viernes, 28 de marzo de 2014

DERSU UZALA. VLADIMIR ARSENIEV.


  Esta es la historia de un explorador, el capitán Arseniev y de su admiración por un ser humano mezclado íntimamente con el medio, Dersu Uzala. El hombre es poca cosa comparado con la grandeza de la naturaleza. Todo vale en el rigor del invierno en la taiga rusa. Cuando en una ocasión el capitán tira una botella de vodka vacía la recoge como si fuera un tesoro. Todo vale si es para sobrevivir. En alguna ocasión el viejo gold salvó la vida del capitán. Una noche de tormenta de nieve, perdidos en la inmensidad de la llanura, fue capaz de hacer un ingenio con el trípode cartográfico y un montón de hierba. En el comienzo de El nombre de la Rosa, Umberto Eco hace conversar a sus dos protagonistas, Guillermo de Baskerville y Adso de Melk,   mientras se acercan a la Abadía, en el sentido de que el primero enseñaba las huellas del camino, las pistas y deducciones varias, a su pupilo. Eso mismo le pasaba a Dersu Uzala con el capitán Arseniev. Le hacía ver en los caminos, en las selvas, las huellas que dejaban los animales o las personas que habían pasado por allí. Si iba a llover o no. Si había o no animales cerca. Era un cazador que no tenía casa. Vivía del producto de su caza. Su familia había muerto hacía años de viruela, qué dura la vida de algunos hombres. Fue tanta la admiración de Arseniev que cuando lo colmaron de reconocimientos protestó porque no fuera su amigo quien las recibiera.
  Una noche Dersu le pidió al capitán, sal, cerillas y arroz para dejarlo todo en una cabaña. ¿Para qué si no vamos a pasar por aquí nunca más? Dersu le respondió que ese gesto podría salvar la vida a cualquiera que pasara por allí en dificultades. No es bondad; es afán de supervivencia más allá de lo que es inmediato.

  Estaba deseando acabar el libro solo para volver a ver la película que Kurosawa rodó en el año 75. Se llevó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Está muy bien adaptado al cine, pero como siempre, en el libro caben más imágenes dentro de la imaginación del lector.

  El hombre; la naturaleza: "En la taiga hay que prever siempre la posibilidad de encontrarse frente a frente con una fiera. Pero nada es tan desagradable como tropezarse con un ser humano. La bestia, por lo general, huye a la vista de un hombre y no lo ataca más que si es perseguida. En ese caso, cazador y animal saben lo que tienen que hacer. Un ser humano que completamente distinto".

viernes, 21 de marzo de 2014

EN LA ORILLA. RAFAEL CHIRBES.





 
  ¿Qué diferencia podemos encontrar entre Crematorio, publicada hace unos pocos años, en la cúspide del pelotazo, y esta novela? Y no me refiero al tema: el brillo del despilfarro y la ostentación de la primera y la podredumbre y la desolación de ésta. No me refiero tampoco al estilo que es el propio de Chirbes, un escritor que ha ido ascendiendo en el escalafón de manera callada. Me refiero a que, hombre, de primeras es más agradable leer sobre la riqueza y el lujo que sobre las miserias de la precariedad o de la más pura miseria. Demasiada realidad, el hedor de lo que se pudre. Descartando la ética y dando más importancia a la estética prefiero Crematorio: es más agradable saber, por ejemplo, de un corrupto que se lía con un pedazo de mujer con todos los lujos y detalles, a leer sobre un hombre sin recursos haciéndose cargo de un viejo decrépito y demente, con todos, ay, los detalles.

  Párrafos que he rescatado:

“-Resulta difícil estar enamorado de una mujer y hacer algo de provecho. La ansiedad te come. No conviene emparejarte con una mujer que te cueste esfuerzo en conseguir, eso es condenarte a pasar escalando el Everest el tiempo que te queda de vida. Tienes que aferrarte a la que puedes conservar sin pelar demasiado. Las tías buenas se las paga uno. Por unos cuantos euros tienes una rusa de dieciocho años de esas que no ves ni en el cine”.

“-Te suicidas porque eres quien eres y no quien quieres ser, te pegas un tiro porque no te soportas. Por puro odio. Para resistir, para seguir vivo hace falta una buena dosis de idealismo. Capacidad para mentirse. Solo sobreviven quienes consiguen creerse quienes no son”.

“-La crisis que vivimos no es más que el ajuste definitivo de esa nueva legión de hombres herramienta en busca de propietario que los ponga a producir”.

“-La mayoría de la gente vive junta sin necesidad de algo que no sabemos lo que es hasta que no lo leemos en las novelas o lo vemos en el cine. Yo creo que el hecho de que, de partida, no sepamos lo que es ya nos indica que quizá, se trata de algo que no existe en nosotros, que, más bien, se nos inculca, o importamos”.

