jueves, 16 de mayo de 2024

VELÁZQUEZ. JOSÉ ORTEGA Y GASSET.

 

  Este es uno de los dos libritos de la Revista de Occidente que le compré a las ancianitas de la librería solidaria de Moncloa. Tres euros el ejemplar. Este más grueso que el de Goya. Sin embargo me ha gustado menos. Se ve que es un refrito de artículos publicados aquí y allá. De conferencias dadas para sacarle brillo a su oratoria y puesta en escena. No, no me ha gustado tanto. Aunque siempre sea un seductor. La edición es del año 1968. Yo tenía seis años y el librito parece nuevo recién sacado de la imprenta. Por cierto y hablando de años, Velázquez ya estaba muerto con mi edad. Murió con sesenta y uno. Pintó poco pero pintó como el mejor.

   Con 23 años fue llamado desde Sevilla para servir al rey. Y no sólo lo hizo como pintor sino también como consejero o asesor o enviado especial. Acompañó a la delegación que había de llevar a la hija del rey a casarse con el rey francés en la isla de Faisán en el río Bidasoa.

  Y habla de su obra, cómo no. “Las Meninas, donde un retratista retrata el retratar”. Entre medias el escritor filósofo filosofea: “Siempre habrá una cierta inadecuación entre lo que en la mente teníamos y lo que efectivamente decimos”. También habla de arte en su tiempo, en el tiempo de Ortega, como cuando recuerda que en el Bellas Artes apareció un cuadro absolutamente negro intitulado: Lucha de negros en un túnel.

  Más filosofeo: “El ser del hombre hace que este sea inexorablemente, a la par, preso y prisión”. Esto se ve claramente cuando el hombre ha perdido sus cualidades físicas y mentales. Mi padre en la última etapa de su vida. Y poco más puedo decir. Bueno, añadir que quizá el arte sirva al ser humano para sacudirse, aunque sea levemente, toda la vulgaridad acumulada durante milenios. Miles de toneladas de una atosigante vulgaridad.

lunes, 13 de mayo de 2024

MANIAC. BENJAMÍN LABATUT.

  

  Este es para mí un autor misterioso. Para lo que escribe es terriblemente joven. En la foto de la solapa es terriblemente guapo pero en su semblante está muy serio. Si te pones así para un libro imaginemos cómo para afrontar algo más grave. Porque aunque en las promociones llamen a esto que escribe “novela” para mí es pura divulgación científica. Labatut habla todo el rato de ciencia o de científicos.

  En su otra “novela”: Un verdor terrible, Labatut hablaba de los adelantos humanos para matar a otros seres humanos. En esta, también.

  El científico que nos lleva de la mano es von Neumann: llevó las bases de la mecánica cuántica, ayudó en la bomba atómica, desarrolló la teoría de los juegos y las bases de la primera computadora moderna. Y luego, en el último capítulo nos enseña el juego asiático del Go. Ese tablero de 19 por 19 en la que un jugador tiene un montón de fichas negras y el otro blancas.

  “vivir así me enseñó una verdad humana esencial, algo que aprendí de jovencita y que nunca olvidé: se puede bailar incluso cuando el diablo está llamando a tu puerta”. Lo dice una mujer que vive en Hungría cuya familia se está forrando por la guerra. Que se lo pregunten a la familia de la película La Zona de Interés.

  Y he aquí la declaración de un maestro dando clases a un von Neumann jovencito: “Cuando lo llamé, caminó hacia la pizarra y escribió una demostración completamente deslumbrante. En un segundo. Sin esfuerzo,. Sin pensar. No podía creerlo. ¡Años! Todos mis años de trabajo borrados en un segundo. Y eso que hizo… era tan hermoso, tan elegante, que recuerdo haberme preguntado a mí mismo: ¿Qué es esto? Este chico… ¿Qué clase de chico es?”.

  A Neumann “lo tomó solo cuatro años obtener un título de ingeniero químico y un doctorado en matemáticas. Se graduó summa cum laude casi sin ir a clase” Mucho más de lo que consiguió Enstein.

  Tipos lógicos y estrafalarios. No extraña que muchos, casi todos, estuvieran tocados del ala. “las primeras 762 páginas de su colosal tratado, Principia matemática están solo dedicadas a probar que uno más uno son dos”.

