martes, 28 de abril de 2015

28 de abril de 2015 y otro de viaje.



   

  En un programa de radio se habla de sexo; más bien de la ausencia de sexo, de las personas que voluntariamente o por circunstancias no tienen sexo. Viene a cuento porque un actor de Hollywood ha dicho que lleva cuatro años sin hacerlo con una mujer. Adriansens dice que eso es imposible y hace mención a la masturbación y a la imaginación. La imaginación es algo tremendamente poderoso en el ser humano. Dice, y le doy la razón, que cuando una persona se masturba imagina cosas que nunca haría en la realidad y que nunca, jamás, querría hacer. Otra faceta en la que la mente trabaja a toda máquina es en el tema de la violencia. Hoy he tenido un incidente con la bicicleta. Yo quería ir a la izquierda en un cruce y tenía un ceda el paso. Un coche quería pasar y al verme hacer la maniobra ha acelerado. He logrado esquivarlo como hacen los caballos con los toros, en un requiebro. Hemos parado justo encima de la marca en el suelo y la ha señalado. Le he dicho, con una gran tensión, que ha actuado mal acelerando. Nos hemos insultado por algunos segundos y cada uno ha tirado por su camino. He creído notar que podría haberme seguido y entonces he imaginado escenas de tanta violencia que, cansado como venía –estaba llegando a casa- me han entrado unas fuerzas que no sentía desde hace tiempo. La ira y la furia. En mi cabeza he golpeado a esa persona, que yo no conocía, contra el suelo hasta matarlo. ¿Por qué? Me considero una persona pacífica y racional;  sensata. ¿Por qué surge todo ese odio en tan poco espacio de tiempo y con alguien tan ajeno? 

Anoche vi un documental estupendo de Werner Herzog. Encuentros en el fin del Mundo. El director se traslada a una comunidad científica en la Antártida y allí graba unas escenas maravillosas de la naturaleza (sobre todo las acuáticas) y entrevista a diferentes personajes: desde conductores de camión hasta expertos científicos. Todo envuelto en una banda sonora que mezcla canciones, música rara y el sonido que hacen las focas cuando discurren debajo del hielo, que viene a ser casi lo mismo. También nos cuenta historias de lo acaecido en tan insoportable lugar (“nada más llegar ya quería salir de allí”). Hubo dos cosas que me gustaron especialmente de las cosas que se dicen:
1.- Un científico analiza las muestras que sacan de las profundidades del mar. Dice que allí hay criaturas de aspecto horrible, gusanos con garfios en la boca, arañas con garras afiladas, etc. “Posiblemente el ser humano salió del agua huyendo de esa espantosa amenaza”. Nosotros sencillamente no somos ahora una dieta que valga para ellos porque hemos crecido en tamaño y llevamos el neopreno”. Y sigue: “Encontré unos erizos que tienen un gusano parásito viviendo en el ano. Es un gusano escarlata muy bonito pero me parece un modo horrible de ganarte la vida”.
2.- Un científico lleva veinte años observando una colonia de pingüinos. Es solitario y taciturno. No habla jamás con nadie pero acepta un pequeño diálogo con el director alemán. Herzog le pregunta si alguna vez ha observado algún comportamiento homosexual en algún ejemplar (él es así). El científico dice que a veces ha visto tríos en el que dos machos compartían hembra y empo_llaban los mismos huevos. Sí decía que había observado comportamientos extraños, parecido a la locura. No que se dieran golpes contra una roca “pero a veces se desorientan. En vez de ir hacia el mar un individuo se adentra en dirección contraria hacia el interior. Le espera un recorrido de cinco mil kilómetros de la más pura nada; es decir, hacia una muerte segura. No se sabe por qué hace eso”. 

  Y hablando de animales, acabo de terminar Seis meses en Nueva Zelanda, Australia y Malasia, de Gerald Durrel. Casi todo el mundo con algo de edad habrá oído hablar de Durrel como el autor de Mi familia y otros animales. En ese divertidísimo libro cuenta sus vivencias en la Isla griega de Corfú y sus primeras experiencias con los animales. La gran virtud es que habla de ellos como si fueran amigos suyos. Tiene un gran poder de observación y sus comparaciones son tan graciosas como un sevillano gracioso. “Un doctor de la Real Academia de Ciencias británica y la sucursal de Otago hicieron todo lo posible para proteger a los pájaros de intervenciones de dos tipos: del tipo de personas que robaría los huevos o le tiraría piedras al nido o a los pájaros (y el alto porcentaje que esta clase de imbéciles en el mundo es extraordinaria…)”. “Para entonces se podían ver las copas de los árboles con bastante claridad, y se acercaban a una velocidad alarmante. Justo cuando ya había aceptado la muerte como resultado inevitable de las maniobras del piloto y los árboles estaban a poco metros de distancia, una estrecha grieta (no merece otro nombre) apareció en la ladera, y hacia ella nos dirigimos”.
  No está mal. Pero he de reconocer que me he reído más con Bryson en las Antípodas. Éste, diré en su descarga, fue uno de los ejemplares que me costó treinta céntimos. Por ese dinero unas horas de placer.

