martes, 26 de abril de 2016

GREGUERÍAS. RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA.



  Por la prensa supe de una exposición en el Museo Municipal de Madrid situado en el Cuartel del Conde Duque. Entre otras, que es a la que yo iba, estaba esta del despacho y las cosas de uno de los escritores a quien mayor interés he otorgado en los últimos tiempos. Quizá haya sido el hecho de haber leído aquí y allá cosas sobre su autobiografía, Automoribundia, cuyo muy deseado ejemplar tuve la suerte de recibir ayer por correo. Me parece este personaje uno de los más complejos e interesantes de la primera mitad de siglo y uno de los más fecundos en el exilio. El ejemplar autobiográfico es contundente: casi mil páginas en biblia aunque de letra y tipografía siempre cómoda y pulcra de las ediciones de Galaxia Gutemberg. Pero ya tendré tiempo de escribir algo después de haberlo leído,  presumiblemente este verano. Pero ahora me propongo hacer algo parecido a lo que hice con las cantatas de Bach: hacer una selección de sus greguerías. Sin criterio establecido; quizá por el chispazo que haya podido producir en mi cerebro o por la chispa que ha hecho brillar a mi limitado entendimiento. Algunas greguerías hablan de las moscas, uno de los animales más literarios que existen: no creo que haya un escritor que no las haya mencionado. Casi siempre para mal. Baroja les otorgaba uno de los males de España junto a los curas y a los carabineros. Otras las he elegido, como he dicho, porque me hicieron soltar una carcajada que en algunos casos –a quién no le pilla un instante de suprema tontería- duraba una gran cantidad de minutos felices. Otras veces a uno le deja el pensamiento en suspenso durante horas. Ahí van:

 

1.- Si el hombre tiene tanto miedo a la muerte, ¿por qué se mata? Porque al quitarse la vida se quita el miedo.
2.- Hay moscas chismosas que vienen de casa de los cuñados.
3.- El rebuzno es el grito más franco de la creación.
4.- El que se tira del piso diecisiete ya no es un suicida, sino un aviador.
5.- Una muy en boga: Un panamá es un sombrero de segador que presume de nuevo rico.


 
 

6.- Una foto de prensa de la última semana: El sándwich es la hipocresía del poco jamón.
7.- ¡Esta mañana he pensado esto mismo!: Lo que le pierde al ratón es arrastrar tan largo rabo.
8.- Tener una mosca cogida en la mano es como haber pillado cautivo un murmullo o un calambre.
9.- El buen escritor no sabe nunca si sabe escribir.
10.- El que está en Venecia es el engañado que cree estar en Venecia. El que sueña con Venecia es el que está en Venecia.
11.- Las únicas que saben de arquitectura comparada son las golondrinas. Y de aeronáutica, añadiría yo.
12.- Hay cielos sucios en que parecen haberse limpiado los pinceles de todos los acuarelistas del mundo. 

 


 13.- No hay que suicidarse porque merece la pena vivir aunque no sea más que para ver revolotear las moscas contra el cristal de las ventanas.

14.- Hay momentos en que las moscas parecen querer arrancarse la cabeza como desesperadas por ser moscas.
15.- Las moscas hacen el gesto de lavarse las manos como diciendo: ¡Nosotras no tenemos la culpa si somos contagiosas!
16.- El panegírico parece alimenticio pero no lo es.
17.- Las moscas de los palacios reales tienen las alas pintadas de purpurina.
18.- El colmo de la errata es poner “herrata”.
19.- Cuando hemos sentenciado a muerte a la mosca parece que se da cuenta y desaparece.
20.- Si se enciende por segunda vez un pitillo sabe a moscón.
21.- Prefiero las máquinas de escribir usadas, porque ya tienen experiencia y ortografía.
22.- Solo hay un olor que pueda competir con el olor a tormenta: el olor a madera de lápiz.
23.- La vuelta de dinero que da el pescadero tiene humedad y olor a naufragio.
24.- Éste fue uno de los que me causó risa, imaginando la cara de indignación del ave: La gallina está cansada de denunciar en la comisaría que le roban los huevos.

