Estos días no paro de tocar canciones de Aute y de Sabina. Y
claro, cuando buscas algo en iternet, te calan. Y me parece muy bien. Así me
han “recomendado” un reportaje que le hicieron hace unos años en la televisión
de Andalucía a Sabina sobre su carrera y por haberle hecho hijo predilecto de
su tierra, en concreto de Úbeda, número siete, calle Melancolía. Hacían
entrevistas a amigos de la infancia, de juventud, primos, antiguas novias y a
Pancho Varona, el mismo que estos días ofrece clases de guitarra en el tubo. La
historia de Varona con Sabina es bonita.
Cuando Sabina se
vino a Madrid, después de pasar por Londres huyendo de la quema, daba
conciertos en la Mandrágora, en Galileo Galilei, etc. Pancho siempre reservaba
un asiento cerca del escenario y cuando dice siempre es siempre. Decía que era
un milagro verles actuar, a Sabina y a Krahe juntos; más los diálogos que
tenían entre canciones que las canciones mismas. Era un milagro asistir a eso. Apenas
eran entonces conocidos. Así de tanto dejarse ver comenzó una amistad. Un día
Sabina preguntó entre sus asiduos si conocían a alguien que tocara la guitarra.
Pancho se ofreció: “me sé todas tus canciones”. Sin más lo contrató, casi sin
saber cómo tocaba. Dieron un concierto y desde entonces aquello se les fue de
las manos. Pancho es autor de una de las mejores canciones a mi parecer: Peces
de Ciudad. Cuenta, en otro video, que estando el grupo en Lima en una gira se
puso malo del mal de Moctezuma, le llama él. Iba del wáter a la cama y de la cama
al wáter. Ahí, con el malestar, improvisó unos acordes y vio que de ahí había
algo que podría llegar a ser una gran canción. Salió de la habitación corriendo
en busca de su maestro tocó en su puerta, Sabina salió medio dormido y le tocó
los acordes. Sabina le dio un abrazo y un beso y le dijo cuánto lo quería. Llevan
más de cuarenta años juntos en una relación que es más que una amistad. Decía
que la vida que ha llevado junto a él por todo el mundo, con sus sombras y sus
luces, ha sido una buena vida, una vida maravillosa. Y el entrevistador
entonces le pregunta si cree que Sabina ha sido feliz. Y responde que habría
que preguntarle a él, pero cree –y ahí me dolió su respuesta porque si Sabina
no ha sido feliz quién puede serlo- que él cree que no.
Justo cuando acababa
de ver el reportaje llamó mi hermano, con el que tengo tantos intereses en
común, incluido Sabina y la bicicleta, y al principio, como si tuviera ganas de
llorar, me salía la voz con algo de congoja; tanta que he tenido que disimular
cuando me ha preguntado si estaba durmiendo. Y es que me da pena. Esta pesadilla
le ha pillado con la reforma a medias. Vive en un pequeño piso sin terraza y
tiene que recluirse en la única parte habitable: con la cama y todo lo demás en
el salón, ¡sin terraza!
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