Fotografía: Luke Powel
Afganistán y España. Siempre que hay muertos se intenta justificar la presencia de nuestro país allí. A este respecto pienso igual que el chiste del Roto de hace unos días: enviamos tropas allí para proteger a nuestras tropas.
Hace veinte años los soviéticos se fueron de allí vencidos y humillados. Entonces nos parecía una guerra de las que se ven siempre por ahí; exótica, lejana, que no nos incumbe. Además, no nos parecían tan terribles entonces los muyahidines cuando se trataba de echar a los rusos. Muchos estados los apoyaban incluido EEUU. ¿Qué ha pasado para que nos involucremos en algo que está tan lejos? ¿Pertenece todo esto a un nuevo tipo de colonización con las definiciones cambiadas?
El mayor nido de talibanes cuando se produjo el 11-S estaba en Pakistán. De hecho la nacionalidad de casi todos los suicidas eran de allí y de Egipto. ¿Qué hacemos allí? ¿No hay igualmente radicales y terrorismo en Sudán sin ir más lejos? ¿No está todo por reconstruir en tantas partes del mundo?
Los soldados internacionales necesitan un aluvión logístico para pegar un tiro. Los afganos sólo un fusil y un higo seco. Los soldados internacionales temen por su vida y tienen un altavoz en sus países –cuando mueren- en forma de opinión pública. Los afganos no temen nada y su muerte sólo enciende la venganza sagrada de sus vástagos.
Miles de años y no hemos aprendido nada: la democracia es imposible de exportar con la fuerza.
En 1842, después de tres años de ocupación británica, dieciséis mil personas entre soldados, familiares y nativos simpatizantes intentaron cruzar las montañas nevadas hacia las llanuras de la India. Sólo hubo un superviviente: el Capitán médico William Brydon. Cuyo nombre llegaría a ser sinónimo de valor en la era victoriana.
Existe una sensación de que cada vez más se produce una brecha entre lo que dicen los políticos y lo que piensan. Entre lo que nos cuentan y lo que saben. Utilizan palabras talismán: Reconstrucción, seguridad, democracia. Igual que las empresas para maquillar sus cuentas de resultado: “échele una mano al medio ambiente”. Malditos bastardos.
Por cierto, una magnífica película de Tarantino.
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