Ya es complicado
y agotador buscar el sentido del hombre y de la vida en circunstancias normales; más si ese hombre
se encuentra desnudo en un campo de concentración a la espera de recibir una
ducha o la muerte.
Siempre se ha
dicho que para un intelectual era más dura la supervivencia en un sitio donde
impera el sufrimiento y la agonía. Pero este hombre salvaguardó su libertad
espiritual por encima de cualquier otra consideración. Nadie le podía arrebatar
eso. Y para eso hace falta tener una voluntad, una determinación de acero.
Frankl era un
psiquiatra que fundó la técnica de la logoterapia que no es curar con palabras
sino precisamente buscar, con ayuda, el sentido de la vida. Se conoce que hay
gente que va a una consulta profesional a pedir ayuda, a preguntar: ¿Para qué
estoy aquí? ¿Qué más puedo esperar de la vida? Cuestiones ellas bastante
tristes.
Tenía muchas
ganas de leer este libro aunque desconocía que abordara la cuestión de los campos
de concentración. El prólogo, de José Benigno Freire, es extenso y clarificador
y en él se cuenta también las vicisitudes de las primeras ediciones.
El libro se puede
dividir en dos partes: su experiencia y reflexiones en torno al campo y a la
ciencia de su rama psiquiátrica. En la primera analiza las reacciones y
sentimientos de los reclusos. Y lo hace a grandes rasgos. Por ejemplo cuando
aborda la cuestión de la sexualidad: “La desnutrición, además de provocar la
obsesión por la comida, explica quizás también la falta de deseo sexual en el
Lager”. En un Lager siempre se está a la búsqueda de algo: comida, consuelo: “El
el Lager sufríamos, por decirlo así, una hibernación cultural, con dos
excepciones: la política y la religión”. ¿Quién habla en circunstancias
normales de la religión? Solo sirve para que te den pataditas por debajo de la
mesa para que te calles. En un campo debe servir para encontrar un consuelo
donde todo apunta al desconsuelo.
Aquí también se
demuestra, como lo hace en el libro recién leído, de Steven Pinker, que el
hombre lleva también un ángel dentro: “Los supervivientes de los campos aún
recordamos a los hombres que iban a los barracones a consolar a los demás,
ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fueran muchos, pero esos pocos
son una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo, salvo
una cosa: la libertad humana para el elegir el propio camino”.
Palabras que
acudían asiduamente a su mente: Dostoyevski escribió: Solo temo una cosa: no
ser digno de mis sufrimientos”. “Si hay un sentido en la vida, entonces debe
haber un sentido en el sufrimiento”. Pues no lo sé, es difícil de digerir.
Todos deberíamos
preguntarnos cuál sería nuestra fortaleza moral en esas circunstancias. Quizá
este libro sea un alimento imprescindible en un futuro de horror: El prisionero
que perdía la fe en el futuro –en su futuro- estaba condenado. Con la quiebra
de la esperanza faltaba, asimismo, la fuerza del asidero espiritual; se
abandonaba y decaía y se convertía en un sujeto aniquilado, física y mentalmente”.
“Quien tiene un
porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”. Nietzsche.
Y un párrafo
extraordinario como colofón: “La historia nos brindó la oportunidad de conocer
la naturaleza humana quizá como ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad,
el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es quien ha inventado las
cámaras de gas, pero también el que ha entrado en ellas con paso firme,
musitando una oración”.
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