viernes, 31 de marzo de 2017

DIARIOS II. 1942-1945. VICTOR KLEMPERER




  En este volumen se concentra el derrame siniestro -lo peor- de todos  los acontecimientos que tuvo que vivir. Víctor Klemperer no tuvo la desgracia de morir en un campo. Fue de los privilegiados, pero hubo de sufrir cientos de humillaciones, hambre, frío, calor e inseguridad. Un catedrático de Universidad.
  Las últimas semanas de la guerra su mujer y el tuvieron que recorrer cientos de kilómetros hasta llegar a casa.
  Si hubiera podido preguntar algo en la presentación del libro de Rieff le hubiera hecho esta pregunta: ¿Es demasiada memoria escribir y leer… ¡dar testimonio! de lo que realmente pasó? Yo creo que no. Pero en esto, como en tantas cosas, los alemanes han sabido dar una lección de sabiduría: perdón pero no olvido.

7 de abril de 1942.
  He leído mucho a Chamberlain y me he dormido continuamente al leerlo, en parte por agotamiento general y literalmente por sensación de hambre, en parte por mi incapacidad por comprender la filosofía. Es asombroso con qué limitada capacidad intelectual he hecho carrera en la universidad (igualmente asombroso ¡Con qué pocos conocimientos de la especialidad!
  28 de junio de 1942.
  Yo cité la frase de Jules Sebba: Si no tengo más remedio que decidirme por un nacionalismo, entonces elijo el judío, que no me persigue.
  21 de julio de 1942.
  Lo peor no es el hambre, que solo produce un malestar sordo. Mucho peor es la poca comida. Después del primer bocado noto lo hambriento que estoy y el placer que procura hasta la más repugnante bazofia; y justo después de ese bocado tengo que terminar.
  24 de julio de 1942.
  Hoy la señora Hischel ha dado su nombre como el del muerto más reciente. Probablemente: Se ahorcó en prisión, como de costumbre. Yo le he dicho a mi mujer que si le anuncian mi suicidio, me han asesinado. Ella: Lo mismo me ha dicho mi marido.
  27 de julio de 1942.
  Antes se escondía el embarazo, ahora se exhibe. He leído que no sé qué negros de Australia, cuando juegan a ser elegantes llevan coquetamente el pene cogido entre los dedos. De modo parecido coquetean hoy las mujeres con sus embarazos. Exhiben el vientre como insignia del partido. … Alemania se ha convertido toda ella en una fábrica de carne y en una carnicería.
  17 de enero de 1943.
  Muchas veces salen oleadas de niños, y entonces tengo siempre la misma experiencia: los chicos mayores pasan correctamente a mi lado, los pequeños en cambio se ríen, me gritan “judío” y cosas así. De modo que a los pequeños se lo han conculcado, en los mayores ya no hace efecto.
  20 de marzo de 1943.
  Así busco refugio para los dos en los Buddenbrook y leo mucho en voz alta durante el día. ¡Que no haya saboreado del todo hasta ahora la genialidad de esta obra! ¡Que no la haya conocido inmediatamente después de su publicación sino después de la guerra mundial, en la época en que mi horizonte se iba reduciendo con la especialización! Qué raro.
  25 de diciembre de 1943.
  Stübler me dijo ayer casi literalmente: La guerra durará todavía mucho. Las reservas militares de los nazis puede que estén agotadas, pero las propagandísticas no lo están en absoluto. Yo oí hablar a Hitler en Múnich ya en 1922; el efecto que causa es inmenso. Si aquí en Dresde, el 90% de la gente estuviera contra él y él llegara hoy aquí y hablara aquí, mañana ese 90% le obedecería ciegamente.
  10 de febrero de 1944.
  He leído realmente Mi lucha (las primeras 250 páginas de 800), es tan interesante como monstruoso y deprimente: ¡ese libro estaba publicado y a ese hombre lo han hecho Fürer durante once años, hasta ahora! Eso nunca se les podrá perdonar a las clases altas alemandas. Como una especie de antídoto -¡por lo menos en un alemán decente!- trato de meterme en Emmanand Quint, que Eva ha encontrado en la biblioteca de Paulig.
  19 de marzo de 1944.
  En la manera de hacer la guerra puede que hayan equivocado los nacionalsocialistas; en la propaganda, en absoluto. Siempre tengo que acordarme de lo que dijo Hitler: que él no hablaba para profesores de universidad.
  18 de marzo de 1945.
  Breve meditación matinal, nacida de un gran amor. Se trata en esencia de que nos hemos querido y seguiremos queriéndonos durante cuarenta años, en realidad no estoy completamente seguro de que esto pueda acabarse. La nada –en tane que conciencia personal, y por lo tanto, nada real- es, indudablemente, probabilísima, y todo lo demás, improbabilísimo. Pero ¿no vivimos constantemente, desde 1914, y aún más, hasta 1933 y en los últimos tiempos de un modo masivo, lo absolutamente fantástico? Lo que antes era absolutamente inimaginable ¿no se nos ha convertido en algo normal y cotidiano? Si he vivido las persecuciones de Drede, si he vivido el 13 de febrero, si he vivido estas semanas de huida, ¿por qué no voy a vivir (o, mejor, “morir”) también que Eva y yo volvamos a encontrarnos en algún sitio, con alas de ángeles o dotados de alguna otra forma curiosa? No sólo está retirada de la circulación la palabra “imposible” sino que también “inimaginable” ha perdido toda validez.
 2 de abril de 1945.
  A adolescentes de las HJ.
  Cuando vengan los americanos, entonces por lo menos nos darán una comida decente, hemos cambiado unas palabras con algunos. Dos (sobre todo uno) me parecieron de buena familia y unos chicos formales, inofensivos. A uno, a quien regalaron aquí unas patatas, le pregunté su edad. “Quince años” ¿Van enseguida al frente? –“Solo los voluntarios”. “¿Es usted voluntario?”. Un “no” perfectamente falto de heroicidad.

