miércoles, 20 de mayo de 2020

KWAIDAN. LAFCADIO HEARN. CUENTOS FANTÁSTICOS DEL JAPON.



  Solo por el último capítulo, Las hormigas, ya merece la pena el gasto de este libro recomendado por José Manuel Espinosa. De hecho nada más terminarlo he vuelto a leer este capítulo. Es muy importante y me he dado cuenta que no ha podido ser más oportuna su lectura, sobre todo por estos tiempos que vivimos. Comienza describiendo los destrozos de la tormenta de la pasada noche, y describe el método de las hormigas para protegerse en un mundo en el que han volado todo tipo de objetos y hasta muchos árboles han sido arrancados. Luego describe la civilización de dichos bichitos. Y vaticina que quizá el hombre esté condenado o, salvado, según se mire, dentro de unos millones de años, cuando alcancemos su perfección, es decir sacrificar la felicidad individual a favor del bien común, sentencia muy utilizada últimamente. Y recuerda una cita de Ruskin (por cierto, interesante  la biografía de este victoriano) “La vida sin esfuerzo es un crimen”. Me ha dolido porque yo, en potencia, he sido, soy, un criminal según él. En una parte del ensayo describe el triste destino de los varones reproductores en un hormiguero. Una breve vida, un bien necesario pero enseguida prescindible en el que a poco de cumplir su función mueren. Sin embargo para las hembras, sobre todo para la reina todo son atenciones. No, yo no quiero vivir en una sociedad tan perfecta. Prefiero esta dosis de egoísmo que nos hace intentar ser felices por un rato. En las hormigas por ejemplo el tema del sexo está superado. Aquí, en nuestra nueva normalidad, modernidad, vamos camino de ello. Si en las discotecas se dice que habrá que mantener la distancia social, estamos a un paso de que se regule que para la procreación exista ese mismo distanciamiento, es decir, que terminaremos encargando, Amazón mediante, y libre de virus, un tubito con el néctar para que la humanidad no se extinga.
  Me ha encantado. Los demás son cuentos tradicionales japoneses con mayor o menor belleza. Uno corto me ha encantado: el del cazador que tiene hambre y dispara a un pato dejando viuda a la pata con el consiguiente reproche por parte de ésta. O toda una vida, la de Miyata, que transcurre en lo que dura una pequeña siesta. En fin, que me ha encantado. Dejo pues en la cesta el próximo de Don Lafcadio.
Sí, Mujina, el cuento de la falta del rostro. Me ha gustado especialmente la historia de Aoyagi, el samurái que viaja y recala, cerca de que caiga una noche de perros, en una casa donde vive una pareja de ancianos con una bella muchacha y enseguida cae enamorado de ella y convence a los viejitos llevársela y luego pasan cosas sorprendentes. Muy buenos.
 Pero yo querría recomendar uno de los libros más bonitos que he leído en cuanto a los insectos: La vida de las termes, de Maurice Maeterlinck. Descubrí a este autor belga de la mano de Borges. El libro que recomendaba el sabio argentino era La Inteligencia de las flores, que también me entusiasmó. Y todo lo que escribió sobre los temas de la naturaleza los he ido adquiriendo a través de los años: en Austral están casi todos. Aparte de los mencionados: La vida de las abejas, y la Vida de las hormigas. Su forma de narrar es maravillosa. Pocas diferencias hay entre Herodoto o los más ejemplares maestros en el arte de contar cosas interesantes. Era un divulgador estupendo. Nació justo un siglo antes que yo. En 1862.
 Como bien dice Lafcadio, la vida de las hormigas también tiene algo de civilización: disponen de granjas con muchas variedades de "animales" son arquitectos fabulosos, fabrican sus propias medicinas, luchan a muerte con otros enjambres, cruzan grandes extensiones, son entregadas en el trabajo, pueden transportar muchas veces su peso. Me apunto otro de Lafcadio sobre un viaje a las Antillas.

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