jueves, 28 de abril de 2011

JACKES RIGAUT


Nació este escritor en 1899, suicidándose en 1929.
Lo primero que me ha llamado la atención al leer cosas de este surrealista francés es saber que, además de no tolerar el dolor, tampoco soportaba la ausencia de placer. Era otro de los que pensaba: “o todo o nada”. Para él la vida no era otra cosa que una preparación para el acto del suicidio.
Drie la Rochelle le convirtió en personaje de dos de sus novelas. Tenía que ser un personaje extraño, la verdad, porque entre otras cosas, tenía la manía de acercarse a la gente y sin que se dieran cuenta, arrancarle los botones. Tenía una colección enorme, sobre todo de botones dorados de policía.
En su obra Agencia Central del Suicidio, podemos leer:
"Intento responder de mis veinticuatro horas, de mis setenta arrugas, de mis treinta años, de mis presagios, de mis amores y de mis deudas, de mis soledades y de mis contactos, del más y del menos. No hay más solución que plantear el problema y detenerse. Quien dice: "No hay respuesta", se condena. Los que no hayan respondido que abandonen el juego: la partida continúa con los que siguen buscando."
Dormía siempre con un revólver debajo de la almohada en la clínica de desintoxicación donde se encontraba. El 5 de noviembre se levantó de la cama, se arregló como para asistir a una cita, se acomodó en su cama entre almohadones y se pegó un tiro en el corazón.

viernes, 22 de abril de 2011

Síndrome de Florencia


“Se le denomina así por el famoso autor francés del siglo XIX Stendhal (seudónimo de Henri-Marie Beyle), quien dio una primera descripción detallada del fenómeno que experimentó en su visita en 1817 a la Basílica de Santa Cruz en Florencia, Italia, y que publicó en su libro Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a Reggio:
“Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”.
Aunque ha habido muchos casos de gente que ha sufrído vértigos y desvanecimientos mientras visitaba el arte en Florencia, especialmente en la Galleria degli Uffizi desde el principio del siglo XIX en adelante, no fue descrito como un síndrome hasta 1979, cuando la psiquiatra italiana Graziella Magherini observó y describió más de 100 casos similares entre turistas y visitantes en Florencia, la cuna del Renacimiento, y escribió acerca de él.

El síndrome de Stendhal, más allá de su incidencia clínica como enfermedad psicosomática, se ha convertido en un referente de la reacción romántica ante la acumulación de belleza y la exuberancia del goce artístico.” De la Wiki.

domingo, 10 de abril de 2011

RYNOSUKE AKUTAGAWA


Durante el último año de su vida, este escritor japonés permaneció encerrado en su habitación; a oscuras. Debió estar meditando, sumergido en un torbellino de depresión, la forma de poner fin a su vida. Una determinación que ya había mostrado en la carta que dejó a un amigo: “Una vez tomada la decisión de suicidarme (yo no lo veo en la forma en que lo ven los occidentales, es decir como un pecado) me resolví por la forma menos dolorosa de llevarlo a cabo”. Él ve como sistema más práctico el hacer uso de las drogas, y así, el 24 de julio de 1927 se tomó una dosis mortal de veronal. Tenía treinta y cinco años.

Su madre murió cuando era un crío: se volvió loca. Su padre lo entregó en adopción a una tía. Ésta lo torturó durante su niñez diciéndole que tenía la enfermedad mental de su madre. Fue un escritor atormentado, claro.

Otro extracto de su última carta:

...“El mundo en el que estoy ahora es uno de enfermedades nerviosas, lúcido y frío. La muerte voluntaria debe darnos paz, si no felicidad. Ahora que estoy listo, encuentro la naturaleza mas hermosa que nunca, paradójico como suene. Yo he visto, amado, entendido mas que otros, en ésto tengo cierto grado de satisfacción, a pesar de todo el dolor que hasta aquí he soportado”.

No hace mucho vi la película de kurosawa “Rashomon” basada en textos de Akutagawa. La película comienza con un personaje solitario en unas ruinas, las ruinas de la puerta del castillo de la era Hein en Kioto. Llueve sin parar y de una forma torrencial. Diferentes personajes van desfilando ante el tribunal contando su versión de los hechos –un asesinato, una violación-. La condición humana no sale bien parada.

Al poco de su muerte un amigo consiguió que el premio literario de más prestigio en Japón llevara su nombre.

viernes, 1 de abril de 2011

01 de abril de 2011


Ayer me di un atracón de Michel Onfray. He visto en el kiosco su Tratado de ateología y estuve toda la tarde subyugado por su clarividencia.

Un párrafo:

“La credulidad de los hombres sobrepasa lo imaginable. Su deseo de no ver la realidad, sus ansias de un espectáculo alegre, aunque provenga de la más absoluta de las ficciones, y su voluntad de ceguera no tienen límites. Son preferibles las fábulas, las ficciones, los mitos, los cuentos para niños, a afrontar el desvalimiento de la crueldad de lo real que obliga a soportar la evidencia de la tragedia del mundo. Para conjugar la muerte, el homo sapiens la deja de lado. A fin de evitar resolver el problema, lo suprime, ingenuo y necio, sabe que es inmortal, que sobrevivirá a la hecatombe universal”.

Una leve certeza: Todo el cotarro se sostiene por los errores del ciudadano. Cada vez hay menos trasplantes por la falta de accidentes de circulación y de trabajo. Apenas se recauda por las multas porque cada vez más los urbanitas cumplen las normas. ¿Es viable una civilización en la que todos los ciudadanos cumplan estrictamente los dictados que emanan del mismo estado o irá éste subiendo el nivel de esfuerzo y exigencia? No sé; al menos comienza el mes de abril.

Esta mañana efemérides de Nieves Concostrina en RNE. En 1843 se casaron los siameses Chan y Shien. Estaban cosidos por el esternón y llevaban años viajando por el mundo con mucho éxito. Se casaron con unas hermanas gemelas. Contra todo pronóstico fueron felices y tuvieron muchos hijos. Montaron dos casas en una parcela familiar. Cada tres días, los siameses se mudaban. El matrimonio duró treinta y un años. Una mañana, uno de ellos apareció muerto. Se puede calcular el terror. El otro murió ese mismo día.