  27 de abril de 1945.
  El viejo Tyroller ya me ha preguntado dos veces qué va a pasar cuando los rusos y los norteamericanos se encuentren en Berlín. Ambas veces, su voz denotaba la esperanza de que rusos y estadounidenses arremetiesen al punto unos contra otros y lucharan hasta la muerte. A tal grado de confusión los ha llevado Goebels.

  Del apartado de las notas:

  1 de junio de 1943.
  En Varsovia ha habido un baño de sangre. Desde junio de 1942, unos 12.000 judíos del gueto de Varsovia, el más grande de los guetos judíos., eran enviados diariamente a la muerte en el campo de Treblinka. El 19 de abril de 1943 unos 1100 judíos mal armados con armas que habían recibido clandestinamente, opusieron una desesperada resistencia al intento de las SS de deportar al resto de los habitantes. La sublevación preparada en secreto, duró un mes, hasta el 16 de mayo de 1943 y terminó con la completa destrucción (los alemanes tuvieron que emplear tanques y artillería pesada) del gueto y el fusilamiento de casi la totalidad de los sublevados. Los pocos supervivientes fueron deportados y gaseados en los campos de Treblinka y Majdanek.

miércoles, 22 de marzo de 2017

DAVID RIEFF. PRESENTACION DE UN LIBRO.



