lunes, 15 de abril de 2024

SERGIO DEL MOLINO. LOS ALEMANES.

  

  Cuánto siento tener que hacer esta reseña propia de uno de mis escritores preferidos. También lo fue Javier Reverte de quien me gustaban todos sus libros de viajes, sus referencias históricas, sus anécdotas vitales, y sin embargo me dejaban indiferentes sus novelas, casi todas, dos o tres, regaladas por familiares que sabían de mi devoción por él.

  Mientras leía ésta me acordaba de los comentarios elogiosos de sus compañeros del programa La cultureta. Bastante elogiosas como no podía ser de otra manera. Encima siendo premio Alfaguara 2024.No hay que fiarse nunca de los amigos que te quieren.

   En los agradecimientos del final habla de que conoció durante sus investigaciones a un tal Bieger y que le confesó a éste que pensaba escribir una novela sobre el origen de los alemanes que hubieron de huir de Camerún para establecerse en España y añade que “no encontraba el tono ni la forma”. Pues bien, yo creo que al final no logró encontrar una forma efectiva, correcta, para este libro.

   La elección de presentar una serie de personajes que van alternando el relato me parece añadir una confusión más. El lector se pierde en el hilo; o al menos este lector. Más me hubiera gustado que hubiera escrito una novela en cuanto al descubrimiento del tema, sus investigaciones, sus encuentros con descendientes, el tema en sí de “los alemanes”, etc. El querer darle una forma de ficción le ha restado en vez de sumar. El libro, qué pena decirlo, se me ha caído de las manos en varias ocasiones.

  Porque de Sergio del Molino he leído creo yo casi toda su obra, desde la exitosa La España vacía hasta la de El señor González, y en todas he disfrutado mucho. Me ha parecido un escritor hipnótico, que ha sabido conectar con mi gusto completamente. Pero en esta ocasión me ha defraudado mucho.

  Alguna observación melómana salida casi seguro de la cabeza de Rubén Amón: “Y de Schubert para acá, casi nada. Su mundo terminaba en Schubert, el romanticismo puro le interesaba muy poco. Decía que cuando los músicos dejaron de componer para los príncipes y empezaron a pensar en el público, se jodió todo”.

  Y casi al final del libro una entrada del diario del músico austriaco: “Nadie comprende el dolor del otro, y nadie comprende la alegría del otro. Siempre pensamos ir hacia el otro, pero lo único que hacemos es pasar unos al lado de otros. Qué padecimiento para quien se da cuenta de esto".”

  Una observación política que se podría asignar al presente gobierno y su ley de memoria mal llamada democrática: “el pasado se vuelve presente en cuanto lo tocas”. Este gobierno lo ha manoseado. Más adelante y para subrayar esto: “Si no controlas tu pasado, otros lo utilizarán por ti”.

  Sobre los mitos: “los grandes mitos se levantan sobre andamios frágiles. Ahí está como prueba el Vaticano, construido sobre los despojos mortales de un predicador medio chiflado al que crucificaron en un rincón perdido del imperio”. Cuando estuvimos en Roma nuestra guía nos dijo casi en primer término, en los brazos de la columnata que Vaticano viene de vaticinio. Allí los adivinadores por unas monedas te vaticinaban el futuro analizando las tripas de los animales despiezados.

  Sobre el nazismo: yo creo que el nazismo se transmite por la sangre. No es una ideología, es una enfermedad, como la hemofilia o la diabetes. Y creo que la culpa se hereda y que los crímenes de nuestros antepasados son nuestros también”.

  “Qué suerte tenemos los hijos de poder culpar a los padres de todo. De lo que hicieron, pero mucho más de lo que dejaron de hacer”.

  “Habrá unos catorce muertos por cada persona viva. Si planteásemos una batalla, los vivos no tendríamos ninguna posibilidad”.

