lunes, 4 de septiembre de 2017

VICTOR FRANKL. EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO.




  Ya es complicado y agotador buscar el sentido del hombre y de la vida  en circunstancias normales; más si ese hombre se encuentra desnudo en un campo de concentración a la espera de recibir una ducha o la muerte.
  Siempre se ha dicho que para un intelectual era más dura la supervivencia en un sitio donde impera el sufrimiento y la agonía. Pero este hombre salvaguardó su libertad espiritual por encima de cualquier otra consideración. Nadie le podía arrebatar eso. Y para eso hace falta tener una voluntad, una determinación de acero.
  Frankl era un psiquiatra que fundó la técnica de la logoterapia que no es curar con palabras sino precisamente buscar, con ayuda, el sentido de la vida. Se conoce que hay gente que va a una consulta profesional a pedir ayuda, a preguntar: ¿Para qué estoy aquí? ¿Qué más puedo esperar de la vida? Cuestiones ellas bastante tristes.
  Tenía muchas ganas de leer este libro aunque desconocía que abordara la cuestión de los campos de concentración. El prólogo, de José Benigno Freire, es extenso y clarificador y en él se cuenta también las vicisitudes de las primeras ediciones.
  El libro se puede dividir en dos partes: su experiencia y reflexiones en torno al campo y a la ciencia de su rama psiquiátrica. En la primera analiza las reacciones y sentimientos de los reclusos. Y lo hace a grandes rasgos. Por ejemplo cuando aborda la cuestión de la sexualidad: “La desnutrición, además de provocar la obsesión por la comida, explica quizás también la falta de deseo sexual en el Lager”. En un Lager siempre se está a la búsqueda de algo: comida, consuelo: “El el Lager sufríamos, por decirlo así, una hibernación cultural, con dos excepciones: la política y la religión”. ¿Quién habla en circunstancias normales de la religión? Solo sirve para que te den pataditas por debajo de la mesa para que te calles. En un campo debe servir para encontrar un consuelo donde todo apunta al desconsuelo.
 Aquí también se demuestra, como lo hace en el libro recién leído, de Steven Pinker, que el hombre lleva también un ángel dentro: “Los supervivientes de los campos aún recordamos a los hombres que iban a los barracones a consolar a los demás, ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fueran muchos, pero esos pocos son una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la libertad humana para el elegir el propio camino”.
  Palabras que acudían asiduamente a su mente: Dostoyevski escribió: Solo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos”. “Si hay un sentido en la vida, entonces debe haber un sentido en el sufrimiento”. Pues no lo sé, es difícil de digerir.
   Todos deberíamos preguntarnos cuál sería nuestra fortaleza moral en esas circunstancias. Quizá este libro sea un alimento imprescindible en un futuro de horror: El prisionero que perdía la fe en el futuro –en su futuro- estaba condenado. Con la quiebra de la esperanza faltaba, asimismo, la fuerza del asidero espiritual; se abandonaba y decaía y se convertía en un sujeto aniquilado, física y mentalmente”.
  “Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”. Nietzsche.
  Y un párrafo extraordinario como colofón: “La historia nos brindó la oportunidad de conocer la naturaleza humana quizá como ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es quien ha inventado las cámaras de gas, pero también el que ha entrado en ellas con paso firme, musitando una oración”.

No hay comentarios: