domingo, 19 de abril de 2015

19 de abril de 2015




  Mañana luminosa y bulliciosa en el Rastro. He llegado en el metro leyendo el dietario de Pla recién editado. 1956, 1957 y 1964. En cada entrada un apunte sobre el clima y otro sobre lo que ha dormido o sobre lo que ha dejado de dormir, el insomnio. Lo del insomnio no me extraña: “13 de septiembre… Llego a casa cansado de hablar y a las diez y media estoy en la cama”. “14 de septiembre… La masía. Me levanto a las dos y media… Voy a Palafrugell a media tarde y me despido de Bonal…”. Cómo no va a sufrir de insomnio durmiendo tantas horas. Ya no recuerdo la última vez que dormí seis horas seguidas. Me gustan sobre todo las entradas que hablan de gastronomía o de los libros que lee.
  Las calles están llenas de gente. He quedado con mi hermano y con V. y su chica en el mercado de San Fernando. Un domingo al mes lo llenan de música cubana. Está a reventar. A pesar de que es grande el sitio y de que tiene los techos altísimos se puede mascar la atmósfera impregnada de cerveza. Pero es agradable. La cerveza es de calidad superior: nos tomamos una doble malta rubia y otra morena.
  Voy solo a dar una vuelta por el interior porque he leído en internet que tienen un puesto de venta de libros al peso. Es exactamente eso: donde podrían vender pescado o tomates, venden libros que una vez elegidos los pesan en la báscula a diez euros el kilo. A pesar de que veo algo interesante como uno de relatos de Ramón J. Sénder decido no comprar nada. Me da pena. Un poco de dignidad.
Hay tanta gente bailando que no se puede entrar en la pista a pesar de que hay infinidad de mujeres dispuestas a dar unos pasos. Le comento a mi hermano que si no como me voy a empezar a marear. Una chica me escucha y me acerca un trozo de empanada. Amabilidad y simpatía. Nos reímos mucho. Hay algunas mujeres realmente hermosas en las que la proporción entre la cintura y las caderas es imposible, maravillosa. Lo saben y lo explotan, claro. Mi hermano me presenta a una mujer de mediana edad diminuta; rozando el enanismo. Pero tiene un encanto y una seguridad en sí misma que asombra. Me gusta el sitio. A las tres se acaba la música y decidimos tomar algo por ahí. V. conoce un sitio algo cutre pero en el que ponen unos calamares deliciosos. Buenos y con patitas, como dice mi madre. Una ración cada uno con abundante cerveza y un pan delicioso. No necesito más. Luego vamos a tomar un café a otro sitio y un trozo de tarta de queso. Allí nos encontramos con M. la hija de B., amigo de la infancia de mi padre, y una amiga suya, a la que no veía desde hacía décadas. Estamos cambiados pero nos decimos con sinceridad que nos mantenemos. Diálogo agradable. Les decimos que dentro de un mes volveremos al mercado de la salsa. Nos prometen que irán aunque confiesan que no saben bailar. Es igual, merece la pena por el ambiente; y por la cerveza.
  Después de un agradable paseo regreso a casa en metro. Un buen día que todavía no ha acabado. Ahora clase de bachata y salsa. Menos mal que mañana es lunes, nos adentraremos en la rutina y podremos descansar.  

No hay comentarios: