sábado, 31 de octubre de 2009

La mutación de los mosquitos

La Mutación de los mosquitos.

Lo tengo comprobado. Los mosquitos, después de millones de años de evolución, han mutado. Antes, -no hace millones de años, sino cuando era niño o quizá siendo ya un jovencito- me fijaba mucho en los mosquitos. Sobre todo cuando me molestaban y comprobaba, irritado, que eran grandes y confiados. Valientes.

Tenían el cuerpo gordo y transparente, como un caza japonés de cristal. A veces con verdaderas irisaciones de metal.

Si tenías el valor y la paciencia de dejarlos posar en tu brazo veías que se iban hinchando de sangre, variando su color al rojo. Ahítos emprendían a continuación el vuelo como una pesada pompa de jabón. Naturalmente uno podía seguirlo con la vista y aplastarlo a placer con ambas manos, cumpliendo así con la justa venganza.

Pero como decía, los mosquitos han variado su complexión. Ahora, simplemente no se ven. Son tan pequeños que no se ven.

Ahora mismo, mientras escribo estas letras, unos seres inmateriales, aterrizan por mi cuero cabelludo –medio pelado- y me impiden cualquier tipo de concentración.

Tanto me irritan que a veces me sorprende las tortas que me doy en la cabeza tratando de aplastarlos, pero es imposible. Sólo consigo acostarme derrotado y crispado con las marcas de los dedos impresas en la frente o el cogote.

De vez en cuando abandono toda actividad y me fijo en el horizonte de mi despacho tratando de localizar a alguno. Pero... a los cinco o diez minutos desisto. Me aburro. Y no es que no tenga paciencia, es que no logro ver a ninguno. Pero eso sí, los noto deambular por mi cabeza y picar aquí y allá.

Ya ni siquiera existen los trompeteros esos que hacían vuelos acrobáticos a la vera de tu oído con un motorcillo acoplado...

Está claro que los que han conseguido triunfar en la carrera de su evolución han sido los más pequeños, los más invisibles, los más hijo de putas.



martes, 20 de octubre de 2009

BRUNO BETTELHEIM


Bruno Bettelheim era judío, feo y miope. Usaba gruesas lentes y apenas salía a la calle. En su época (nació en 1903) no es de extrañar, así que se refugió en su casa rodeado de libros. Con el tiempo se hizo experto en la educación de niños con problemas mentales y escribió varios ensayos y artículos de importancia. Bettelheim estuvo en el campo de concentración de Dachau y Buchenwald. Encontró cierta similitud entre los niños autistas y los ex prisioneros. Estuvo exiliado en EEUU donde fue profesor de psiquiatría.
Con ochenta y seis años de edad gozaba de excelente salud. Una noche se tumbó en la cama, se atiborró de pastillas e introdujo su cabeza en una bolsa de plástico auto-asfixiándose. Se había quedado ciego: creo que la peor de las pesadillas para un amante de la lectura -siempre me acuerdo de lo que debió sufrir Borges-. Había perdido ya a su mujer y no paraba de discutir con un hijo suyo.
Mirad lo que leí de algún autor, buscando información sobre Bettelheim: “Al parecer, algunos creadores consideran que el suicidio puede ser un fin digno para su vida. El dolor emanado de la creación o la imposibilidad de mejorar lo hecho pueden ser causas que orillan al suicidio”

lunes, 19 de octubre de 2009

19/10/09

Fotografía: Luke Powel

Afganistán y España. Siempre que hay muertos se intenta justificar la presencia de nuestro país allí. A este respecto pienso igual que el chiste del Roto de hace unos días: enviamos tropas allí para proteger a nuestras tropas.

Hace veinte años los soviéticos se fueron de allí vencidos y humillados. Entonces nos parecía una guerra de las que se ven siempre por ahí; exótica, lejana, que no nos incumbe. Además, no nos parecían tan terribles entonces los muyahidines cuando se trataba de echar a los rusos. Muchos estados los apoyaban incluido EEUU. ¿Qué ha pasado para que nos involucremos en algo que está tan lejos? ¿Pertenece todo esto a un nuevo tipo de colonización con las definiciones cambiadas?

El mayor nido de talibanes cuando se produjo el 11-S estaba en Pakistán. De hecho la nacionalidad de casi todos los suicidas eran de allí y de Egipto. ¿Qué hacemos allí? ¿No hay igualmente radicales y terrorismo en Sudán sin ir más lejos? ¿No está todo por reconstruir en tantas partes del mundo?

Los soldados internacionales necesitan un aluvión logístico para pegar un tiro. Los afganos sólo un fusil y un higo seco. Los soldados internacionales temen por su vida y tienen un altavoz en sus países –cuando mueren- en forma de opinión pública. Los afganos no temen nada y su muerte sólo enciende la venganza sagrada de sus vástagos.