  Filosofía de un sabio: “Los dioses son una necesidad biológica, tan indispensable para nuestra especie como el lenguaje o los pulgares oponibles”.

  “Cómo es que había sido capaz de contemplar y proponer, con absoluta ecuanimidad, la matanza de millones de personas producto de un ataque nuclear preventivo contra la Unión Soviética, y sin embargo no podía enfrentar su propia muerte con un mínimo de calma y dignidad”. Donde va a parar: la diferencia de nuestra propia muerte con la de los demás. “El progreso no tiene cura”.

  “los animales solo sienten el dolor y el placer en el presente; sus penas y glorias son puras y absolutas, brotan y se desvanecen en la corriente del devenir sin dejarlos atrapados en la cadena de sufrimiento que ata a todos los seres humanos”. Cuántas veces habré dicho esto con otras –más pobres- palabras.

  Maravilloso leer los libros de Labatut, este terriblemente atractivo escritor de libros sobre ciencia, sobre la muerte.

  Lo compré en una librería física cerca del Rastro. Frustrado al no encontrarlo en las mesas habituales. El tipo me dijo que era el último y que era uno de los más vendidos.

martes, 7 de mayo de 2024

DAVID JIMÉNEZ. EL DIRECTOR.

 

  Debo confesar que pocas veces he visto el programa que tiene los jueves Iker Jiménez en TV pero hace unas semanas hubo un coloquio que me resultó más que interesante. Trataba sobre la relación de la política con la prensa. La relación entre la prensa y el poder, entre la prensa y la libertad y entre la prensa y el dinero.

  Estaban invitados, aparte del presentador, otros dos Jiménez: Miquel, latigazo de los indepes y ex legionario y el autor de este libro.

  Me resultaron tan atractivos los comentarios sobre su libro que al día siguiente fui corriendo a la librería. Iker ya adelantó que sus ventas subirían y yo no lo dudé. De hecho veo que tiene ya 12 ediciones. De momento.

  Uno se entera de muchas cosas. Es un libro en el que sabes el final, pero no te importa, como las buenas novelas negras en las que desde el principio se sabe quién es el asesinado y se nos presenta el asesino. ¿Por qué? Porque nos falta lo esencial: por qué pasó todo así y nada más que así.

  David Jiménez fue un corresponsal que estuvo en varias partes del mundo, sobre todo en Asia. Estuvo durante dos décadas, pero cuando por esas cosas de la vida fue nombrado director de un gran diario de tirada nacional, supo que eso era más duro que cualquier país en guerra.

  En 2015 fue nombrado director de El Mundo, después de las tormentas que llevaron a su fundador Pedro J. Ramírez y a su sucesor García Abadillo al despido. Posiblemente uno de los menos probables. Por sus trayectoria y por su forma de ser. Vino a salvar el diario dándole un empuje audiovisual y se encontró con una corte en la que pasaban las mismas cosas que en una corte real. Intrigas, envidias, celos, frustraciones y traiciones.

  “Hacía 18 años que no ejercía el periodismo en mi país, pero habían bastado unos días para entender que algo fundamental había cambiado en mi ausencia. El poder había dejado de temer a la prensa y ahora era la prensa la que temía al poder”.

  En una de sus discusiones con el “poder” enarboló esta frase, para mí fundamental para entender su forma de ver las cosas: “-Un periódico independiente es para un Gobierno como su departamento de Asuntos Internos gratuito”.

  Se fue creando enemigos en todas partes. Se metió con la derecha, la izquierda, el rey y la casa real al completo. Es decir, no se casaba con nadie. Por eso le fue mal. Pero me ha llamó la atención una frase suya, para que se dé cuenta uno de qué va el percal:

“En mi vida solo he conocido un político completamente honesto y ese fue Manuel Fraga. Todos cobraban su parte”. Esta frase fue dicha en petit comité por Bárcenas. Con esto está dicho todo.

  La forma de leer prensa ha ido cambiando a través de los años. Nunca olvidaré la sensación que tenía cuando iba los domingos por la mañana y me traía una bolsa con el periódico grueso, los suplementos y el cucurucho con los churros. Una mañana de felicidad por delante. Leyendo noticias con fondo, reportajes en profundidad, historias, reseñas de libros, ay! Cuando hacíamos caso a las reseñas y las desilusiones que a veces nos llevábamos.

