martes, 26 de septiembre de 2017

FERNANDO FERNAN GOMEZ. EL TIEMPO AMARILLO.




  Cuando envejecemos nos volvemos mucho más feos. En la portada de este libro de memorias se encuentra, imponente, la fotografía con la cara vieja de Fernán Gómez. No es más feo que de joven. Toda la vida el gesto de este actor ha dado un poco de miedo. Ojos saltones, pelo amarillo, nariz porrúa,  barba de alambre, voz de actor profundo, de hombre de las cavernas. Cuando estudiaba la EGB nuestro profe de lengua nos ponía recitados suyos del Quijote. Era muy bueno y a veces hasta le prestaba atención. A la gente le costaba acercarse pero sus amigos dicen que de cerca era uno de los seres más entrañables y divertidos que puedan encontrarse. Dice Luis Alegre, el autor del prólogo, que en 1985, durante el rodaje de Réquiem por un campesino español, se quedó durante tres semanas y solo una vez se atrevió a decirle hola. En muchas cosas coincido con sus ideas: “Fernando pensaba que era un disparate que los padres se encargaran de algo tan complicado como la educación de los hijos”. Y de si “algo me arrepiento en esta vida es el de no haberle dicho a la gente que quería hasta qué punto la quería”. Y también estoy de acuerdo en que en la infancia más tierna se pueden vivir los momentos más difíciles de la existencia. Como cuando en una pensión, con cuatro o cinco años, se cagó por la pata abajo y no sabía qué hacer con aquella mierda en el culo, esperando angustiado el regreso de su abuela. Sé de lo que habla.
  Es esta una nueva edición en la editorial Capitán Swing. Ya tengo unos cuantos y todos me han agradado.
  Fernando Fernán Gómez nació durante una turné por Sudamérica. Su madre estaba en la compañía de María Guerrero.  Como siempre estaba fuera, su madre, Fernando fue criado por su abuela. Debió ser una buena abuela pero me temo que no le hizo feliz su temperamento huraño y tacaño de aquella época. Su padre, que solo una vez contactó con él, por medio de un tercero, le dijo que no la soportaba y que fue el mayor motivo para no poder compartir su vida con su madre.
  Son estas memorias contadas de una manera un tanto desordenadas, como él mismo dice. Incide mucho en el amor, la amistad, el desamparo, la estrechez económica, la niñez tan importante, los inicios en el teatro, tan importantes y tan difíciles, la pobreza de la cultura en España y más en la época que le tocó vivir. Pensé que hablaría más de sus aventuras amorosas, de sus visitas a los clubs de alterne, de sus conquistas, pero es, fue, un perfecto caballero. Sin embargo yo me habría divertido más.
  Fernando se murió hace ya casi diez años. Parece que fue ayer como siempre se suele decir. David Trueba hizo una película, La silla de Fernando, que es como esas entrevistas que solo se publican para después de muerto. Pero en La silla se ve un Fernando vivo, gracioso, entrañable, protestón, sencillamente genial.   

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