viernes, 2 de junio de 2023

MANUEL CHAVES NOGALES. EL MAESTRO JUAN MARTÍNEZ ESTABA ALLÍ.


 

  Entre citas médicas y trámites en asuntos sociales (hasta ahora las ayudas públicas siempre han sido algo para los demás) me fui tomar un desayuno a la cafetería donde va mi padre cuando puede. Para él ir a tomar algo allí es su aventura del día. Se me acercó un tipo: qué tal vecino cómo está tu padre. De tres hermanos él era el pequeño pero ahora es un tipo de cuarenta y tantos alto, con una melena atada en coleta por detrás de una cabeza monumental. Mi madre me dijo que era músico pero mi padre con sus cantinelas de prejuicios me dijo que no tenía ni idea de música. Se lo conté por encima (que estaba mal) y me preguntó ¿qué estás leyendo? Suyo el error. Le dije que trataba de que Chaves Nogales (¿lo conoces? Parecía que no) se encontraba con un tipo en París, un tal Juan Martínez, bailaor de flamenco y que éste le contaba sus cuitas, penalidades, desventuras, miedos, hambres, etc, en la Rusia de la revolución. Le dije alguna cosa más y parece que le interesó. Tanto que quiso invitarme a lo que rehusé amablemente. Seguimos hablando de futbol, de la infancia y casi de política. Me tenía que ir. Hubiera estado hablando toda la mañana con él. De libros. Él me dijo que leía pero sobre todo libros técnicos. Otro día le preguntaré por esos libros. Me tenía que ir. Al final fui a la farmacia, me dieron las inyecciones y puse una a mi padre por primera vez en mi vida.

  El libro se lee como todos los de Chaves Nogales que he leído, muchos.  Es ameno y con dos brochazos puedes ver el aspecto de quien habla por primera vez. Cuenta las escenas de manera rápida pero sumamente certeras. Y cuenta cosas de la política, de la mala política que quisieron implantar los bolcheviques sobre un régimen igualmente horrible, el zarismo, los blancos, los superados mencheviques.

  Este libro lo vi en la librería que suelo frecuentar por tener restos de ediciones a precios baratos que hay en un gran centro comercial. Éste es de Libros del Asteroide. Y prólogo de Trapiello, para qué más.

  La narración de los hechos es lineal. El periplo del viaje hasta Rusia pasando por Turquía. Cuenta la guerra como testigo allí. Los Dardanelos. Las penetraciones de los submarinos hasta los puentes. Y esta anécdota que tanto me ha gustado. “Ante los ojos de muchos curiosos el submarino se sumergió en el puerto, llevando a los tripulantes ingleses y a los técnicos alemanes que querían aprender su manejo. Pero no volvió a Sali a flote. Se aseguraba que los ingleses habían tenido la heroica resolución de hundirlo y perecer en el fondo de la bahía, junto con los jefes alemanes, con tal de no poner en manos de éstos los secretos de la navegación submarina británica”.

  Qué ganas de leer mis dos volúmenes de El Don apacible: “Toda la esperanza de los zaristas estaba en unos regimientos de cosacos del Don que se esperaban”.

  “Moscú y Petrogrado olían ya a algo que yo entonces no sabía a qué era: olían a bolchevique”.

  Es indignante  la bronca que nos echó ayer a los españoles el presidente por haber votado mal. Con toda su plana mayor aplaudiendo como sólo se aplaude en China o en Corea del Norte. Ya lo decía Juan Martínez, el protagonista del libro de Chaves Nogales: “Moscú y Petrogrado olían ya a algo que yo entonces no sabía a qué era: olían a bolchevique”. Así empezaba a oler ya en España.

  Parece ser que le va a dejar el marrón a otro socialista y se va a pirar a un puesto de alto rango en la OTAN.

  “Los campesinos querían apoderarse de las tierras en vista de que había habido una revolución en Petrogrado, y los dueños se defendían a tiros”. Qué bien los imitamos pocos años después en España.

  Cuenta una de las anécdotas que he contado estos días: Estaba detenido en una estación de tren y le acusaban de ser un puto burgués. Él se defendía diciendo que era proletario. Para demostrarlo enseñó sus manos llenas de callos. Eran de las castañuelas. El flamenco les salvó la vida.

  “Por toda la ciudad se extendió el terror. El zarismo volvía”. Leyendo esto me acordé de la palabra que empleó en sus artículos Unamuno para referirse a su postura de que ni con unos ni con otros: Hunos y Hotros. La palabra es Alterutral. “Asesinos rojos o asesinos blancos, ¿qué más daba?”.

  “Uno cree que esto de morir es más complicado y difícil. Se imagina las ejecuciones como algo terrible y solemne. No hay tal cosa. Los bolcheviques mataban, sencillamente, porque creían que había que matar, sin concederle ninguna importancia”.

  No dejo de repetir insistentemente que la prueba de que es mejor el capitalismo que lo soviético está en que la gente intenta entrar en lo primero para escapar de lo segundo. “Era otro bolchevique harto del bolchevismo, que escapaba jugándose la vida con tal de llegar a un país burgués”.

  Libros del Asteroide sacó la obra completa de Chaves Nogales. No podía comprarla porque tengo muchos de sus libros. Pocos me quedarán.

 

 

 

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