jueves, 4 de abril de 2024

JOSÉ ORTEGA Y GASSET. GOYA.


 

    Creo que ahora es la época de mi vida que más libros compro y a la vez que menos dinero me gasto. Por qué: visito más las librerías de viejo, apenas compro nada nuevo y los que compro los compro en librerías donde se venden ediciones de quiosco que no tuvieron la salida esperada o por lo que sea están ahí rebajados de precio. Así, el otro día vi una colección de Biografías editadas por Penguin a 4,95. Tapa dura, buenos autores, y que me interesaron mucho. Compré las biografías de Carrillo, El Zorro Rojo, de Preston, la de Marañón, de López Vega y la que leo ahora, la de Azaña, por Santos Juliá. Qué gustazo leer, bien escrita, la vida de un personaje que siempre me ha interesado. Porque Azaña fue un intelectual de su época, metido a político, que tuvo que lidiar en muchas y difíciles empresas. Lo primero, enfrentarse a las castas de clérigos y militares, los verdaderos dueños de entonces. Y me dejé allí una biografía de  Buñuel que me está llamando desconsolado.

  Y este librito de Ortega y Gasset que compré el otro día por 3 euros de Goya junto al de Velázquez 3 euros, que publicó en los años sesenta la Revista de Occidente. En realidad son unos apuntes biográficos y de reflexión no sólo en torno a la figura del artista sino también sobre el arte y la situación, deplorable de lo que entonces era España.

  Ortega tiene la autoridad moral y eterna para decir lo que le venga en gana. Faltaría más. Si a alguien de fuera le preguntaran el nombre de un filósofo español moderno apenas sabría decir dos o tres nombres y, uno de ellos, tendría de ser el de Ortega. Pues bien, él era capaz de decir frases como esta: “Ya es sospechoso que no se detengan lo debido ante lo que la obra de Goya hay de absoluta falla, de torpeza manual y mental, de franca estupidez”. Y ómo lo pone de zoquetillo: “Las cartas de Goya son cartas de un ebanista”. Pero sí que reconoce que desde que llega a Madrid y se empieza a tratar con la intelectualidad y alta sociedad (monarquía, ministros, literatos…) comienza realmente a cambiar su obra para bien. “Es sorprendente la coincidencia cronológica –que no todos los historiadores han consignado- entre este cambio de relaciones sociales y la aparición de la gran pintura goyesca”.

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