Gaspard, lo sé, sé que la cosa irá a peor
según pasen los años. Menos mal que tengo familiares cercanos que están ahí, en
esa franja, y lo llevan mejor que bien. Algunos han comenzado a estudiar
distintas carreras, pintan, dibujan, escriben, leen, viajan; son felices dentro
de lo que cabe. Es verdad, lo hablamos, que el horizonte ya no es tan lejano ni
radiante, pero el presente se presenta más intenso. Por lo de aprovechar el
tiempo y tal. Solo hace falta un sustento; si es digno, es suficiente. En esas
estamos. Pronto seré un millonario. Al menos en cuanto a tener tiempo libre.
Siempre que a lo largo de mi vida he pensado qué me hubiera gustado ser,
siempre he llegado a la misma conclusión: nada. Un tipo a lo sumo que se dedica
a sus asuntos en exclusiva. Eso sí, con su sustento, su intacta curiosidad por
las cosas. Por eso me gustó la autobiografía de Edward Gibbon, un grandísimo
historiador que toda su vida dispuso del gran patrimonio familiar para hacer lo
que más le gustaba, estudiar el mundo antiguo, escribir sus obras, “La
decadencia y caída del imperio romano”, etc, y viajar por todo el mundo. Qué
gustazo.
Sap, por esa sierra pasamos nosotros en bici
haciendo la vía de la Plata hace diez años. Qué recuerdos. Me sorprendió la
belleza y lo solitario del lugar. Tuvimos un accidente. En una bajada muy
rápida –era una pista con mucha pendiente, ancha y lisa- uno de nosotros, poco
acostumbrado al mundo de la bici, se asustó más de la cuenta, tocó el freno,
derrapó y se salió del camino. Se solló todo el cuerpo. (Acabo de comprobar que
no existe sollar, con la de veces que nos lo dijo mi madre. “Llevas las
rodillas solladas como siempre”. Bueno, pues se raspó todo el cuerpo. Entre
eso, lleno de vendajes, y el calor, las pasó canutas y nunca más dijo de
venirse a nuestros viajes. Cuando acabó, ocho días después, parecía un superviviente
de Vietnam.
Por cierto, ayer tarde fue el primer día que
cogí la bici de montaña. Al tener la restricción de una franja horaria y una
franja física, el término municipal, todo el pueblo se volcó a la vez dirección
al monte. Una riada de personas. Nunca he visto tanta gente junta. El que ha
pensado ha pensado mal. Se están equivocando en esto como en tantas otras cosas.
Cuando volvía, ya casi sin luz, dos patrullas de la Guardia Civil estaban
multando a un grupo de adolescentes en bici. Estuve por acercarme a preguntar
pero sentí miedo. Quizá yo también pudiera resultar multado: Por no llevar luz,
por ir casi de noche, por preguntar.
Carmela, yo también espero equivocarme. Pero
no siempre pienso así. Otros días pienso en septiembre, octubre, como de una
época en la que lo habremos superado y en la que volveremos a salir a los
teatros, a los cines, a bailar, a mis queridos conciertos del Café Berlín, etc.
Depende del día. A veces, como todos, tenemos bajoncillos.
Pienso lo mismo sobre la suscripción,
Amperio. Es pretencioso suponer que alguien normal va a pagar diez euros
mensuales por leer artículos de opinión. Y suponer que sólo vas a querer estar
suscrito a uno. Porque si te suscribes a todo lo que se menea, pagaríamos cien
euros al mes. Por quince toda la familia tenemos acceso a toda la música que
existe prácticamente. Por cierto que la selección que está sugiriendo Fernando
Trueba en el País, está muy bien. Grandes descubrimientos como Freddy Cole.
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