   A partir de ahora haré como con mi querido Reverte: leeré sus libros de viajes y me saltaré sus novelas.

viernes, 12 de abril de 2024

MANUEL AZAÑA. SANTOS JULIÁ.

   

  En una de mis librerías favoritas encontré esta colección de biografías. Es Bookcenter, en un gran centro comercial. ¿Por qué es de mis favoritas? Porque puedes encontrar sorpresas como estas por poco dinero.

  Este libro me ha gustado especialmente. Había leído hacía poco una historia de España escrita a tres manos y Juliá era uno de ellos. Hace unos años leí sus diarios de guerra y sus memorias. Escribía bien, disfruté mucho con esas lecturas.

  Y qué pena, qué tremenda tragedia. Leer libros sobre este periodo de la historia tan trágico te hace ver las cosas desde varios frentes. Y te descubre cosas nuevas. No sabía que cuando Companys declara la independencia de Cataluña en octubre del 34, dentro de la República española, Azaña estaba en Barcelona. Que le aconsejaron, las autoridades de justicia, que se fuera de allí porque seguramente iban a ir a detenerle (pensaban que estaba conchabado con la Generalitat). Que se escondió en casa de un doctor conocido suyo, que fue a buscarle la policía y que se escondió en la terraza, y que de allí se lo llevaron detenido y estuvo hasta el 28 de diciembre en diferentes buques de la armada. Los indepes ya eran tremendamente desleales con España, y traicioneros, aprovechando la debilidad de la República. Ahora estamos en las mismas. A Sánchez se le va a atravesar la amnistía en la garganta como un sapo venenoso y sólo le van a quedar dos opciones: o escupirlo o tragárselo. Que le pregunten a Fran de la Jungla qué se siente ante el veneno de un sapo: “te sientes morir”. Ayer en el Senado Aragonés explicó  claramente para qué les sirve a ellos la ley: no para la reconciliación y la gobernabilidad, sino como otro paso necesario para la independencia. Si vemos los últimos años hay que creer más a los indepes que al gobierno de Sánchez. Hay algunas diferencias: en el caso de Azaña sí estaba en su programa la amnistía a Companys y cía que habían sido condenados por la justicia de la República a 30 años de prisión.

  Pero hay tantos paralelismos…: Azaña, rodeado de dificultades, declaró: “Antes que la Constitución está la República y antes que la República está la revolución”. Luego, ante las fechorías de los catalanistas, como se les llamaba entonces, tuvo que invertir las prioridades. Tuvo que enarbolar la Constitución para defender a la República. ¡Qué tremenda tragedia! Menos mal que murió enseguida, en un pueblo de Francia, acosado por las nuevas autoridades españolas. Parte de su familia fue detenida en París, trasladada a España, juzgada sumariamente, y sentenciada a muerte poco después. Zugazagoitia, el que fue ministro y periodista, ente ellos, además de Companys.

  De Ortega: “hay que vivir prevenidos contra iconoclastas que pulverizan las viejas imágenes y después se apresuran a ocupar las hornacinas vacías”.

  Se dispone en París a leer a los clásicos e historia de Napoleón y la Revolución francesa: “Es la Revolución francesa la que inventa la idea de patria y el sentimiento que la acompaña”. “La patria es la igualdad de los ciudadanos ante la ley”.

  Azaña sabía lo que se hacía si bien calculó fatal las ondas y las inercias que sus discursos (uno de los mejores oradores de la historia de la política) iban a suponer: hay que conquistar el mando para apoderarse luego de la escuela. Cuando ambas metas se hayan alcanzado podrá iniciarse el camino que coloque a la nación española al nivel del resto de Europa”. Calculó mal que los nacionalismos periféricos pretendían lo mismo sin contar para nada con el resto del país.

  Era un ser humano nacido para hacer política. “La política es un ir haciendo y deshaciendo, con una derivación enorme de la línea ideal; excluye todo profetismo y el amor propio puede llevarle a uno a creerse un profeta desconocido por el ingrato pueblo”.

