Bueno, sí pero no. Me ha gustado leer este
libro igual que el anterior pero no más. Si acaso, menos. Las historias tienen
menor impacto, menor empaque. Se ve que es, como pasa siempre después del
primer éxito, un estirar de chicle. Pero repito que están muy bien las
historias y que se dejan leer, además muy rápido: apenas dos días en dos
tirones. La mayoría se resuelven en cuatro o cinco páginas y unos pocos rozan
lo anecdótico. En la primera, Fiestas una chica es violada, no se sabe si por
uno o varios hombres. Tiene pinta, y por eso son detenidos, que los sospechosos son
los miembros de la banda que tocaban en el pueblo, pero debido a los disfraces,
etc, no hay posibilidad de que puedan ser juzgados. Pero todas las evidencias
llevan a esos. Una frase clave: los ojos llorosos del padre y su cara
bondadosa, la impotencia. Y el regreso de la banda con sus esposas como si nada
hubiera sucedido.Me ha recordado aquella noticia en la que una familia se llevó a un pueblo de Extremadura a una joven, poco más que una adolescente, y cómo cuando saltó a los medios y a los juzgados, se comprobó que muchos hombres respetables del pueblo, incluso abuelos, habían pasado por su habitación. El hombre ¡qué animal!
Un matrimonio donde los maltratos van in
crescendo y donde no puede resolverse el asesinato del malnacido. Todo con
imágenes impactantes y una amenaza de seguir violando a la hija. Por cierto que
he visto hace poco una película francesa en la que un hombre comienza a
violentar a su propia hija al conocerla ya hecha una adolescente. Hay maldad en
el mundo a patadas.
En fin, que es un escritor con una virtud
extraordinaria para mí: jamás se hace pesado. Si acaso peca de lo contrario:
siempre saben a poco sus relatos.
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