Miles de años y no hemos aprendido nada: la democracia es imposible de exportar con la fuerza.

En 1842, después de tres años de ocupación británica, dieciséis mil personas entre soldados, familiares y nativos simpatizantes intentaron cruzar las montañas nevadas hacia las llanuras de la India. Sólo hubo un superviviente: el Capitán médico William Brydon. Cuyo nombre llegaría a ser sinónimo de valor en la era victoriana.

Existe una sensación de que cada vez más se produce una brecha entre lo que dicen los políticos y lo que piensan. Entre lo que nos cuentan y lo que saben. Utilizan palabras talismán: Reconstrucción, seguridad, democracia. Igual que las empresas para maquillar sus cuentas de resultado: “échele una mano al medio ambiente”. Malditos bastardos.

Por cierto, una magnífica película de Tarantino.



domingo, 4 de octubre de 2009

GERTRUDE BELL


Hace años, vi un libro con muy buena pinta en un montón revuelto de saldos. Todos costaban quinientas pesetas; tres euros de hoy. El libro en cuestión era la biografía escrita por Janet Wallach de Gertrude Bell, editado en tapa dura por ediciones B, 650 páginas y con buenas críticas. El caso es que no se vendería bien y acabó en ese cementerio indigno que son los cajones de saldo de los grandes almacenes. Por supuesto lo compré; algo me sonaba ese personaje importante de haberlo visto comentado en algún libro sobre la primera guerra europea o en algo que leí de T.E. Lawrence.
Gertrude Bell estaba condenada a ser una mujer de su época. La constreñida y remilgada época victoriana en una familia de la alta burguesía. Pronto se rebeló a su destino y estudió en la Universidad de Oxford.
Al estallar la I Guerra Mundial trabajó para el Servicio Secreto Británico y pronto fue enviada a misiones en Oriente Próximo. Llegó a ser la persona más influyente del Imperio. Colaboró con el Coronel Lawrence en la causa árabe. Al acabar la Guerra llegó a ser consejera del Rey Faisal. Fijaos en este párrafo sacado de una de sus conferencias:
(No dudo por un momento que la autoridad final debe estar en manos de los sunitas, pese a su inferioridad numérica, ya que de lo contrario tendremos un estado teocrático, que es el mismo infierno)
¿Habría leído Bush a esta mujer? Imposible.
Escribió muchos libros contando su experiencia en el desierto y las estratagemas políticas que vivió.
Con los años fue perdiendo influencia y amistades. Fue nombrada directora del museo de IraK, pero pronto se aburriría y empezó a entrar en estados de depresión. Una noche; el 11 de julio de 1926, después de avisar a su secretaria que la despertara a las seis de la mañana, se metió en la cama y se atiborró de pastillas para dormir; nunca más despertó. Tenía 57 años.

jueves, 1 de octubre de 2009

01/10/09


En el Paseo de Recoletos al salir del trabajo. Hoy han inaugurado, un año más, la feria del libro antiguo y de ocasión. Siempre me paso a echar un vistazo. Un vistazo nervioso y con prisas. Justo como no deben recorrerse el lomo de los libros. Se repiten los títulos de saldo, las ediciones de quiosco, las novelas que se quedaron apartadas en el olvido, las eternas y las manidas de siempre. Pero siempre cabe encontrar alguna joyita.

Cuando ya estaba a punto de lanzarme escaleras abajo para tomar el cercanías, he visto entre las innumerables hileras el nombre de un autor y los ojos me han hecho chiribitas: JK Huysmans; el libro, “A rebours” “Contra Natura”. Leí hace años con sumo placer, “Allá lejos” y no me lo he pensado.

Rápido he abandonado la calle con el botín y ya en el vagón he ojeado sus páginas. Es una cuidada y dorada edición de Tusquets de 1997 –colección marginales- en cuya tapa encontramos un cuadro de Eduardo Arroyo en el que un hombre, cabeza abajo, sube o baja unas elegantes y coloridas escaleras. En el libro se habla de un tal Des Esseintes.

Cuando he llegado a casa lo he buscado en el dios de la sabiduría: san google. He accedido a un enlace ilustrado que aparecía en la quinta o sexta posición y se ha abierto el blog de una tal Isabel Núñez, al parecer escritora y periodista de Barcelona. Conocida de todo el mundillo literario de la ciudad Condal, de Vila-Matas, Bohigas... ¡ha hablado con Claudio Magris! defensora de los árboles, amante de la buena comida y demás artes, viajera. Escribe... ¡joder, cómo escribe!

No la conocía pero estoy seguro que a partir de hoy será una ventana donde me asome cada día a echar una bocanada de aire fresco. Mentando a Vila-Matas: ¡Qué casualidades tiene la vida! Si la señora pesada que estaba sobando los libros que estaban junto al mío hubiera tardado solo treinta segundos más, jamás habría encontrado este blog.