  
 


25.- Los que matan a una mujer y después se suicidan debían variar el sistema: suicidarse antes y matarla después. Podría haber sido dicha esta misma mañana.
26.- La mosca se posa sobre lo escrito, lo lee y se va como despreciando lo que ha leído. ¡Es el más exigente crítico literario!
27.- Somos lazarillos de nuestros sueños.
28.- Si el burro comiese carne sería el animal más feroz de la creación.
29.- Un mensaje en una botella al futuro: Cuando un hombre muere, sus ideas quedan archivadas; pero se pierde la llave del archivo y el archivo.
30.- Me gustaría pertenecer a esa época del futuro en que la historia tendrá doscientos tomos, para ver cómo se la aprenderán los niños. No la aprenden; ya se lo digo yo.
31.- Habría que llamar también a los bomberos en caso de infundio.
32.- Prosa con muchos guiones, prosa tartamuda.
33.-Hay quien se pone a comer cacahuetes como si rezase el más largo de los rosarios y se comiese las cuentas. Para este caso soy de los más devotos.
34.- Es tan inédita la muerte que el que se va a morir inaugura la muerte como el primer muerto.
35.- Algo se juega uno al echar los dados de hielo en el vaso.



viernes, 22 de abril de 2016

LAS TRAGEDIAS DE SHAKESPEARE.




  Para hacer honor a otro de los grandes que se murió por estas fechas, hace ya cuatrocientos años, he elegido al inglés antes que al español, del que habré de releer en su día y de nuevo su Quijote en una de las tres o cuatro ediciones que he comprado desde que lo leí hará quince años.
  Del volumen de sus Tragedias en realidad he leído solo la primera y la última: Hamlet y Julio César. Y es que me ocurre que también soy un mal lector de teatro. No logro ponerme en situación. El teatro, creo yo, no es para leerlo sino para asistir. Al igual que en la poesía, en el teatro son necesarias las modulaciones del que recita, las inflexiones de voz, el dramatismo.  Sin todo eso a mí estas lecturas se me quedan planas.
  En alguna parte habré dicho que tengo un estado de ánimo distinto según lea un libro para mí dichoso o no. Y con éste, aunque sea un anatema decirlo, mi ánimo no ha estado a la altura.  Aunque me queda el tonto consuelo de no ser el único, aunque sí el más lerdo: de Ignacio Peyró en El Español, autor del libro Pompa y Circunstancia:
  “Robert Byron le acusó de escribir como el hijo de un tendero, Pepys bostezó con El sueño de una noche de verano, Tolstoi glosó por extenso el mucho enfado que le causaba y Voltaire no deja de ver HamletHamlet!- como una pieza bárbara y vulgar. Osbert Sitwell, por su parte, lo definió como “un dramaturgo isabelino cuyas piezas todavía se representan en los barrios pobres de Londres”. En cuanto a Bernard Shaw, fustigador célebre, recalca que William Shakespeare era un magnífico contador de historias, siempre -eso sí- que alguien las hubiera contado antes que él”.
  En el tomo, así de memoria, están también Otelo, Romeo y Julieta, El Rey Lear, Macbeth. De Julio César tenía en el recuerdo la hermosa actuación de un Marlon Brandon jovencísimo, al comienzo de su carrera, y ya convertido desde entonces en genio. 1953, nada menos que entre su ¡Viva Zapata! Y Salvaje. El Julio César es una tragedia histórica de órdago. Del libro de Bárbara W. Tuchman que precisamente leo estos días: “Atea aparece una vez más en la espantosa visión de Marco Antonio cuando, tras contemplar el cuerpo asesinado a sus pies, prevé que el espíritu de César, ansioso de venganza con Atea a su lado, exclamará: “Devastación” y soltará los perros de la guerra”.
  Shakespeare, sí, pero para las plateas y escenarios, no para el sillón apacible de una habitación: demasiados fantasmas. Ahora este volumen, en la rampa de salida durante ¡veinte años! Quedará custodiado en compañía de otros clásicos en la vitrina de las visitas.

miércoles, 20 de abril de 2016

CARTAS PERSAS. MONTESQUIEU.


