. Luego le comentó al Dr. que era la primera vez en su vida que una desconocida le había sonreído. Eso le dio una mayor seguridad y soñó con ingresar en una institución para ciegos para enamorar a una bella invidente. Y es que la esperanza es lo último que se pierde.
Del mismo Dr. Treves: “La transformación no estaba en una fase avanzada: el hombre prevalecía sobre la bestia. Este hecho –que siguiera siendo un ser humano- era el atributo más repelente de la criatura”.

  Yo añadiría que, imaginar seres tan deformes y desgraciados, siendo conscientes de todas sus desgracias, es lo más espantoso; la conciencia y la horrible certeza de espantar a tus semejantes.

sábado, 20 de junio de 2015

EL VIAJREO DEL SIGLO. ANDRÉS NEUMAN.





  Terminada la lectura de El Viajero del Siglo de este joven argentino afincado en España desde hace tiempo, Andrés Neuman. Cuánto me he alegrado de haberme fiado del gusto de un ilustre cobloguero como Dani, de Muñoz Molina. Andrés Neuman se parece al familiar joven y listo de los payasos de la tele. Un fofito lleno de talento y simpático (en la feria del libro de hace un par de semanas, en un puesto donde había muchos libros suyos, la dependienta me contó que era muy amable y que se reía mucho con sus lectores).
  Efectivamente, el comienzo tiene el estilo clásico de una novela del XIX. Uno se imagina que ha sido escrito hace mucho tiempo, en otro siglo, y por un señor mayor, con la pinta de, por ejemplo, un Flaubert. Pero es que está escrito por un muchacho nacido en el 77!!
  Un viajero llega a una pequeña ciudad de Alemania y se hospeda en una pensión. Conoce a la familia que lo regenta. Está de paso, quiere marcharse al día siguiente pero pequeños detalles le hacen ir retrasando la decisión. Se ve envuelto en unas tertulias invitado por un personaje femenino que tiene todo su peso en el libro. Y Neuman hace una de las cosas más difíciles de relatar: conversaciones en cenas con varios comensales; sin utilizar guiones de diálogos, pisándose las palabras unos a otros sin que eso moleste para nada al lector, desplegando ideas sobre la política y la historia más que interesantes. Sólo por este párrafo ya me tiene ganado. ¡Cuántas veces lo habré dicho!:
 “Cuando llegó la gente de Napoleón, te confieso que me sentí raro. Nos habían invadido, sí, pero traían una cultura que admirábamos y unas leyes que deseábamos. ¿Tenía sentido pegar tiros por un estado podrido y medieval? ¿No llevábamos toda la vida siendo independientes sin ser libres?”…”…Lo que más me jodía era ver cómo los curas nos apoyaban, ¡los cabrones estaban aterrorizados de terminar como en Francia! Todavía recuerdo de memoria los catecismos vomitivos que repartían por las parroquias. ¿Quién eres tú, niño? Español por la gracia de Dios. ¿Qué son los franceses? Antiguos cristianos convertidos en herejes. ¿De dónde procede Napoleón? Del pecado. ¿Es pecado matar a un francés? No, padre, matando a uno de esos perros herejes se gana el cielo”.
  “Los que creen que el lugar donde nacieron es su patria, sufren. Los que creen que cualquier lugar podría ser su patria, sufren menos. Y los que saben que ningún lugar será su patria, esos son invulnerables”.
  En el libro también se hace un despliegue de cultura. Como en los grandes clásicos, como en El Quijote, del que también se ensayan cosas de mucho interés. Habla de religión, de política, de traducción, del idioma, del amor, del sexo, de la amista, de la traición y de los dilemas morales que nos aquejan a todos en todos los tiempos.
  También habla de poetas medio olvidados.

Théophile De Viau.

  Sobre la Resurrección

Y llegó el feliz día, si uno cree la historia,
En que el Creador, coronado de gloria,
Venció su propia muerte y derrotó al infierno.
Amigo, si crees eso, ¡ve y que te jo_da un burro!
Al clavarlo teníamos los ojos bien abiertos:
Cuando resucitó, ¡no miraba ninguno!
¿Por qué tanta campana y tanta misa?
¿Pueden acaso revivir al muerto?
Transmitámonos la sabiduría
De que el alma se muere con el cuerpo.


   Una novela para recomendar, para leer en una feliz semana de vacaciones por el centro de Europa, por ejemplo.

miércoles, 10 de junio de 2015

09/06/2015. Tarde de Feria.





