domingo, 26 de abril de 2015

26/04/2015






  Diez de la mañana. Aunque llueve mansamente y renuncio a salir con la bici, decido caminar por el bosque de alcornoques y encinas del monte de Boadilla, cerca de mi casa. Todo está empapado con un rocío de agua limpia y ligera.  Apenas hay nadie, si exceptuamos  algún valiente corredor o un hombre mayor con su perro y su paraguas. Al poco de emprender la caminata y entre lo más solitario del bosque me ha venido un olor ancestral a lápiz recién afilado; a madera fresca de pino. Algunos conejos, gordos y lustrosos, –saben que viven en la estación del año más espléndida para ellos- salen a mi paso con carreras saltarinas de buena salud. Lo que debería haber sido tres horas de marcha alegre se ha reducido a la mitad por culpa de la persistencia del agua. Empezó a arreciar y tuve que enfilar rápido el camino del coche. Pero me ha dado tiempo a escuchar dos conferencias de ese baúl inmenso que es la Fundación Juan March: Una conferencia apasionada entorno a los libros y la literatura de Gustavo Martín Garzo y una conferencia sobre el Padre Bartolomé de las Casas del profesor Bernat Hernández. Es la manera más útil de hacer ejercicio que he encontrado sin tener la sensación de perder el tiempo. Es otra forma, incluso más activa y feliz, de seguir leyendo.
  La conferencia de Bartolomé de las Casas –en realidad dos, aunque la primera ya la había escuchado hace poco-, daría para una entrada en exclusiva. Solo apuntar que se hace eco de un escrito de Azorín sobre las Indias. Decía que tenía muchos libros encima de la mesa para escribir algo sobre la colonización y que uno de los libros era La Gitanilla de Cervantes. En realidad en esa novela Ejemplar sólo hay una frase en la que se nombre algo de las Américas. Un personaje le dice a otro la siguiente frase: “Te voy a lardear como un indio fugitivo”. Lardear es untar o envolver algo con grasa de cerdo antes de asarlo. (He buscado la frase en mi ejemplar y en realidad dice): “y si de aquí a dos horas la conociere, que me lardeen como a un negro fugitivo”.  Bueno para el caso es lo mismo y es ciertamente una frase sintomática e ilustrativa para saber cómo se las tenían nuestros antepasados con los pobres indios o negros.
  Hace gracia saber que en aquellos tiempos se firmaban documentos eclesiásticos para determinar si eran o no seres humanos las gentes que se encontraban en las nuevas tierras y si era o no menester meterles el evangelio de manera pacífica y razonada, como defendía el dominico Bartolomé, o a la fuerza y con sangre entra de, por ejemplo, Juan Ginés de Sepúlveda.
  Comentando este tema con un conocido a través del Face me ha dicho: “Sí, todos sabemos de qué pie cojeaba Bartolomé de las Casas”. Y entonces le he soltado que a ver si lo va a acusar, también, de pertenecer a Podemos. Y ha zanjado: “No des ideas a ver si lo mete en la campaña electoral”.

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