domingo, 22 de agosto de 2021

YA SENTARÁS CABEZA. IGNACIO PEYRÓ.


CUANDO FUIMOS PERIODISTAS. (2006-2011).

  Seguramente sabe más de nosotros, y sobre todo de nuestros gustos, esos misteriosos algoritmos que nos proponen, hablando de libros, películas, viajes, lo que nos gusta. Ignoro cómo me interesé por Peyró. Me sonaba como un periodista catalán, o vasco, o gallego. Nunca imaginé que fuera a ser madrileño y que haya frecuentado muchos de los sitios que yo he frecuentado: centros comerciales de Pozuelo, garitos del centro, restaurantes castizos, Boadilla. El caso es que vi este libro y lo compré. Puede haber sido el subtítulo: Cuando fuimos periodistas. Invita. También puede ser que la falta de alpiste del tipo “diario”, de Trapiello o de Uriarte, etc, haya hecho que me decidiera y lo comprara por impulso, cosa rara en mí.

  Lo primero que hay que decir es que el libro está hecho en forma de diario aunque sólo fecha los años. Muchas de las entradas son aforismos, frases que, como él mismo dice, son como chisporroteos que surgen en la mente y los traspasa al cuaderno, que es el río y que van a parar al mar que es el libro. También abundan los retratos de personajes conocidos. Tiene la facilidad de dibujar con palabras la profundidad psicológica de digamos un Mario Conde, Esperanza Aguirre (magnífica, la radiografía no ella) o una compañera de redacción o su jefe. También como Trapiello o Pla, nos lleva a comer, o nos lleva a un hotel majestuoso o a tres, como dice él en un día para seguir siendo pobre. Imagino que ya no lo será, pobre, porque lo nombraron director del Cervantes en Londres. Y me alegro porque se lo merece.

  Peyró nació en el 80, cuando yo apenas dejaba la adolescencia a duras penas, en caso de que la haya dejado, como le dije en el twiter. Y me respondió muy amable, aparte para agradecerme el que me hubiera gustado, para decirme que el tiempo a todos nos alcanza. Y me acordé de la peli de Heston en la que la humanidad come galletas hechas con los cadáveres humanos.

  Estoy notando que últimamente hay una colección de periodistas no necesariamente de izquierdas que están escribiendo cada vez mejor. Vamos que le están comiendo la tostada a los que se habían adueñado del mundo cultural y progre. Y es que creo que la gente se ha cansado un poco de las tontás que han presidido tanto la política, la prensa, la literatura en los últimos años. Peyró es inteligente y escribe muy bien. Tiene 561 páginas pero se leen muy bien. Me ha sabido a poco. Espero que sigan apareciendo sus diarios de seis en seis años. Enseguida al tiempo nos alcanzará.  “Uno no se hace conservador porque su mundo sea mejor, sino por el temor a verlo arrasado”.

  “La vida del periodista es divertida, lo que me hace pensar que, cuando se cobraba, debía de ser maravillosa”. Me cuesta imaginar a gente tan válida con esas carencias. O como hoy en la prensa a Concha Velasco: “He tenido que vender una vajilla para comprar en la farmacia”. ¿Qué hace la gente con su dinero?

  “Ya que todos hemos de conocer la derrota, evitemos al menos que sean épicas”.

  El libro señala muchas de esas tontás que venimos soportando muchos demasiado tiempo. Que hemos venido a esta vida a reivindicar, a que nos den. “Es la misma complacencia quejosa del dinosaurio Hessel en ¡Indignaos! O del no menos jurásico Sampedro, la metástasis de una cultura que todavía cree que hemos venido al mundo para que alguien nos regale un traje y nos invite a comer”. Yo habría añadido, un piso, un trabajo.

  La lectura con provecho que atesora Peyró es descomunal. Frustrante. “Quien no pudiera ser casto, al menos que sea cauto”. También sabe ser sarcástico y no pocas veces me he reído de lo lindo. Desde Trapiello no reía tan de buena gana. Hablando de la infausta novela histórica: “Juro haber leído el argumento de una acerca de una reina del siglo XIV que quería conciliar la vida laboral y la familiar”.

  Sobre cómo cambia la forma de ver las cosas: “Pitt el joven fue uno de los mayores políticos que han existido sobre la faz de la tierra: hoy no le dejaríamos sacarse el carné de conducir”.

  En fin, que me ha encantado y que el próximo (en cuanto cobre) que me haga será el suyo de comer y beber. Comimos y bebimos.


 

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