jueves, 9 de abril de 2020

SABINA


  
Estos días no paro de tocar canciones de Aute y de Sabina. Y claro, cuando buscas algo en iternet, te calan. Y me parece muy bien. Así me han “recomendado” un reportaje que le hicieron hace unos años en la televisión de Andalucía a Sabina sobre su carrera y por haberle hecho hijo predilecto de su tierra, en concreto de Úbeda, número siete, calle Melancolía. Hacían entrevistas a amigos de la infancia, de juventud, primos, antiguas novias y a Pancho Varona, el mismo que estos días ofrece clases de guitarra en el tubo. La historia de Varona con Sabina es bonita.
  Cuando Sabina se vino a Madrid, después de pasar por Londres huyendo de la quema, daba conciertos en la Mandrágora, en Galileo Galilei, etc. Pancho siempre reservaba un asiento cerca del escenario y cuando dice siempre es siempre. Decía que era un milagro verles actuar, a Sabina y a Krahe juntos; más los diálogos que tenían entre canciones que las canciones mismas. Era un milagro asistir a eso. Apenas eran entonces conocidos. Así de tanto dejarse ver comenzó una amistad. Un día Sabina preguntó entre sus asiduos si conocían a alguien que tocara la guitarra. Pancho se ofreció: “me sé todas tus canciones”. Sin más lo contrató, casi sin saber cómo tocaba. Dieron un concierto y desde entonces aquello se les fue de las manos. Pancho es autor de una de las mejores canciones a mi parecer: Peces de Ciudad. Cuenta, en otro video, que estando el grupo en Lima en una gira se puso malo del mal de Moctezuma, le llama él. Iba del wáter a la cama y de la cama al wáter. Ahí, con el malestar, improvisó unos acordes y vio que de ahí había algo que podría llegar a ser una gran canción. Salió de la habitación corriendo en busca de su maestro tocó en su puerta, Sabina salió medio dormido y le tocó los acordes. Sabina le dio un abrazo y un beso y le dijo cuánto lo quería. Llevan más de cuarenta años juntos en una relación que es más que una amistad. Decía que la vida que ha llevado junto a él por todo el mundo, con sus sombras y sus luces, ha sido una buena vida, una vida maravillosa. Y el entrevistador entonces le pregunta si cree que Sabina ha sido feliz. Y responde que habría que preguntarle a él, pero cree –y ahí me dolió su respuesta porque si Sabina no ha sido feliz quién puede serlo- que él cree que no.
  Justo cuando acababa de ver el reportaje llamó mi hermano, con el que tengo tantos intereses en común, incluido Sabina y la bicicleta, y al principio, como si tuviera ganas de llorar, me salía la voz con algo de congoja; tanta que he tenido que disimular cuando me ha preguntado si estaba durmiendo. Y es que me da pena. Esta pesadilla le ha pillado con la reforma a medias. Vive en un pequeño piso sin terraza y tiene que recluirse en la única parte habitable: con la cama y todo lo demás en el salón, ¡sin terraza!

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