Buscando cosas de “náufragos” y en concreto,
de “Los náufragos de las Auckland” de Raynal, supe de este libro de Isabel
Soler. Acabo de terminarlo y me ha parecido sobresaliente. Es la autora profesora
de literatura y cultura portuguesa en la Universidad de Barcelona y traductora
del portugués. De hecho este libro es en esencia la traducción que Gomes de
Brito reunió en la obra clásica Historia trágico-marítima en torno a los
naufragios de los siglos XVI y XVII. Colabora en revistas literarias y es
autora también de otro libro que no tardará en caer: El nudo y la esfera.
El mundo se ensancha y se enriquece por los
viajes comerciales. Al principio sin grandes conocimientos de navegación; sin
cartas marítimas. Pero se va perfeccionando con el tiempo, a costa de
desastres: “Sin embargo, junto a la aventura, el exotismo y la riqueza, el
viaje ultramarino también está constituido por desapariciones y silencios,
dramas humanos olvidados o escuchados con asombro y consternación. El viaje es,
en definitiva, la experiencia de una realidad oceánica vivida con gran
sacrificio, la Historia trágico-marítima se encargará de recoger la parte más
dramática de la historia del viaje marítimo portugués”.
Todas estas cosas tenían un gran interés en
la época –en esta también- “Se explica así el enorme interés que suscitaban las
crónicas de naufragios; tanto que llegaron a asemejarse a lo que hoy
llamaríamos literatura de consumo, dada su amplia divulgación y facilidad de
circulación”. Sánchez Ostiz en el prólogo repasa las obras contemporáneas que
han pasado al acervo de la literatura de naufragios: Melville, Defoe, Verne…
Todas las naves han de tener un capitán y todos
los capitanes han de ser obedecidos por los miembros de la tripulación. Por
supuesto otros hombres tienen cometidos importantes y deben saber hacer bien su
trabajo. Cuando algún eslabón falla –también hay veces que las circunstancias obligan-
la tragedia aparece. “Un miércoles por la tarde, llevando el viento en la popa
y bonanza, algunos miraron hacia el agua y vieron que era muy verde y pastosa,
y enseguida avisaron que estábamos cerca de unos bajos. Pero como estas cosas y
otras semejantes eran responsabilidad del piloto, y veíamos que él las veía y
se callaba, pensamos que no sería nada y que por la noche viraríamos”. Este
párrafo lo he señalado especialmente porque ilustra muy bien cómo en ocasiones
históricas algunos saben que van a la deriva pero “como el piloto sabía y
callaba” todos piensan que así debe ser. Y luego vienen los desastres y los
asombros.
Un libro donde uno disfruta leyendo las
desgracias de unos grandes hombres aventureros en los que por suerte, para
nosotros, algunos vivieron para contarlo.
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