DAVID RIEFF.
PRESENTAN JUAN CRUZ, JOSE ALVAREZ JUNCO, MERCEDES GALLIZO Y JOSÉ MARÍA RIDAO.  
  Ayer por la tarde, 21 de marzo de 2017, fui a la presentación del libro de David Rieff, Elogio del Olvido. Sala Berstelmann. Es un hombre alto y delgado, vestido de traje oscuro y unas espectaculares botas vaqueras cuyas filigranas se ven cuando cruza la pierna y se le sube el pantalón. Gafas redondas de pasta encima de una típica nariz judía. Las manos, huesudas, parecen sufrir de alguna clase de artritis. Cuando me firmó los dos ejemplares que llevé, éste y el que dedicó a su madre, Susang Sontag, agarró el bolígrafo como si no pudiera utilizar bien sus dedos. Habla bien el castellano aunque a veces se atranca y hace un gesto constreñido, como si de súbito sufriera un gran dolor gástrico, llevándose su escurrida mano a la cabeza o al estómago.
  Empezó, la presentación, un poco más tarde de lo previsto: 19:30 horas. El título, está claro, es una provocación y hasta el mismo autor, al final, lo reconoció. Es, como se dice en la contraportada, un alegato contra nuestra pasión por el pasado. Su idea se sustenta en que, debido a su experiencia de años como corresponsal de guerra, pudo comprobar que a veces es contraproducente revisitar el pasado porque remueve rescoldos que pueden volver a acabar en fuego.
  Abrió el diálogo Juan Cruz, perfecto maestro de ceremonias; un “Zalamero”, como lo llamó José Álvarez Junco, el historiador que se sentaba a su izquierda. También estaban Mercedes Gallizo, y José María Ridao.
  En la sala, con capacidad si se quiere para 260 personas, había unas quince. De ellas unas cuantas mujeres, familiares de ellos, unas cuantas parejas jóvenes, dos o tres hombres sueltos y una fotógrafa. Nada más. Desangelado. Yo me enteré porque tuvieron colgado el anuncio en el Boomerang unos días.
  Interesantes reflexiones en cuanto a la memoria. Me pareció claro y conciso Álvarez Junco al decir por ejemplo que no existe la “Memoria histórica”. “La memoria solo es para quien ha vivido un hecho. No podemos tener memoria de la Guerra Civil ni de la de Napoleón porque no las vivimos”. Lo acepto.
  Me gustó especialmente Ridao porque fue el último en intervenir y ya se habían utilizado figuras e ideas. No tenía apuntes pero expuso sus argumentos tranquilo, de manera ordenada, simpática, didáctica. Separó la memoria como concepto en sus diversos planos: libertad individual para revisitar lo que se quiera; institucional, que, según él, es la que quieren forzar diferentes grupos con diferentes intereses. Ridao, un descubrimiento.
  Gallizo defendía que un exceso de memoria es perjudicial porque hace que no avancemos. No se lo compro.
Con la frase de Santayana: “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo” no estaban muy convencidos. El pasado, según Rieff, es utilizado muchas veces como venganza, como arma de guerra. Álvarez Junco dijo que a veces en la historia no es posible pedir, a la vez, Justicia, Paz y Verdad. Nosotros, después de una dictadura elegimos la paz y él se felicitaba por ello. Yo también, y echó pestecillas sobre los que dicen ahora, desde sus cómodas butacas, que aquello fue una cómoda componenda.
  Ridao reconoció que a veces en la vida manda más la fuerza que la cultura o la razón: “Vale más un pelotón de soldados que cien argumentos verdaderos”.
  Al final Rieff quiso delimitar quién es responsable de la Historia. Son las personas, no los pueblos. “Si extendemos la figura de la víctima, extenderemos también la del verdugo y al final se diluirán las responsabilidades”. El Verdugo, dice casi como colofón, se convierte a los ojos de los demás en él y su entorno. Y eso es como la Inquisición, o como los decretos nazis cuando arrasaban un pueblo si comprobaban que de allí era un saboteador.
  Yo, en todo el coloquio, muy interesante, tenía una idea revoloteando en la cabeza: No, nunca es demasiado demasiada memoria. Estoy acabando las casi dos mil páginas de los Diarios de Klemperer. Anota cada detalle, el bocadillo que le dieron en tal taberna cuando reventaba de hambre, el desprecio de un jefe de estación, la acogida desinteresada de unos alemanes que le cedieron incluso su cama cuando volvían a su hogar después de días y días de caminatas en junio del 45. Eso tiene que saberse. El Holocausto nunca puede ser olvidado, aunque diga Rieff que a los jóvenes de ahora casi no les importa y que se perderá ese recuerdo.  
  Concluido el evento y a pesar de que tenía un poco de corte, conseguí esperar a que terminara de hablar con Álvarez Junco y me acerqué a por la firma. Le dije que su libro sobre la enfermedad de su madre me había gustado mucho. Me repitió gracias dos veces sin más. El bolígrafo atravesaba sus dedos como si fuera sujetado por una mano artificial. La firma le costó. Estoy seguro, segurísimo, que no escribe a mano. No puede.
 

