Debo confesar que pocas veces he visto el
programa que tiene los jueves Iker Jiménez en TV pero hace unas semanas hubo un
coloquio que me resultó más que interesante. Trataba sobre la relación de la
política con la prensa. La relación entre la prensa y el poder, entre la prensa
y la libertad y entre la prensa y el dinero.
Estaban invitados, aparte del presentador,
otros dos Jiménez: Miquel, latigazo de los indepes y ex legionario y el autor
de este libro.
Me resultaron tan atractivos los comentarios
sobre su libro que al día siguiente fui corriendo a la librería. Iker ya
adelantó que sus ventas subirían y yo no lo dudé. De hecho veo que tiene ya 12
ediciones. De momento.
Uno se entera de muchas cosas. Es un libro en
el que sabes el final, pero no te importa, como las buenas novelas negras en
las que desde el principio se sabe quién es el asesinado y se nos presenta el
asesino. ¿Por qué? Porque nos falta lo esencial: por qué pasó todo así y nada
más que así.
David Jiménez fue un corresponsal que estuvo
en varias partes del mundo, sobre todo en Asia. Estuvo durante dos décadas,
pero cuando por esas cosas de la vida fue nombrado director de un gran diario
de tirada nacional, supo que eso era más duro que cualquier país en guerra.
En 2015 fue nombrado director de El Mundo,
después de las tormentas que llevaron a su fundador Pedro J. Ramírez y a su
sucesor García Abadillo al despido. Posiblemente uno de los menos probables.
Por sus trayectoria y por su forma de ser. Vino a salvar el diario dándole un
empuje audiovisual y se encontró con una corte en la que pasaban las mismas
cosas que en una corte real. Intrigas, envidias, celos, frustraciones y
traiciones.
“Hacía 18 años que no ejercía el periodismo
en mi país, pero habían bastado unos días para entender que algo fundamental
había cambiado en mi ausencia. El poder había dejado de temer a la prensa y
ahora era la prensa la que temía al poder”.
En una de sus discusiones con el “poder”
enarboló esta frase, para mí fundamental para entender su forma de ver las
cosas: “-Un periódico independiente es para un Gobierno como su departamento de
Asuntos Internos gratuito”.
Se fue creando enemigos en todas partes. Se
metió con la derecha, la izquierda, el rey y la casa real al completo. Es
decir, no se casaba con nadie. Por eso le fue mal. Pero me ha llamó la atención
una frase suya, para que se dé cuenta uno de qué va el percal:
“En
mi vida solo he conocido un político completamente honesto y ese fue Manuel
Fraga. Todos cobraban su parte”. Esta frase fue dicha en petit comité por
Bárcenas. Con esto está dicho todo.
La forma de leer prensa ha ido cambiando a
través de los años. Nunca olvidaré la sensación que tenía cuando iba los domingos
por la mañana y me traía una bolsa con el periódico grueso, los suplementos y
el cucurucho con los churros. Una mañana de felicidad por delante. Leyendo
noticias con fondo, reportajes en profundidad, historias, reseñas de libros, ay!
Cuando hacíamos caso a las reseñas y las desilusiones que a veces nos
llevábamos.
“Los estudios de mercado eran deprimentes,
porque demostraban que a muchos lectores de prensa no les importaba la calidad
de la información o su rigor, sino que el diario reforzara sus creencias y
posiciones”. Esto se ve a hora más claramente en el twiter. Los algoritmos nos
hacen empatizar más con nuestras convicciones. Con los “gustas”, los
seguidores, comentarios, nos hacen un mapa de cómo somos. Somos el resultado de
las lecturas y de lo que escuchamos en los líderes que seguimos. Pero también
he hecho la siguiente reflexión: si la prensa que ahora no podemos leer porque
son de suscripción no la leemos, la que sí leemos comenzará a influenciarnos
cada vez más. Así yo mismo he pasado de ser un convencido de izquierdas a ser
un rechazador de todo lo que venga de ahí. Digamos parecido a lo que siente un
fumador que ha dejado de fumar.
Y una frase que me ha resultado familiar de
todas las veces que yo la he enarbolado en una discusión sobre política: que Podemos
dio con el diagnóstico pero que se equivocó con la solución. “El problema era
que la mayoría de las soluciones que proponía estaban sacadas de viejos
manuales comunistas que habían empobrecido todos los lugares donde se habían
aplicado”.
En fin, un estupendo libro sobre periodismo
que me ha hecho interesarme más por su autor. Próximo objetivo: sus Diarios del
Opio.