Este
libro, sin previo aviso, sin esperarlo, sin ninguna razón, me lo dejó, prestó o
regaló –no lo sé- mi primo S. Quizá buscaba material para sus tesis y encontró
un gran libro para denigrar el franquismo.
“Para esta gran etapa de la reconstrucción de
España necesitamos que nadie piense en volver a la normalidad anterior”.
Esta frase fue escrita por Franco un año
después de asumir, tomar, confiscar, imponer, o lo que se quiera, el poder. Pero también podría haber sido una
frase dicha por Pedro Sánchez o Fernando Simón.
Franco, 18 de julio de 1940.
Otra anécdota: En los años cuarenta se
establecen las cartillas de racionamiento. Había que hacer una declaración
jurada para que cada familia se estableciera entre uno de los siguientes
segmentos: Ricos, clase media o clase desfavorecida. La práctica totalidad se
apuntó a pobre. Así pensaban que recibirían más cantidad de alimentos. Es
increíble a lo que se puede acostumbrar una sociedad. Me ha hecho recordar
también las colas que se forman en las ciudades para recoger alimentos. Pienso
que si estás cerca del límite de tu capacidad, ese ahorro no viene nunca mal.
Es lógico.
En el libro se habla de todas las facetas de
la vida que hubo de sufrir cada español. Bueno, algunos, como prelados,
cardenales, obispos y estraperlistas, estaban en su salsa. En cualquier régimen
que uno piense por deplorable que sea siempre habrá gente que lo pase
divinamente. Sobre la censura: me imagino al pobre Manuel Machado, buena
persona donde los haya trabajando como inmisericorde censor:
“Es curioso que a estas labores censoras se
aplicaran en la inmediata posguerra buen número de escritores a quienes, a título
de socorrido enchufe, y refugiados en el anonimato, se les asignó la tarea de
velar por los pudibundos criterios imperantes. Uno de los gratificados con este
papel fue Manuel Machado, quien no tardó mucho en dimitir al disentir del
criterio impuesto. Él mismo dio cuenta de su discrepancia así: Me voy –dijo-
porque no estoy de acuerdo con las normas que me imponen: a la censura la
asustan los besos, y a mí lo que me asusta son los tiros”.
Me
ha hecho gracia lo que un coronel del ejército, metido en sinecuras en la
administración del deporte, dijo sobre algunos futbolistas: “No se puede
tolerar que un delantero gane más que un coronel”. Firmado: coronel Troncoso.
Si levantara la cabeza y viera lo que gana Mesi se caía de espaldas.
El libro es una recopilación y puesta al día
del periodista Rafael Abella hecha por David Pallol. Abarca los años 39 al 53.
En el primer prólogo de su hijo Carlos Abella dice que en el año cuarenta hizo su padre gran amistad
con Néstor Luján. Ya está, no he necesitado más para mostrar gran interés.
Siempre me gustó leer los artículos de ese periodista, escritor, catador de
grandes vinos y platos que fue el catalán.
Y claro, habla largo y tendido sobre la
figura de Franco. En este caso por boca de un periodista estadounidense,
Benjamin Welles: “En su mesa de trabajo –inundada por un indescriptible barullo
de papeles –había dos cubetas, una a la derecha y otra a la izquierda. La de la
derecha tenía un rótulo que decía: Problemas que el tiempo resolverá; a la
izquierda, problemas que el tiempo ha resuelto. Cuando los papeles se
amontonaban demasiado en la primera, se hacía un trasvase masivo a la segunda.
Y así se iba tirando”.
Habla de la censura atroz que se impuso a
escritores por sus ideas. Y ahora se entiende que al gran Stefan Zweig se le
borrara del mapa durante décadas. “Queda prohibido, terminantemente, cualquier
artículo o comentario elogioso acerca de la personalidad del escritor judío
Stefan Zweig, suicidado en Brasil: únicamente se permitirán los trabajos que
critiquen con dureza la vida de este escritor, que ha pervertido tantas conciencias”.
Hay un comentario del autollamado fascista,
Agustín de Foxá que entre amigos decía: “¡Cuando hayamos implantado en España
el Estado fascista, yo me iré a vivir a Biarritz!”. Cómo se parece a las
declaraciones de hace un par de semanas del ex del Barça, Sandro Rosell, quien
decía que votaría independentismo pero que afirmaba, enfrente de los
ojipláticos ojos de Évole, que si saliera el sí, se iba a vivir fuera de
Cataluña. Tal cual.
Otro párrafo, del que he dado la máxima
difusión, habla de las consignas que un jefe de prensa lanza a todos los medios
catalanes antes de un viaje del Caudillo a Barcelona. “Toda la primera plana
deberá ser dedicada a este viaje”. Así todo es mucho más simple. Todo es mucho
más claro. Quién se hubiera atrevido a un desplante como al que se le hizo al
nuestro Jefe de Estado después del atentado terrorista de agosto de 2017.
En fin, que ha sido una lectura muy
ilustrativa y entretenida. Me preguntaban los míos cómo me gustaba leer estas
cosas: para saber qué es lo que tenemos. Para saber lo que cuesta tener
libertades. Las nuevas generaciones están ciegas ante eso, como si la libertad,
las dificultades que conlleva estar en libertad, vinieran dadas junto con los
días, las noches y el paso de los años. No, todo hay que ganárselo.
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