sábado, 11 de marzo de 2017

DIARIOS I. 1933-1941. VICTOR KLEMPERER




   Después de mucho buscarlos (los editó Galaxia Gutemberg en el 2003) al fin pude conseguirlos a un precio más que razonable. Eran caros cuando salieron y en el mercado de segunda mano rondaban los ochenta euros por volumen. Precio prohibitivo. Sin embargo en una librería de Vigo, por internet, los vi a 28 euros los dos volúmenes. Era tan increíble que llamé al dueño y, después de garantizarme que los tenía en la mano y que, efectivamente, era el precio que veía en pantalla, los encargué. Y, como dice el prólogo, es un ejemplo de cómo se vive la historia, la trágica historia en vivo, acontecimientos que no sabes si te van a costar el patrimonio o la misma vida.
  Este volumen al igual que el segundo tiene cerca de novecientas páginas: lo quiere contar todo, que no se le escape un detalle, un agravio o una historia; un apunte para luego recordar y dar testimonio. Es difícil pensar que una sociedad avanzada como la alemana, la de la filosofía, la de Bach, la de la ciencia y la industria, pudiera llegar a ese grado de bajeza moral. ¿Bajeza moral? Quizá la ausencia de ella: la practicidad llevada al extremo.

He estrenado una agenda Myrga del año 2000 para ir anotando cada frase que no quiero olvidar.

Leo en la anotación del día 23 de diciembre del año 1933 que lleva días leyendo María Antonieta de Stefan Zweig; al lado tengo el viejo ejemplar de Zweig heredado de no se sabe quién (Ed. Juventud, año 1967). Dice que es el mejor libro de él. Leo el antepenúltimo capítulo, El último viaje, los pormenores de la ejecución, la elección del vestido, la amarga última sopa, la subida al cadalso, el fulgor de la cuchilla, la cabeza luego entre las piernas mientras avanza la carreta empapando la tierra de sangre. Qué certero es el austriaco para describir atmósferas e interiores del ser humano. Qué grato ha sido recordar la dicha que me produjo este libro leído hará ya más de veinte años.  

  Víctor Klemperer comenzó a anotar palabras y frases a propósito del modo de expresarse en el Tercer Reich, del modo en el que iba cambiando el lenguaje. Muchas veces, leyendo a Talleyrand, dice cuánto hay de paralelismo entre ambas épocas. Quizá en un futuro cercano un diarista escriba el paralelismo entre la época de Hitler y la de Trump. En la Alemania nazi se fue suprimiendo cualquier oposición hasta que la masa lo vio como una normalidad. Pero, peligro, a todo se acostumbra uno. Klemperer perdió su casa y en la que le asignaron, una minúscula vivienda de dos habitaciones (tuvo que dejar sus libros en la casa), puso una maceta en la terraza y hasta siguió escribiendo sus obras (La lengua del Tercer Reich entre otras). A Trump le va a costar más; de momento hay wasap, twiter, Face, Istagram, etc etc etc. ¿Tendrán previsto los estados “apagar” internet en caso de conflictos graves? Me temo que sí.
   A propósito de Klemperer y EEUU: “Son un pueblo nuevo, y son un pueblo, uno, aunque compuesto de una mezcla de sangres, de tribus, de culturas; la refutación más contundente de la teoría nacionalsocialista de la raza”.
 
  7 de abril de 1933.
… por primera vez en mi vida tengo un odio político contra una colectividad (en la guerra, no), un odio mortal. En la guerra yo estaba bajo la ley: ley marcial, pero ley; ahora estoy a merced del despotismo.

19 de agosto de 1933.
  El 13 de agosto estuvo Annemarie en casa. Contó algo cohibida que un compañero que lleva el brazalete con la cruz gamada le había dicho: ¿Qué va a hacer uno? Esto es como las compresas de las señoras, muy molesto pero imposible de evitar.

  Klemperer pide a Munich un certificado de haber combatido en la Guerra. Por fin lo recibe porque le habían apremiado a presentarlo. Del 19-11-15 al 19-2-16, pero dice que en realidad estuvo hasta el 4-4-16, gracias a sus anotaciones. De todas formas, dice, no piensa reclamar.

  9 de octubre de 1933.
  El nacionalsocialismo, dice ella (su mujer, aria) más exactamente la actividad de los judíos frente a él (Hitler) la convierte en antisemita.

  22 de octubre de 1933.
  Esta tarde le solté a Blumenfeld un apasionado discurso sobre el deber de la disposición  interior, sobre el deber de no dejar que se apague el odio una sola hora.
  Sin libertad no hay democracia porque basta con que todo el mundo crea en la violación del secreto y que, por tanto, tenga miedo.

 12 de diciembre de 1933.
Hace cosa de veinte años un dentista intentó en vano extraerme un raigón. Cuando di un bote en el asiento, me explicó indignado que aquello era mucho más duro para él que para mí: yo sólo tenía que quedarme allí quieto.