  “Los estudios de mercado eran deprimentes, porque demostraban que a muchos lectores de prensa no les importaba la calidad de la información o su rigor, sino que el diario reforzara sus creencias y posiciones”. Esto se ve a hora más claramente en el twiter. Los algoritmos nos hacen empatizar más con nuestras convicciones. Con los “gustas”, los seguidores, comentarios, nos hacen un mapa de cómo somos. Somos el resultado de las lecturas y de lo que escuchamos en los líderes que seguimos. Pero también he hecho la siguiente reflexión: si la prensa que ahora no podemos leer porque son de suscripción no la leemos, la que sí leemos comenzará a influenciarnos cada vez más. Así yo mismo he pasado de ser un convencido de izquierdas a ser un rechazador de todo lo que venga de ahí. Digamos parecido a lo que siente un fumador que ha dejado de fumar.

  Y una frase que me ha resultado familiar de todas las veces que yo la he enarbolado en una discusión sobre política: que Podemos dio con el diagnóstico pero que se equivocó con la solución. “El problema era que la mayoría de las soluciones que proponía estaban sacadas de viejos manuales comunistas que habían empobrecido todos los lugares donde se habían aplicado”.

  En fin, un estupendo libro sobre periodismo que me ha hecho interesarme más por su autor. Próximo objetivo: sus Diarios del Opio.

jueves, 2 de mayo de 2024

OLGA TOKARCZUK. LOS LIBROS DE JACOB.


 

  Debo confesar que me costó decidirme leer este libro, pero un comentario de Juan Claudio de Ramón de cuyos escritos he disfrutado mucho, lo recomendó en su twiter. En realidad dijo que había leído unas cien páginas y que le estaba sorprendiendo. Lo había tenido en las manos algunas veces pero el precio, carete, y las páginas, 1063, me echaban para atrás. Sin embargo lo busqué y vi que cerca de casa alguien lo vendía por un tercio, y estaba nuevo. He tardado diecisiete días en leerlo. A ella ocho años escribirlo.

  Al principio me costaba creer que alguien de ahora fuera capaz de realizar tamaña obra. Busqué quién era: una joven escritora polaca ganadora del premio Nobel en el 2019 correspondiente al 2018. Y digo joven porque nació en el mismo año que yo.

  El libro cuenta la historia de un personaje que parece sacado de un cuento de las Mil y una noches, o de la Biblia o de un tratado oculto en una biblioteca de un monasterio ortodoxo olvidado. Pero es real. Cuenta la historia de un profeta, de un Mesías, de un iluminati que vivió en el este de Europa en el siglo XVIII y arrastró consigo a varios cientos de personas que esperaban algo sobrenatural de él. Sus seguidores practicaban el sexo entre ellos y él, Jacob Frnak, podía tener sexo con quien quisiera. Practicaban ritos orgiásticos y bacanales porque decía que así podrían alcanzar mayores niveles de santidad. Por aquí, en el Siglo XXI se acaba de anunciar unas joranadas de música bajo el reclamo de “Si nos organizamos follamos todos”. Siempre ha sido un reclamo el sexo para sacar tajada.

  Estuvo relacionado con nobles y reyes. Fue perseguido y protegido por toda clase de personas.  

  Contiene observaciones con las que no se puede dejar de estar de acuerdo: “Opina que la mayoría de la gente es estúpida y que es la estupidez humana la que llena el mundo de tristeza”.

  Las prácticas de justicia entonces eran pelín crueles: “Seis fueron condenados a desmembramiento, en cambio uno- puesto que en el último momento abrazó, junto a su mujer e hijos, la sata fe católica- fue condenado a un castigo más leve: tan solo le cortarían la cabeza”.

  Dedica una página (540) a la capacidad de algunas personas para tener un liderazgo natural. Jacob lo tenía de sobra. Era capaz de inclinar cualquier tipo de voluntad, viniera de donde viniera.

  Debo confesar también que en algunas ocasiones he estado tentado en abandonar la lectura: demasiados nombres polacos. Demasiadas vías principales y secundarias, demasiados vericuetos, demasiadas páginas. Éstas van numeradas hacia atrás en homenaje a los libros hebreos.

  En fin, que me ha gustado, es un verdadero prodigio, pero a partir de ahora me pensaré el abordaje de un libro tan denso, ¡tan gordo!