  No me planteo para el verano ninguna lectura especial. Tengo mis libros en casilla de salida y así van saliendo, más o menos en orden. A veces tengo tantas ganas de comenzar uno que se salta cualquier turno. Otras veces comienzo la lectura de uno ya veterano y que por cualquier razón no he leído, por ejemplo el de Don Juan de Byron, que me ha dejado un regusto bueno pero mezclado con un ”tardaré  una temporada en leer algo más en verso” (seguramente el Martín Fierro). Pero echándole un vistazo a la línea de salida, éstos son los libros que leeré: Noli me tangere, de José Rizal; La verdadera historia del Hombre elefante, de Peter Ford; El Reloj, de Carlo Levi y La educación Sentimental de Flaubert.
Aparte, ayer por la tarde, debido a un impulso repentino, estuve en la Feria. Tarde fresca y tormentosa. Olor a plantas y a tierra mojada, temperatura agradable, poca gente (de ahí el impulso). Al final salí muy satisfecho porque sólo compré dos ejemplares: Johan Sebastian Bach, escrito por el erudito de la historia de la música Ramón Andrés (gracias por la recomendación), y para mi hija un cómic de fantasía, muy bien ilustrado y escrito por el autor de Juego de Tronos, a ver si de una vez se envicia en esto de la lectura. Me gustan más, por norma general, las personas que leen que las que no.
  Luego, ya casi de noche, bajé por la Cuesta de Moyano para coger el metro y vi un puesto de libros todavía abierto. El hombre ya recogía sus mercancías así que le pedí permiso; él encantado. Charlamos un rato. No tenía nada de lo que pedí pero encontré, por 3 euros, En Ausencia de Blanca, una de las pocas novelas de nuestro anfitrión que aún no tenía, y un librito, ¡por un euro!, de las Memorias de Casanova. Hablamos de Amazón y me recomendó Iberlibro por ser más barato. Y la verdad es que tienen precios imbatibles. Ya no hay excusa para no leer. En el centro me tomé una cerveza, solté dos euros y medio, me pareció caro, pedí una tapa y el camarero se hizo el orejas.

domingo, 7 de junio de 2015

DON JUAN. LORD BYRON.




  Este es uno de los últimos ejemplares que me quedaban sin leer de la estupenda colección que sacó El Mundo hace unos años. ¡Qué pocos libros se ven ahora en los kioscos! Ésta es una edición del año 1999. Siempre me dio pereza emprender su lectura. Una historia contada en cantos, en forma de versos… no me atraía nada, pero siempre, si uno lee lo suficiente, se encontrará a algún autor recomendando algo fervientemente y eso me ocurrió con algún libro leído de Leigh Fermor. Hablaba en alguna parte que la historia recreada por Lord Byron era curiosa, distinta, divertida y asombrosa. Así que me dije: “le daré una oportunidad”.
  Y la verdad es que, después de acostumbrarme a su forma, a esas mayúsculas siempre a principio de cada frase, de cada verso; cuando empecé a entrar en su historia, me empezó a gustar más y más, porque contaba cosas tremendas.
  Es un Don Juan distinto a otros. Como dice Espedi Freire en su prólogo: “A diferencia de otros no es deudor de una herencia católica que culpabilice el deseo, y se olvida sin remordimientos del concepto de pecado de su época y de su religión”.
  Los comienzos de las peripecias de Don Juan se desarrollan, claro, en Sevilla. Primer verso del primer canto: “Busco un héroe, búsqueda poco frecuente Cuando cada año y cada mes se inventa uno Hasta que, tras saturar las revistas con su palique La gente descubre que no era auténtico. No voy a molestarme a ensalzar uno de éstos. Por el contrario, prefiero a Don Juan, nuestro viejo amigo. Todos lo conocemos en la pantomima enviado Al infierno un poco antes de tiempo”.
  Nuestro héroe se va haciendo un mozalbete de mano de su madre Inés; dama ilustrada en ciencias y en letras y enseguida viuda. Don Juan, ya en edad de merecer coquetea con Julia, una jovencita casada con un cincuentón, ay!, “Llevaba años casada con un cincuentón. Hay demasiados maridos así, pero Yo creo que mejor que uno sería Tener dos de veinticinco y, sobre todo, En lugares tan próximos al sol. Y ahora que caigo, mi bien in mente Que hasta las damas de castidad más acrisolada Prefieren un esposo que no llegue a los treinta”. Simpático el muchacho.
  El caso es que comienzan los amoríos, el marido se entera y tiene que irse por piernas para no perder algo más que la vida. Y se embarca y naufraga y está a punto de morir de hambre y de sed y tienen que comer de todo lo que había y se comen al perrito que era de su padre y luego han de hacer cosas aún más horribles y al final llega medio muerto a una isla pequeña de Grecia y es rescatado por una bella del lugar y la historia sigue y sigue. A veces el relato poético deja de lado a los protagonistas y se pierde en disquisiciones casi siempre interesantes. “Es algo lamentable, precaria señal De fragilidad humana, estulticia y hasta maldad, Que el amor y el matrimonio coincidan rara vez Aunque ambos hayan nacido en idénticos parajes. El matrimonio por amor, como el vinagre del vino, Triste, agrio y modesto brebaje, desciende A veces de su eminente sabor celestial Al gusto más rastrero de la casa hogareña”.
  A veces también he estado deseando acabar la lectura (quinientas y pico de páginas) pero no será que el autor no avisa al lector: “Yo no puedo obligarte, lector, a que sigas leyendo: Ésa es tu decisión, no la mía. Un espíritu cabal No ha de adular a la negligencia ni temer sufrirla”.
  En los grandes libros siempre hay que perseverar. Siempre se encuentran al final buenas referencias e imágenes. Cerca del final Byron habla de Cervantes y de su Quijote. “De todas las narraciones es ésta la más triste Porque nos hace sonreír…”. Éste, el Don Juan de Lord Byron,  también. ¿Qué mejor motivo para emprender su lectura aunque sea tarde?