Anoche cenamos unos amigos en el O´carro. Calamares, gambones y otras viandas, regado con un más que aceptable caldo de Ribeiro. Salió la conversación sobre lecturas recientes y les dije que esa misma tarde había terminado de leer un libro ya para mí imprescindible: la biografía de un ser humano irrepetible y del que he leído en estos dos últimos años cientos de páginas llenas de gozo. Porque una de las cosas extrañas de este personaje real es que es a la vez un hombre de cultura; un erudito, y a la vez un hombre de acción: un viajero incansable con un poder de observación y un poder de seducción realmente admirable: uno siente envidia de todos los que han pasado por su vida, por ejemplo Dolores Payás, la traductora que pasó bastantes jornadas con él para una extensa entrevista que dio lugar a un librito: Drink Time (por cierto que no la nombra ni una vez). Nadie en la cena había escuchado una palabra sobre él. Sólo J. aficionado a la historia había escuchado algo sobre el episodio novelesco del secuestro del general alemán Kreipe del que ya dije algo en el libro de A. Beevor, La batalla de Creta. “seguramente siempre será recordado como uno de los mejores hombres que han existido”. Jan Morris.
La biografía está escrita por Artemis Cooper,
la que precisamente es mujer del historiador británico. Ella misma confiesa que
estuvieron a punto de emprender la tarea de forma conjunta pero los compromisos
con sus libros de Historia lo impidieron. Pero creo que el resultado ha sido
igualmente deslumbrante. Si alguien quiere introducirse en el mundo grandioso
de Paddy sin leer ninguno de sus libros, este es el mejor camino. La biografía
está documentada y narrada con la tradición de las grandes biografías
anglosajonas. En el mundo latino no hay esa tradición pero creo que últimamente
se está arreglando: Baroja, Ortega, etc.
Es extensa y llena de encanto. El personaje,
Paddy, fue un chico rebelde, inadaptado, posiblemente un superdotado aburrido
en las plúmbeas instituciones escolares, expulsados de distintas escuelas. Su
padre estaba destinado siempre fuera como geólogo y su madre también estaba
ausente la mayor parte del tiempo. Cuando apenas cumplió dieciocho años y
después de un intento de hacerle pasar por la tortura de una preparatoria
paramilitar, decidió marcharse de Inglaterra, llegar hasta Holanda en barco y
desde allí emprender un viaje a pie por toda Europa. Nació en 1915. Si sumamos
18 más vemos que nos plantamos en 1933; justo con la llegada de Hitler al
poder. Él siempre dijo que, a pesar de ser un gran observador, no supo darse
cuenta de en qué se estaba embarcando el mundo en todos esos años.
Paddy era tan
encantador, debía ser tan buen conversador (un buen conversador es siempre
también un buen escuchador) que era capaz de hacerse amigo de una princesa, un
embajador, un labrador o un pordiosero. De todos se hacía amigo. Fue aceptado
en las más lujosas de las mansiones y en los establos más humildes. Estuvo
viviendo largas temporadas con monjes trapenses o dominicos. Tuvo un gran amor
toda su vida, Joan, lo que no le impidió tener infinidad de amantes: mayores y
más jóvenes que él. Amistades que le duraron décadas, como las que hizo en la gran
guerra como oficial de inteligencia. Según un Teniente Coronel que tuvo en su
época de instrucción, era un desastre como mando de tropas pero con una gran capacidad
para los idiomas y para establecer suculentas relaciones entre tipos
variopintos de la resistencia anti nazi.
Muchas veces me he identificado con sus
gustos como en este párrafo: “Detesto irme de aquí para regresar al melancólico
y viejo París –le escribió Paddy a Diana el 14 de marzo-. Y al llegar allí lo
que más desearía en el mundo sería estar sentado frente al fuego contigo,
charlando sobre mataderos y ejecuciones públicas y otros asuntos agradables…”.
Una nota de suicidio
colectivo aparecida en el libro: “En Suli, Paddy abandonó al resto del grupo
durante dos días para subir a pie el barranco de Zalongo. Cuando en 1808 Suli
cayó en manos de Ali Pasha, las mujeres y los niños huyeron del pueblo y
atravesaron las montañas hasta llegar a ese despeñadero. Se encaminaron hacia
el borde del barranco y se precipitaron al vacío con sus hijos”.
Me ha gustado tanto el libro que cuando he
llegado al final, que coincide con la muerte de Paddy, hace solo cuatro años, el
10 de junio de 2011, se me han saltado las lágrimas. Y pocas veces me ha
ocurrido eso leyendo un libro: tan solo con la muerte de El Quijote y poco más.
Ahora no hago más que esperar el momento de
comprar y leer otro de sus libros o sobre él (me quedan pocos): Mani y el
librito mencionado de Payás, El árbol del viajero... Y para intentar curarme de
la añoranza del tiempo vivido en su compañía qué mejor que adentrarme en los
dietarios de Pla. Hasta la vuelta.
Ah!! Si
pudiera visitar alguna vez su casa en Kardamyli…
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