martes, 26 de septiembre de 2017

5 días



Dice el pobre Serrat que quienes le llaman fascista no saben lo que es el fascismo. Los jóvenes encerrados en la universidad dicen que “votan para ser libres”. Está claro que se puede vivir en universos paralelos. Muchas veces, nuestro disgusto, nuestra preocupación, la volcamos aquí, en este sitio, o allí donde creemos que podemos lanzar nuestro mensaje como si pudieran ser interpelados. No es cierto. Nuestros lamentos se disuelven en la nada.
  Pero da igual. Me lo digo a mí mismo. Quizá no estuviera mal implantar un parque temático de un régimen totalitario, de entrada barata, una dictadura virtual en el que vivir una semana, un mes. Para que vieran que están utilizando un lenguaje que no corresponde. Dicen que vivimos en un estado de excepción, un estado totalitario. ¿Cómo lo llamaremos si sucede de verdad? ¿Sin bromas? No hace falta que Montesquieu se levante de su tumba para ver que aquí se quiere liquidar el Contrato Social que tanto nos costó conseguir. Quizá el domingo me siente por la mañana en el sofá y me quede clavado en él hasta altas horas de la madrugada, igual que el 11S.
  Cuando los historiadores estudien esta crisis
 barajarán nombres y se harán un lío.
Trapote, Trapero, López, López de los Cobos, Forn, Turull, Mas, Homs.
De quién fue el primer muerto.
 

FERNANDO FERNAN GOMEZ. EL TIEMPO AMARILLO.




  Cuando envejecemos nos volvemos mucho más feos. En la portada de este libro de memorias se encuentra, imponente, la fotografía con la cara vieja de Fernán Gómez. No es más feo que de joven. Toda la vida el gesto de este actor ha dado un poco de miedo. Ojos saltones, pelo amarillo, nariz porrúa,  barba de alambre, voz de actor profundo, de hombre de las cavernas. Cuando estudiaba la EGB nuestro profe de lengua nos ponía recitados suyos del Quijote. Era muy bueno y a veces hasta le prestaba atención. A la gente le costaba acercarse pero sus amigos dicen que de cerca era uno de los seres más entrañables y divertidos que puedan encontrarse. Dice Luis Alegre, el autor del prólogo, que en 1985, durante el rodaje de Réquiem por un campesino español, se quedó durante tres semanas y solo una vez se atrevió a decirle hola. En muchas cosas coincido con sus ideas: “Fernando pensaba que era un disparate que los padres se encargaran de algo tan complicado como la educación de los hijos”. Y de si “algo me arrepiento en esta vida es el de no haberle dicho a la gente que quería hasta qué punto la quería”. Y también estoy de acuerdo en que en la infancia más tierna se pueden vivir los momentos más difíciles de la existencia. Como cuando en una pensión, con cuatro o cinco años, se cagó por la pata abajo y no sabía qué hacer con aquella mierda en el culo, esperando angustiado el regreso de su abuela. Sé de lo que habla.
  Es esta una nueva edición en la editorial Capitán Swing. Ya tengo unos cuantos y todos me han agradado.
  Fernando Fernán Gómez nació durante una turné por Sudamérica. Su madre estaba en la compañía de María Guerrero.  Como siempre estaba fuera, su madre, Fernando fue criado por su abuela. Debió ser una buena abuela pero me temo que no le hizo feliz su temperamento huraño y tacaño de aquella época. Su padre, que solo una vez contactó con él, por medio de un tercero, le dijo que no la soportaba y que fue el mayor motivo para no poder compartir su vida con su madre.
  Son estas memorias contadas de una manera un tanto desordenadas, como él mismo dice. Incide mucho en el amor, la amistad, el desamparo, la estrechez económica, la niñez tan importante, los inicios en el teatro, tan importantes y tan difíciles, la pobreza de la cultura en España y más en la época que le tocó vivir. Pensé que hablaría más de sus aventuras amorosas, de sus visitas a los clubs de alterne, de sus conquistas, pero es, fue, un perfecto caballero. Sin embargo yo me habría divertido más.
  Fernando se murió hace ya casi diez años. Parece que fue ayer como siempre se suele decir. David Trueba hizo una película, La silla de Fernando, que es como esas entrevistas que solo se publican para después de muerto. Pero en La silla se ve un Fernando vivo, gracioso, entrañable, protestón, sencillamente genial.   

lunes, 11 de septiembre de 2017

POR QUÉ NO SOY CRISTIANO. BERTRAND RUSSELL.




   Declara Savater en la contraportada que Russell fue su primera tutoría porque lo leyó antes que a nadie y que siempre le sigue siendo útil. Yo, aparte de Russell he tenido otros maestros en esto de ser ateo.  Christopher Hitchens, más histriónico y espectacular; mantuvo su fe intacta, su fe en el ateísmo hasta el último suspiro de la agonía. Periodista y ensayista británico. Daniel Dennett, filósofo y científico cognitivo estadounidense que es extremadamente claro en sus justos argumentos. Richard Dawkins, biólogo evolucionista y etólogo británico “inventor” del meme, ese gen egoísta que sí que nos domina. Sam Harris, neurocientífico y filósofo estadounidense… estos cuatro fueron los jinetes del apocalipsis que en el año 2007 grabaron su conversación de casi dos horas, se colgó en internet, y me vacunaron para siempre contra la superstición. Aunque ya tenía de por sí anticuerpos para dos o tres milenios. El humor en estas cosas de la religión también ayuda. Habría que hacer la prueba de personas que, sin estar influenciadas, pudieran escuchar el relato desnudo de lo que es la Biblia y el cristianismo.
  De Bertrand Russell he leído varios libros. Y el próximo que leeré será su Autobiografía. Mastodóntica vida pues murió anciano y, como siempre, lúcido. "En busca de la Felicidad" me pareció una delicia de sabiduría expresada con inteligencia y lógica aplastante. No me gustó tanto "El Conocimiento Humano", menos asequible, por lo menos para mis entendederas. Y este que acabo de terminar, esta explicación a través de más de medio siglo de estudiar y pensar de un ser privilegiado. Una conclusión que se podría abreviar aún si cabe: La religión no es razonable.
  “Ha habido una falta de oposición asombrosa a la mayoría de las intromisiones de los intereses eclsiásticos. Una de las razones parece ser la extendida creencia de que la religión es hoy moderada y tolerante y que las persecuciones son una cosa del pasado. Ésta es una peligrosa ilusión. Mientras muchos jefes religiosos son indudablemente sinceros amigos de la libertad y la tolerancia, y además firmes creyentes en la separación de la Iglesia y el Estado, desgraciadamente hay otros muchos perseguirían si pudiesen, y que persiguen cuando pueden”.
  “La cuestión de la veracidad de una religión es una cosa, pero la cuestión de su utilidad es otra. Yo estoy tan firmemente convencido de que las religiones hacen daño, como lo estoy de que son falsas”.
  “Mientras los sacerdotes continúen perdonando la crueldad y condenando el placer inocente, sólo pueden causar daño como guardianes de la moral de los jóvenes”.
  “El deseo de liberar al espíritu de la servidumbre de la carne ha inspirado muchas de las grandes religiones del mundo y es aún muy poderoso incluso entre los intelectuales modernos”.
  Si uno quiere entender cómo se las gastan los poderes de la Iglesia cuando son capaces de ostentarlo deben de leer cómo evitaron que Russell enseñara en la universidad de Nueva York. Me recordó a Sócrates.
  Libro imprescindible con una última lección:
  “El amor es sabio, el odio es simple”. He aquí la lección moral de este sabio irrepetible.
 

lunes, 4 de septiembre de 2017

VICTOR FRANKL. EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO.




  Ya es complicado y agotador buscar el sentido del hombre y de la vida  en circunstancias normales; más si ese hombre se encuentra desnudo en un campo de concentración a la espera de recibir una ducha o la muerte.
  Siempre se ha dicho que para un intelectual era más dura la supervivencia en un sitio donde impera el sufrimiento y la agonía. Pero este hombre salvaguardó su libertad espiritual por encima de cualquier otra consideración. Nadie le podía arrebatar eso. Y para eso hace falta tener una voluntad, una determinación de acero.
  Frankl era un psiquiatra que fundó la técnica de la logoterapia que no es curar con palabras sino precisamente buscar, con ayuda, el sentido de la vida. Se conoce que hay gente que va a una consulta profesional a pedir ayuda, a preguntar: ¿Para qué estoy aquí? ¿Qué más puedo esperar de la vida? Cuestiones ellas bastante tristes.
  Tenía muchas ganas de leer este libro aunque desconocía que abordara la cuestión de los campos de concentración. El prólogo, de José Benigno Freire, es extenso y clarificador y en él se cuenta también las vicisitudes de las primeras ediciones.
  El libro se puede dividir en dos partes: su experiencia y reflexiones en torno al campo y a la ciencia de su rama psiquiátrica. En la primera analiza las reacciones y sentimientos de los reclusos. Y lo hace a grandes rasgos. Por ejemplo cuando aborda la cuestión de la sexualidad: “La desnutrición, además de provocar la obsesión por la comida, explica quizás también la falta de deseo sexual en el Lager”. En un Lager siempre se está a la búsqueda de algo: comida, consuelo: “El el Lager sufríamos, por decirlo así, una hibernación cultural, con dos excepciones: la política y la religión”. ¿Quién habla en circunstancias normales de la religión? Solo sirve para que te den pataditas por debajo de la mesa para que te calles. En un campo debe servir para encontrar un consuelo donde todo apunta al desconsuelo.
 Aquí también se demuestra, como lo hace en el libro recién leído, de Steven Pinker, que el hombre lleva también un ángel dentro: “Los supervivientes de los campos aún recordamos a los hombres que iban a los barracones a consolar a los demás, ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fueran muchos, pero esos pocos son una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la libertad humana para el elegir el propio camino”.
  Palabras que acudían asiduamente a su mente: Dostoyevski escribió: Solo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos”. “Si hay un sentido en la vida, entonces debe haber un sentido en el sufrimiento”. Pues no lo sé, es difícil de digerir.
   Todos deberíamos preguntarnos cuál sería nuestra fortaleza moral en esas circunstancias. Quizá este libro sea un alimento imprescindible en un futuro de horror: El prisionero que perdía la fe en el futuro –en su futuro- estaba condenado. Con la quiebra de la esperanza faltaba, asimismo, la fuerza del asidero espiritual; se abandonaba y decaía y se convertía en un sujeto aniquilado, física y mentalmente”.
  “Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”. Nietzsche.
  Y un párrafo extraordinario como colofón: “La historia nos brindó la oportunidad de conocer la naturaleza humana quizá como ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es quien ha inventado las cámaras de gas, pero también el que ha entrado en ellas con paso firme, musitando una oración”.