  En un momento dado a Azaña lo nombran responsable de los asuntos militares: Ministro de Guerra. Y fue uno de los motivos, a mi juicio, que desembocaron en la guerra: una auténtica bomba para el ejército: pase a la reserva de infinidad de militares, destinos forzosos, disolución de las academias militares, supresión de las regiones militares, etc. Todo, en todos los niveles, se hizo demasiado deprisa. En lo militar, en lo religioso, en lo social y en lo agrario.

  Por ponerle algún pero: apenas menciona la revolución de Asturias en el 34. Apenas mienta a José Antonio Primo de Rivera.

  Al final de la guerra Azaña es un cadáver político: “La guerra ha aniquilado mi utilidad política. Me ha inscrito en el cuerpo de los inválidos”.

  Murió medio asfixiado en un pueblecito de Francia, perseguido por las autoridades francesas, alemanas y españolas. Fue para mí un gran hombre de letras que le tocó bailar con la más fea. Un intelectual enfrentado a un choque de masas cósmico. Pero creo que la historia lo está absolviendo. “Mire, Galicia, a lo único que aspiro es a que queden unos cientos de personas en el mundo que den fe de que yo no fui un bandido”. En una de sus últimas entrevistas. Por lo que a mí respecta, me puede contar entre alguno de esos cientos de personas.

  Y tremendo descubrimiento: Azaña murió exhausto, enfermo, consumido. En mi memoria pensé en un hombre mayor: pues bien, ¡¡era más joven que yo ahora!! 1880-1940.

jueves, 4 de abril de 2024

JOSÉ ORTEGA Y GASSET. GOYA.


 

    Creo que ahora es la época de mi vida que más libros compro y a la vez que menos dinero me gasto. Por qué: visito más las librerías de viejo, apenas compro nada nuevo y los que compro los compro en librerías donde se venden ediciones de quiosco que no tuvieron la salida esperada o por lo que sea están ahí rebajados de precio. Así, el otro día vi una colección de Biografías editadas por Penguin a 4,95. Tapa dura, buenos autores, y que me interesaron mucho. Compré las biografías de Carrillo, El Zorro Rojo, de Preston, la de Marañón, de López Vega y la que leo ahora, la de Azaña, por Santos Juliá. Qué gustazo leer, bien escrita, la vida de un personaje que siempre me ha interesado. Porque Azaña fue un intelectual de su época, metido a político, que tuvo que lidiar en muchas y difíciles empresas. Lo primero, enfrentarse a las castas de clérigos y militares, los verdaderos dueños de entonces. Y me dejé allí una biografía de  Buñuel que me está llamando desconsolado.

  Y este librito de Ortega y Gasset que compré el otro día por 3 euros de Goya junto al de Velázquez 3 euros, que publicó en los años sesenta la Revista de Occidente. En realidad son unos apuntes biográficos y de reflexión no sólo en torno a la figura del artista sino también sobre el arte y la situación, deplorable de lo que entonces era España.

  Ortega tiene la autoridad moral y eterna para decir lo que le venga en gana. Faltaría más. Si a alguien de fuera le preguntaran el nombre de un filósofo español moderno apenas sabría decir dos o tres nombres y, uno de ellos, tendría de ser el de Ortega. Pues bien, él era capaz de decir frases como esta: “Ya es sospechoso que no se detengan lo debido ante lo que la obra de Goya hay de absoluta falla, de torpeza manual y mental, de franca estupidez”. Y ómo lo pone de zoquetillo: “Las cartas de Goya son cartas de un ebanista”. Pero sí que reconoce que desde que llega a Madrid y se empieza a tratar con la intelectualidad y alta sociedad (monarquía, ministros, literatos…) comienza realmente a cambiar su obra para bien. “Es sorprendente la coincidencia cronológica –que no todos los historiadores han consignado- entre este cambio de relaciones sociales y la aparición de la gran pintura goyesca”.

martes, 2 de abril de 2024

LUDWIG WITTGENSTEIN. TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS. SOBRE LA CERTEZA.

