Este es para mí un autor misterioso. Para lo que escribe es terriblemente joven. En la foto de la solapa es terriblemente guapo pero en su semblante está muy serio. Si te pones así para un libro imaginemos cómo para afrontar algo más grave. Porque aunque en las promociones llamen a esto que escribe “novela” para mí es pura divulgación científica. Labatut habla todo el rato de ciencia o de científicos.
En su otra “novela”: Un verdor terrible, Labatut hablaba de los adelantos humanos para matar a otros seres humanos. En esta, también.
El científico que nos lleva de la mano es von Neumann: llevó las bases de la mecánica cuántica, ayudó en la bomba atómica, desarrolló la teoría de los juegos y las bases de la primera computadora moderna. Y luego, en el último capítulo nos enseña el juego asiático del Go. Ese tablero de 19 por 19 en la que un jugador tiene un montón de fichas negras y el otro blancas.
“vivir así me enseñó una verdad humana esencial, algo que aprendí de jovencita y que nunca olvidé: se puede bailar incluso cuando el diablo está llamando a tu puerta”. Lo dice una mujer que vive en Hungría cuya familia se está forrando por la guerra. Que se lo pregunten a la familia de la película La Zona de Interés.
Y he aquí la declaración de un maestro dando clases a un von Neumann jovencito: “Cuando lo llamé, caminó hacia la pizarra y escribió una demostración completamente deslumbrante. En un segundo. Sin esfuerzo,. Sin pensar. No podía creerlo. ¡Años! Todos mis años de trabajo borrados en un segundo. Y eso que hizo… era tan hermoso, tan elegante, que recuerdo haberme preguntado a mí mismo: ¿Qué es esto? Este chico… ¿Qué clase de chico es?”.
A Neumann “lo tomó solo cuatro años obtener un título de ingeniero químico y un doctorado en matemáticas. Se graduó summa cum laude casi sin ir a clase” Mucho más de lo que consiguió Enstein.
Tipos lógicos y estrafalarios. No extraña que muchos, casi todos, estuvieran tocados del ala. “las primeras 762 páginas de su colosal tratado, Principia matemática están solo dedicadas a probar que uno más uno son dos”.
Filosofía de un sabio: “Los dioses son una necesidad biológica, tan indispensable para nuestra especie como el lenguaje o los pulgares oponibles”.
“Cómo es que había sido capaz de contemplar y proponer, con absoluta ecuanimidad, la matanza de millones de personas producto de un ataque nuclear preventivo contra la Unión Soviética, y sin embargo no podía enfrentar su propia muerte con un mínimo de calma y dignidad”. Donde va a parar: la diferencia de nuestra propia muerte con la de los demás. “El progreso no tiene cura”.
“los animales solo sienten el dolor y el placer en el presente; sus penas y glorias son puras y absolutas, brotan y se desvanecen en la corriente del devenir sin dejarlos atrapados en la cadena de sufrimiento que ata a todos los seres humanos”. Cuántas veces habré dicho esto con otras –más pobres- palabras.
Maravilloso leer los libros de Labatut, este terriblemente atractivo escritor de libros sobre ciencia, sobre la muerte.
Lo compré en una librería física cerca del Rastro. Frustrado al no encontrarlo en las mesas habituales. El tipo me dijo que era el último y que era uno de los más vendidos.
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