Diez de la mañana. Aunque
llueve mansamente y renuncio a salir con la bici, decido caminar por el bosque
de alcornoques y encinas del monte de Boadilla, cerca de mi casa. Todo está
empapado con un rocío de agua limpia y ligera. Apenas hay nadie, si exceptuamos algún valiente corredor o un hombre mayor con
su perro y su paraguas. Al poco de emprender la caminata y entre lo más
solitario del bosque me ha venido un olor ancestral a lápiz recién afilado; a madera
fresca de pino. Algunos conejos, gordos y lustrosos, –saben que viven en la
estación del año más espléndida para ellos- salen a mi paso con carreras
saltarinas de buena salud. Lo que debería haber sido tres horas de marcha
alegre se ha reducido a la mitad por culpa de la persistencia del agua. Empezó
a arreciar y tuve que enfilar rápido el camino del coche. Pero me ha dado
tiempo a escuchar dos conferencias de ese baúl inmenso que es la Fundación Juan
March: Una conferencia apasionada entorno a los libros y la literatura de
Gustavo Martín Garzo y una conferencia sobre el Padre Bartolomé de las Casas
del profesor Bernat Hernández. Es la manera más útil de hacer ejercicio que he
encontrado sin tener la sensación de perder el tiempo. Es otra forma, incluso
más activa y feliz, de seguir leyendo.
La conferencia de
Bartolomé de las Casas –en realidad dos, aunque la primera ya la había
escuchado hace poco-, daría para una entrada en exclusiva. Solo apuntar que se
hace eco de un escrito de Azorín sobre las Indias. Decía que tenía muchos
libros encima de la mesa para escribir algo sobre la colonización y que uno de los
libros era La Gitanilla de Cervantes. En realidad en esa novela Ejemplar sólo
hay una frase en la que se nombre algo de las Américas. Un personaje le dice a
otro la siguiente frase: “Te voy a lardear como un indio fugitivo”. Lardear es untar
o envolver algo con grasa de cerdo antes de asarlo. (He buscado la frase en mi
ejemplar y en realidad dice): “y si de aquí a dos horas la conociere, que me
lardeen como a un negro fugitivo”. Bueno
para el caso es lo mismo y es ciertamente una frase sintomática e ilustrativa
para saber cómo se las tenían nuestros antepasados con los pobres indios o
negros.
Hace gracia saber que en aquellos tiempos se firmaban documentos eclesiásticos
para determinar si eran o no seres humanos las gentes que se encontraban en las
nuevas tierras y si era o no menester meterles el evangelio de manera pacífica
y razonada, como defendía el dominico Bartolomé, o a la fuerza y con sangre
entra de, por ejemplo, Juan Ginés de Sepúlveda.
Comentando este tema con un conocido a través del Face me ha dicho: “Sí,
todos sabemos de qué pie cojeaba Bartolomé de las Casas”. Y entonces le he
soltado que a ver si lo va a acusar, también, de pertenecer a Podemos. Y ha
zanjado: “No des ideas a ver si lo mete en la campaña electoral”.
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