Esta mañana he terminado de leer los diarios
de este escritor vasco nacido en Nueva York en 1946. Es el tercer tomo; o
tomito, porque apenas tiene 120 páginas. Se quejaba el otro día alguien de que
le parecía caro, al haberse comprado los tres de un golpe. Puede ser pero cada
página leída merece la pena. Son en realidad una selección, un filtrado de todo
lo que escribe. En cada entrada se encuentra una golosina, un motivo para
esbozar una sonrisa. Se tarda apenas una tarde en leer el libro pero ¡qué tarde!
Todo es conciso. Como él dice, si puedo decirlo con menos palabras ¿para qué
emplear más?
Es todo lo contrario que le ocurre, a mi modo de ver, al gran chileno, Roberto Bolaño. Este libro lo tenía desde hace años. Lo había leído y dejado por imposible. Un comentario en el blog de Antoniomm, me hizo cambiarlo de sitio en las estanterías. Lo tenía como materia en sus clases de literatura de Nueva York. Hoy comencé a leerlo: igual. Me da la impresión de ser un hombre con el verbo desatado. Contar y contar sin parar. Cogiendo hilos y soltándolos, volviendo a cogerlos. A pesar de ser una relectura no recordaba casi nada. Una sorpresa ha sido encontrarme con un subrayado mío en Nocturno de Chile: “Padre Lacroix, le voy a contar un chiste. Está el Papa con un teólogo alemán, hablando tranquilamente en una de las habitaciones del Vaticano. De repente aparecen dos arqueólogos franceses, muy excitados y nerviosos, y le dicen al Santo Padre que acaban de volver de Israel y que le traen dos noticias, una buena y la otra más bien mala. El Papa les suplica que le hablen de una vez, que no lo tengan en ascuas. Lo franceses, atropellándose dicen que la buena noticia es que han encontrado el Santo Sepulcro. ¿El Santo Sepulcro?, dice el Papa. El Santo Sepulcro, sin la más mínima duda. El Papa llora de emoción. ¿Cuál es la mala noticia?, pregunta secándose las lágrimas. Que en el interior del Santo Sepulcro hemos encontrado el cadáver de Jesucristo. El Papa se desmaya, Los franceses se abalanzan para echarle aire. El teólogo alemán que es el único tranquilo, dice: Ah, pero entonces ¿Jesucristo existió realmente?”. Sí, tiene pepitas de oro como esta muestra pero la trama, y la forma de contar las cosas, no terminan de convencerme. Bolaño no es para mí.
Sin embargo ya espero con impaciencia el
siguiente tomo del gran Uriarte porque, por los años que van ya debe estar
seleccionando cosas. Es como una feliz reencarnación de mi diarista preferido:
Julio Ramón Ribeyro, al que nombra en alguna ocasión.
“Nadie debería lamentarse por llevar una vida
gris y sin grandes emociones. Que espere un poco. A partir de cierta edad todos
llegamos al Far West. “Silban las balas”, como dijo el otro día P.”.
Reseña una frase de Séneca sobre el suicidio:
“La cosa mejor que ha hecho la ley eterna es que, habiéndonos dado una sola
entrada a la vida, nos ha procurado miles de salidas […] Si te place, vive; si
no te place, estás perfectamente autorizado para volverte al lugar de donde
viniste”.
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