13 de mayo de 1934.
  La masa se traga todo lo que le cuentan. Si durante tres meses obligan a todos los periódicos a afirmar que no ha habido guerra mundial, la masa se creerá que no la hubo. Eso es lo que yo opino desde hace mucho tiempo.

14 de julio de 1934.
  Se ha presentado una dificultad del género cómico: el reglamento del Tercer Reich para la edificación contempla sólo casas “alemanas” y los tejados planos “no son alemanas”.

23 de julio de 1934.
  Se me ocurren muchísimas cosas, por haber leído tanto a Voltaire toda mi vida. Creo que va a resultar un capítulo muy serio. Y será el Fürer quien me proporcione las ideas fundamentales.

23 de marzo de 1936.
  No soy un dictador, sólo he simplificado la democracia. Hitler.

12 de septiembre de 1937.
  Los judíos asesinan a España, los judíos son un pueblo de delincuentes, todos los delitos son obra de los judíos. Goebbels.

10 de agosto de 1938.
  A partir del 1 de octubre se prohíbe ejercer a todos los médicos judíos y más medidas. Tampoco pueden trabajar como arenderos, así que ya pueden morirse de hambre.

  11 de agosto de 1940.
  Han suprimido y prohibido el teléfono (ella sostiene cada día interminables conversaciones telefónicas con amigos y parientes) a todos los judíos.

  20 de enero de 1941.
  Son un pueblo nuevo (el norteamericano) y son un pueblo, uno, aunque compuesto de una mezcla de sangres, de tribus, de culturas; la refutación más contundente de la teoría nacionalsocialista de la raza.

23 de junio de 1941.
  ¡La compasión es una cosa tan mezquina! Puedo torturarme queriendo sufrir con el otro, y no lo consigo. ¿Te acuerdas, Eva, cuando estuviste enferma, cuando y sabía que estabas en el quirófano, en la pieza contigua? Quería sufrir contigo, y mis pensamientos se desviaban, hubiera querido darme de bofetadas por mi falta de sentimientos y mis pensamientos se iban aquí y allá, a lo accesorio, a lo egoísta: en realidad no sufría contigo. ¿Cómo podía saber yo antes lo que era la prisión, lo que es una celda? Sólo en aquel segundo en que se cerró la puerta, en que cayó el gancho lo supe con una angustia sin nombre.

  23 de junio de 1941 (2).
  Ojalá pudiera comprender por qué millones de personas que tienen el mismo nivel de cultura que yo, la misma capacidad especulativa, perseveran en la fe real, con un Dios y con un más allá. ¿Soy distinto de ellos, peor o mejor, más tonto o más listo? ¿Me falta la gracia o les falta a ellos? Porque no es posible que todos finjan conscientemente o por autosugestión.

  23 de junio de 1941 (3).
  …Luego sacó un pequeño lapicero del bolsillo y lo miró. “Voy a afilarlo y a buscar una hoja de papel”. Y en efecto, trajo enseguida las dos cosas (el carcelero). En el mismo instante, mi mundo había cambiado tanto como unos días antes, cuando se cerró la puerta de la prisión.

  23 de junio de 1941 (4).

  “Cine”. Pero ahora recordé la teoría de Addisores el placer que produce el drama consiste en que no vive cosas horribles sabiéndose a salvo.
  23 de junio de 1941 (5).
  ¿Soy un inculto? La vieja y divertida definición: cultura es cuando se sabe qué libro hay que consultar. (…) Cultura es capacidad de orientación.
  Al empezar el curso me gustaría ponerle a los estudiantes esta tarea: “Escriba durante diez minutos todos los apellidos famosos que se le ocurran, de cualquier campo. (Deporte, literatura, cine o guerra) de cualquier país, de cualquier época, y así sabría al momento con qué alumnos tengo que entendérmelas.

  8 de septiembre de 1941.
  Paul; nos contó (parece que es verdad, y si no lo es o sólo a medias, el mismo hecho que circule esa historia es característico) que en la Ammonstrasse un matrimonio se entera estos días de que sus cuatro hijos han caído todos en Rusia. El padre se ahorca, la madre arroja por la ventana al patio la fotografía de Hitler. Media hora más tarde, van a detenerla.