  Seguiré leyendo a Chirbes porque es un escritor que escribe, como los grandes, del tiempo que le ha tocado vivir; y muy bien.

lunes, 10 de marzo de 2014

CUADERNOS DE RUSIA. DIONISIO RIDRUEJO.




  En la primera página de estos diarios D.R. ya desgrana lo que para él es la principal justificación de la intervención en la gran guerra: “No ya como una hazaña anticomunista sino sobre todo como intervención mínima y posible de España en la guerra. Por solidaridad para con un esfuerzo o un dolor del mundo. Por adhesión a  una esperanza de mejor orden universal”. Los soldados que se alistaron en masa a la División Azul lo hicieron con un completo convencimiento: Iban a salvar el cristianismo y los valores occidentales frente a las huestes comunistas de Rusia. Los rusos, en vista de los resultados, también debían tener un convencimiento…, convincente. Y así se llegó a lo que sería con los años el juego del pañuelo en el centro de Berlín.
  Me han gustado estos diarios. Me gusta leer diarios. Apreciar a un buen observador desgranar lo cotidiano, lo que siente, lo que come, lo que lee, lo que sufre, los paisajes que describe. En muchos casos se aprecia la candidez del que lo cuenta y gusta contemplar el todo desde la altura que da el futuro, la altura del lector que ya todo lo sabe porque ha pasado el tiempo.
  Muchos de los expedicionarios eran ya gente mayor para esto de la guerra. D. R. tenía ya 29 años y había tenido cargos de responsabilidad en la organización falangista. Quizá por eso tuvo la suerte de hacer los mil y pico kilómetros motorizado. La mayoría de sus compañeros lo hicieron a pie. Fue uno de los coautores del Cara al Sol. Y encima era un poco torpe con la instrucción: “No es infrecuente que yo vuelva a la izquierda cuando debería hacerlo a la derecha, perturbando el movimiento general… Voluntariamente me he adherido al pelotón de los torpes”.
  Y uno de los apuntes con los que más me he identificado con él es saber de su aversión a tener que estar todo el tiempo acompañado. Es de las cosas más penosas de llevar en campaña: no tener un minuto de intimidad, un minuto para estar con uno mismo. “La inevitable repugnancia por una compañía casi absolutamente constante –no hay otra excepción que las horas de guardia o centinela y algún vago paseo- se deja sentir, pero creo que todos nos esforzamos por hacerla llevadera”.
  Otra lección que no hay que olvidar es que hay que intentar hacerlo todo con alegría. Es, sobre todas las cosas, lo más sano. “Entre mis compañeros prefiero a los que viven esto con alegría y desenfado y detesto a los que se lamentan continuamente”.
  La cuestión judía: Confiesa D.R. que apenas sabía nada sobre los métodos nazis contra los judíos. Yo no lo creo. Era imposible, recorriendo Europa hacia el Este, no saber de los millones de atropellos constantes: “Da pena –aparte consideraciones humanas- pensar lo que podría ser la vuelta de esta ciénaga de odio y de dolor si un revés la arrojase otra vez sobre Alemania”. Es decir, era consciente de lo que se podía venía encima perdiendo la guerra.
  Una de las cosas que más me han gustado son las descripciones del frío, de los paisajes de la llanura esteparia. A mediados de octubre aparece el frío como uno de los elementos más crueles. Los cadáveres que se encuentran parecen troncos, objetos inanimados abandonados de cualquier manera. En las lumbres “si un trozo de nuestro cuerpo se tuesta hasta la quemazón, el resto se hiela hasta el entumecimiento”. “La oscuridad dura ya no menos de catorce horas. El termómetro ha descendido a los 15 grados bajo cero. Hay un cielo de nevada inminente: gris frío, oscurísimo en su centro”.
Las carencias de la logística: De todos es sabido de la absoluta facultad organizativa del pueblo alemán. Si tantas cosas se saben es porque estaban absolutamente detalladas. No ocurría lo mismo en el lado español. “Se dice de una unidad que ha suplido su falta de camuflaje para la nieve vistiendo las prendas interiores –amplias camisetas y largos calzoncillos- del equipo alemán. Así la acción ha tenido un aire jocoso y divertido. Sobre todo sí tenían mucha inventiva.
  En primavera D.R. acabó en un hospital de la retaguardia. Estaba literalmente agotado. Decía que pesaba 39 kg. Luego tras la repatriación estuvo retenido en una prisión en Ronda (le había enviado una carta feroz a Franco contra el régimen de Franco; con un par): allí escribió la mayoría de estas páginas. Como dice Jordi Gracia en el prólogo, obra cumbre de la literatura memoralística sobre la División Azul.