domingo, 26 de abril de 2015

26/04/2015






  Diez de la mañana. Aunque llueve mansamente y renuncio a salir con la bici, decido caminar por el bosque de alcornoques y encinas del monte de Boadilla, cerca de mi casa. Todo está empapado con un rocío de agua limpia y ligera.  Apenas hay nadie, si exceptuamos  algún valiente corredor o un hombre mayor con su perro y su paraguas. Al poco de emprender la caminata y entre lo más solitario del bosque me ha venido un olor ancestral a lápiz recién afilado; a madera fresca de pino. Algunos conejos, gordos y lustrosos, –saben que viven en la estación del año más espléndida para ellos- salen a mi paso con carreras saltarinas de buena salud. Lo que debería haber sido tres horas de marcha alegre se ha reducido a la mitad por culpa de la persistencia del agua. Empezó a arreciar y tuve que enfilar rápido el camino del coche. Pero me ha dado tiempo a escuchar dos conferencias de ese baúl inmenso que es la Fundación Juan March: Una conferencia apasionada entorno a los libros y la literatura de Gustavo Martín Garzo y una conferencia sobre el Padre Bartolomé de las Casas del profesor Bernat Hernández. Es la manera más útil de hacer ejercicio que he encontrado sin tener la sensación de perder el tiempo. Es otra forma, incluso más activa y feliz, de seguir leyendo.
  La conferencia de Bartolomé de las Casas –en realidad dos, aunque la primera ya la había escuchado hace poco-, daría para una entrada en exclusiva. Solo apuntar que se hace eco de un escrito de Azorín sobre las Indias. Decía que tenía muchos libros encima de la mesa para escribir algo sobre la colonización y que uno de los libros era La Gitanilla de Cervantes. En realidad en esa novela Ejemplar sólo hay una frase en la que se nombre algo de las Américas. Un personaje le dice a otro la siguiente frase: “Te voy a lardear como un indio fugitivo”. Lardear es untar o envolver algo con grasa de cerdo antes de asarlo. (He buscado la frase en mi ejemplar y en realidad dice): “y si de aquí a dos horas la conociere, que me lardeen como a un negro fugitivo”.  Bueno para el caso es lo mismo y es ciertamente una frase sintomática e ilustrativa para saber cómo se las tenían nuestros antepasados con los pobres indios o negros.
  Hace gracia saber que en aquellos tiempos se firmaban documentos eclesiásticos para determinar si eran o no seres humanos las gentes que se encontraban en las nuevas tierras y si era o no menester meterles el evangelio de manera pacífica y razonada, como defendía el dominico Bartolomé, o a la fuerza y con sangre entra de, por ejemplo, Juan Ginés de Sepúlveda.
  Comentando este tema con un conocido a través del Face me ha dicho: “Sí, todos sabemos de qué pie cojeaba Bartolomé de las Casas”. Y entonces le he soltado que a ver si lo va a acusar, también, de pertenecer a Podemos. Y ha zanjado: “No des ideas a ver si lo mete en la campaña electoral”.

sábado, 25 de abril de 2015

LA VIDA LENTA. DIETARIO. 1956, 1957, 1964. JOSEP PLA.





  


 

  Me acabo de enterar que Pla murió un 23 de abril de 1981. Quizá para dejar su impronta certera y con retranca: ¡¡Ahí queda eso!! Leyendo sus inéditos diarios, La vida lenta, he pensado que sí, que a los que nos gusta leer a un autor querido nos gusta leerlo todo de él. De Pla, como en los cerdos, se puede aprovechar todo, pero estos dietarios, anotaciones hechas en una agenda para uso exclusivo de ayuda a su memoria, son casi casquerías. Sí, muy apetitosas, pero sin la gracia que demostró el maestro durante tantas miles de sus páginas escritas. Me gusta que me cuente que quedó a cenar con Néstor Luján, vale, pero también me gustaría saber de qué hablaron, si de libros o de bellas señoritas casquivanas. Uno acaba hartándose un poco de sus anotaciones diarias sobre el clima, sobre que está muy fatigado, sobre que tiene fiebres eróticas pensando en A., sobre el olor a alfalfa. Repito que me gusta no obstante pero…, resulta cansino. El Cuaderno Gris es el resultado de pasar estos apuntes por el colador de la literatura, del desarrollo y el estilo. Aquí sólo hay apuntes del natural; sin una pizca de color.
Otra vez vuelven a coincidir algo aparecido en la prensa con algo leído en el libro que acabo de terminar. De rabiosa actualidad, como se suele decir. La sentencia aparecida en el periódico es el del siempre lúcido El Roto.
“¡No saben el tiempo y el esfuerzo que lleva el no hacer nada”.
Se ve a un ejecutivo o a un político (ya casi son lo mismo) sentado en su oficina en actitud ociosa. Y la frase del libro es una de las pocas cosas resaltables del dietario del ampurdanés. El director de un periódico, del Bilbao, le dice:
“No se hace idea de la cantidad de langosta que tengo que comer para ganarme la vida”.
  Cuando publiquen sus listas de la compra me pensaré seriamente si merece la pena su lectura. No todo vale en la casa de un genio como el ampurdanés. Y que no engañen a sus futuros lectores con un excelente prólogo como el de Xavier Pla. Demasiadas expectativas. Cada vez desconfío más de esos editores que rebuscan hasta en la basura para encontrar cualquier cosa que haya dejado escrita.