sábado, 20 de junio de 2015

EL VIAJREO DEL SIGLO. ANDRÉS NEUMAN.





  Terminada la lectura de El Viajero del Siglo de este joven argentino afincado en España desde hace tiempo, Andrés Neuman. Cuánto me he alegrado de haberme fiado del gusto de un ilustre cobloguero como Dani, de Muñoz Molina. Andrés Neuman se parece al familiar joven y listo de los payasos de la tele. Un fofito lleno de talento y simpático (en la feria del libro de hace un par de semanas, en un puesto donde había muchos libros suyos, la dependienta me contó que era muy amable y que se reía mucho con sus lectores).
  Efectivamente, el comienzo tiene el estilo clásico de una novela del XIX. Uno se imagina que ha sido escrito hace mucho tiempo, en otro siglo, y por un señor mayor, con la pinta de, por ejemplo, un Flaubert. Pero es que está escrito por un muchacho nacido en el 77!!
  Un viajero llega a una pequeña ciudad de Alemania y se hospeda en una pensión. Conoce a la familia que lo regenta. Está de paso, quiere marcharse al día siguiente pero pequeños detalles le hacen ir retrasando la decisión. Se ve envuelto en unas tertulias invitado por un personaje femenino que tiene todo su peso en el libro. Y Neuman hace una de las cosas más difíciles de relatar: conversaciones en cenas con varios comensales; sin utilizar guiones de diálogos, pisándose las palabras unos a otros sin que eso moleste para nada al lector, desplegando ideas sobre la política y la historia más que interesantes. Sólo por este párrafo ya me tiene ganado. ¡Cuántas veces lo habré dicho!:
 “Cuando llegó la gente de Napoleón, te confieso que me sentí raro. Nos habían invadido, sí, pero traían una cultura que admirábamos y unas leyes que deseábamos. ¿Tenía sentido pegar tiros por un estado podrido y medieval? ¿No llevábamos toda la vida siendo independientes sin ser libres?”…”…Lo que más me jodía era ver cómo los curas nos apoyaban, ¡los cabrones estaban aterrorizados de terminar como en Francia! Todavía recuerdo de memoria los catecismos vomitivos que repartían por las parroquias. ¿Quién eres tú, niño? Español por la gracia de Dios. ¿Qué son los franceses? Antiguos cristianos convertidos en herejes. ¿De dónde procede Napoleón? Del pecado. ¿Es pecado matar a un francés? No, padre, matando a uno de esos perros herejes se gana el cielo”.
  “Los que creen que el lugar donde nacieron es su patria, sufren. Los que creen que cualquier lugar podría ser su patria, sufren menos. Y los que saben que ningún lugar será su patria, esos son invulnerables”.
  En el libro también se hace un despliegue de cultura. Como en los grandes clásicos, como en El Quijote, del que también se ensayan cosas de mucho interés. Habla de religión, de política, de traducción, del idioma, del amor, del sexo, de la amista, de la traición y de los dilemas morales que nos aquejan a todos en todos los tiempos.
  También habla de poetas medio olvidados.

Théophile De Viau.

  Sobre la Resurrección

Y llegó el feliz día, si uno cree la historia,
En que el Creador, coronado de gloria,
Venció su propia muerte y derrotó al infierno.
Amigo, si crees eso, ¡ve y que te jo_da un burro!
Al clavarlo teníamos los ojos bien abiertos:
Cuando resucitó, ¡no miraba ninguno!
¿Por qué tanta campana y tanta misa?
¿Pueden acaso revivir al muerto?
Transmitámonos la sabiduría
De que el alma se muere con el cuerpo.


   Una novela para recomendar, para leer en una feliz semana de vacaciones por el centro de Europa, por ejemplo.

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