jueves, 19 de agosto de 2021

EL TERROR, 1824. UN VOLUNTARIO REALISTA. BENITO PÉREZ GALDÓS.


 


    Ya había leído siete u ocho novelas de los Episodios. En unas ediciones baratísimas de quiosco, y, donde aún más baratas, se vendían en los VIP,s tristemente desaparecidos en cuanto a mercancía libresca. Son novelas en las que la realidad se puede palpar. Como decía Max Aub, si se quemaran todos los volúmenes de historia y se salvaran los Episodios, se habría salvado mucho.
  En una de las librerías que frecuento, en un gran centro comercial, suelen tener libros de saldo junto con los más vendidos. Y tenían estos del Club Internacional del Libro, los Episodios al completo. Dos novelas en cada tomo con unos prólogos introductorios muy didácticos, como para marcar la época histórica. Y además también está lleno de pinturas, paisajes, tipos y vestimentas sacados de la Biblioteca Nacional y archivos repartidos por toda la geografía. Cada tomo a un euro; antes 10. Éste y solo este lo elegí porque en alguna parte leí que El Terror era una obra maestra dentro de las obras maestras, y bien que me lo ha parecido. Lo he disfrutado mucho. Pero la sorpresa ha sido cuando he comenzado Un Voluntario realista. Todo el rato imaginaba una serie la mar de entretenida en Netflix o en cualquier plataforma. El nieto de un sacristán que en el aciago 1827 se queda a la vez huérfano y sin el sustento de su abuelo y debe apencar con vivir y crecer en un convento rodeado de monjas que veían al absolutista Fernando VII un maricomplejines. Y así, ¿Cómo va a salir el niño, el joven, el hombre? Pues un reaccionario de tomo y lomo. Y las aventuras y recovecos que suelen darse en estas novelas salpicadas de retazos históricos. “Miró, estuvo mirando un largo rato. ¡Cómo miraba! Creyó al principio que era alucinación; pero no: era realidad, realidad”. Así es como de vez en cuando Galdós nos recuerda que aunque sea una novela ésta está llena de vida, de realidad: “El concertado desarrollo de esta narración, que es menos novela de que creerán muchos, exige que no digamos ahora una palabra más de las buenas madres de San Salomó”.


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