 


 Sin Noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza puede haberse alimentado –sobrealimentado- de este clásico de la ilustración francesa. Las Cartas Persas es una obra que bien podría ser considerada su ilustrísimo precedente. Escrito en la segunda década del siglo XVIII, cuenta el viaje a Europa –sobre todo París- de tres persas y de las cartas que se intercambian. Eso solo es la justificación para realizar una crítica de la religión, de la política, de la sociedad y sus costumbres, vistas con los ojos inocentes de extranjeros lejanos; en el siglo XVIII tan lejanos como en el XX un extraterrestre. Qué sarcasmo e inteligencia; qué maestría para detallar el pensamiento y los recovecos del alma humana, y todo visto con la candidez de unos extraños. El libro critica a la sociedad de su tiempo pero se podría aplicar, casi punto por punto, a la actual: “Este rey –el de Francia- es un gran mago: ejerce su imperio sobre el espíritu mismo de sus súbditos y los hace pensar como él quiere. Si no hay más que un millón de escudos en su tesoro y necesita dos, no tiene más que persuadirlos de que un escudo vale por dos, y le creen”. ¿No es maravillosa la manera de ver las cosas?
  Y este primer párrafo de la carta 48 de Usbek a Rhedi, en Venecia, que bien podría aplicarse a todos los que de una u otra manera, con más o menos acierto, gustamos de estas cosas del arte y las letras, o al menos aplicable a los artistas que admiramos:
  “Aquellos que gustan de instruirse nunca están ociosos. Aunque no esté encargado de ningún asunto importante, estoy continuamente ocupado. Paso mi vida examinando; escribo por la noche lo que he anotado, lo que he visto, lo que he oído, durante el día. Todo me interesa, todo me asombra. Soy como un niño cuyos órganos aún tiernos se impresionan vivamente con los menores objetos”.
  La lectura de esta maravillosa obra se la debo a la conferencia que impartió hace unos meses Carmen Iglesias en la fundación Juan March. Las Cartas Persas, la mirada del otro. ¡¡Qué mujer!! De estas no salen en el Hola, por suerte.
  Alguna pullita en nuestra contra: “Podréis encontrar inteligencia y sentido común entre los españoles, pero no los busquéis en sus libros. Ved una de sus bibliotecas; las novelas de un lado, la escolástica del otro: diréis que las partes han sido decididas y el todo reunido por un enemigo secreto de la razón humana.
  El único de sus libros que es bueno es aquel que muestra el ridículo de todos los demás”. El Quijote.
  “Han hecho inmensos descubrimientos en el nuevo mundo, y no conocen aun su propio continente: en sus ríos hay puentes que no han sido descubiertos todavía, y en sus montañas naciones que les son desconocidas”. Las Batuecas.
“Nada atrae más a los extranjeros que la libertad, y la opulencia que siempre la sigue; una se hace buscar por sí misma, y nuestras necesidades nos conducen a los países donde se encuentran”. 

 
 “Creo en la inmortalidad del alma por semestres; mis opiniones dependen absolutamente de la constitución de mi cuerpo: según tenga más o menos espíritus animales, mi estómago digiera bien o mal, el aire que respire sea sutil o espeso, que las viandas de las que me alimento sean ligeras o pesadas, soy spinozista, sociniano, católico, impío o devoto”.
  Estupendo libro de lenguaje diáfano como la luz de la mañana, divertido e ilustrativo. Un clásico al que se habrá de volver una y otra vez. Leer de vez en cuando a los clásicos: por qué no. Al fin y al cabo, han superado el filtro del paso de los años. “El gran error de los gacetilleros es que solo hablan de los libros nuevos, como si la verdad fuera siempre nueva. Me parece que hasta que un hombre no haya leído todos los libros antiguos, no tiene razón para preferir los nuevos”. Sabio consejo que no sigo por mucho.