   Siempre que he escuchado el nombre de Wittgenstein me ha venido a la cabeza algo oscuro, impenetrable, difícil de entender. En el quiosco de prensa donde solía comprar la prensa, lo vi de pasada y me dije que me o ponía como reto. El fracaso ha sido evidente pero ahora puedo decir que he leído a W. y no lo he entendido. Pero esto que suena a frustración no lo es tanto si uno en el prólogo lee que a Bertrand Russell nada menos también le costaba.

  También he pensado que al mismo W. poco le interesaba el saber como tal y más la relación que ha habido entre el lenguaje y la filosofía: “el aprendizaje académico de la historia de la filosofía le pareció una pérdida de tiempo”. “Desconfiar de la gramática es la primera condición para filosofar”. La paradoja.

 

También decía que “por escribir una página de música, habría cambiado quizá todas las de su filosofía”.  En el libraco que tengo de citas célebres sólo rescata dos de este filósofo vienés: “De lo que no se puede resolver no se debe hablar”. Otra de las múltiples variables que he leído de él en este colonoscópico Tractatus. Y “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi propio mundo”.

  Tuvo intentos suicidas. Estuvo viviendo en una cabaña de un fiordo noruego, y de ahí, se dice que escribió sus diarios más bellos. Su padre sí debía haber sido un gran cabroncete. Educó a sus hijos como un negrero. Dos de sus hermanos sí se suicidaron. Él murió de cáncer de próstata en casa de su médico. 1951.

  “En la filosofía no hay más cura que la muerte”. Qué bonito esto. La muerte es la gran resolución de cuestiones tanto cotidianas como primordiales.  Eso lo sabía bien Stalin.

  L.W. repetía en clase una frase de los principios de la mecánica de Hertz: que el objetivo primordial de la filosofía es analizar el lenguaje en el que se formula una cuestión filosófica.

   Del prólogo también: “Amaba la palabra desnuda, el sablazo directo del lenguaje, la precisión matemática y la cromática de la lógica”. Y recuerda también en otra parte para recordar a Kierkegaard: “que en sus ritos y ceremonias las iglesias no hacen más que convertir a Dios en un payaso”.

  “La verdad es la propia búsqueda de la verdad, sin fin”. Una de las frases que más me ha gustado porque estoy al cien por cien de acuerdo.

  Yo creo que toda la obra de Wittgenstein es un grito para reivindicar el silencio. Él defiende que el mecanismo ese del  pensamiento, la palabra, y el decirla no está bien resuelto. El otro día pensaba que quizá, cuando el mundo haya alcanzado una lengua común y certera, precisa, científica, exacta, se acabarán los conflictos. No logramos entendernos.

  “Toda consideración de las cosas es asunto nada más que de palabras, toda pregunta y respuesta es cosa de palabras, no salimos de las palabras”.

  Curiosidad: Alan Turing abandonó las clases de L.W. no sé si por no aguantar su forma de pensar o decir.

  Apenas he subrayado frases propiamente de la obra. Por eso lo del interés del prólogo.

 Estas sí: “El lenguaje disfraza el pensamiento”.

  “La muerte no es un acontecimiento de la vida. No se vive la muerte”. Eso entronca con una frase que repito a menudo: Todos se mueren menos yo. 

 

En el año cincuenta dice que los que dicen que el hombre va a subir a la luna son menos enterados que los que dicen que no va a ser posible. “Si comparamos nuestro sistema de conocimiento con el suyo, es evidente que el suyo es, con mucho, más pobre”. En solo diecinueve años su “certeza” iba a verse seriamente comprometida.

  “El mundo es todo lo que es el caso”. Ahí es ná. No sé, que a lo mejor hubiera hecho un motor innovador o un ventilador revolucionario y gastó el tiempo en ideas voladoras, o… volubles.