martes, 31 de marzo de 2020

MIRCEA CARTARESCU. EL OJO CASTAÑO DE NUESTRO AMOR.


 
  A mi compañera de oficina la he visto durante meses pasear un libro de este autor rumano. Le pregunté si le estaba gustando y no supo qué contestarme. Le gustaba pero lo veía extraño, mezcla de sueños, realidades del comunismo, biográfico, etc. Leía otros libros mientras tanto pero éste no podía dejarlo sin más, así que lo llevaba y traía en el transporte público para leer unas pocas páginas cada día.
  Por otro lado, en un cenáculo de lectores en internet recomendaron mucho Solenoide, de este autor, y lo tuve en las librerías entre mis manos pero era muy voluminoso y antes de comprarlo quise tener el del Ojo porque era más asequible y si era más autobiográfico, mejor que mejor. Y debo decir que me ha gustado mucho. Tiene una forma de narrar muy original. Se nota que es todo un poeta. Contiene imágenes potentes que te hacen ver cosas como si te las pusiera delante. Ya lo dijo Lladó en el documental que vi ayer: una palabra vale más que mil imágenes porque las imágenes sin palabras no valen apenas nada.
  La editorial es de Impedimenta. Pequeña pero que cuida sus libros con primor. Bien de tamaño, buen papel, algo amarillento y en el que se da importancia capital a la traducción. No obstante figura debajo del título la traductora: Marian Ochoa de Eribe. Tanto me ha gustado que la he buscado en youtube y he encontrado una entrevista precisamente al autor, último premio Formentor. También he conocido al editor Enrique Redel, un enamorado de su trabajo.
  Como he dicho elegí este libro entre los muchos editados en español porque era de tamaño mediano y porque era autobiográfico. “… mezcla la comedia con una acentuada amargura existencial. Aquí encontraremos remembranzas sobre paradisiacas islas en medio del Danubio…”. No me pude resistir.
  Y efectivamente el primer capítulo se llama Ada-Kaleh y me dejó asombrado. Enseguida entré en internet para saber si era verdad que había existido un lugar así; y sí, claro que sí, hasta el reciente año de 1970. En la época del dictador fue inundada para construir una presa. Tenía dos kilómetros de largo por medio de ancho. Lleno de cafeterías, jardines, una mezquita, las montañas de alrededor… debía ser un paraíso. Todo lo rememora a raíz de un óleo que ponen en su cuarto cuando es un niño. Y luego vuelve para, ya de adulto, recorrer con un barquero la zona exacta y así intentar ver en el fondo ese sueño imaginado, pero en el que sólo puede ver el rostro de un hombre moreno y triste, el suyo. En el siguiente habla de su ciudad Bucarest, de la época comunista, de los arrabales, de sus historias de cuando era niño o joven o adulto, y que nunca se imaginó viajar fuera de sus fronteras. En “Los años robados” recuerda también los años noventa, tristes y grises: “desde las seis de la mañana, a cientos, a miles, a decenas de miles de individuos que querían vender y comprar cosas que normalmente, deberían estar en los contenedores de basura”.
  Luego comienza a viajar pero ya es un inadaptado. Estando en Nueva York, en el Empire State: “¿Quién me había robado los mejores años de mi vida? ¿Quién me había hecho inepto para el Este y el Oeste?”.
  Habla de una época en la que consumía mucho “Nes”, una especie de café cristalizado y dulce que producía un estado de excitación. “Una morfinómana contaba que la época en que se drogaba era como si tuviera siempre, a su lado, un amante. Yo también me sentía enamorado  después de cada vaso de nes, enamorado de nadie, como si fuera posible el amor puro, fuera de los cuerpos, sin necesitarlos”.
  También habla, y eso me ha gustado siempre en cualquier autor, de autores y libros: “Proust tiene en su novela decenas, centenares de páginas aburridas que se salvan de repente, aquí y allá, por una frase de una belleza paradójica en la que encuentras, de hecho, al gran escritor bajo el aspecto de un gran poeta”. La verdad es que me he sentido reconfortado porque una de las espinitas que tengo clavadas es no haber soportado la lectura de su ingente obra.
  En el Ojo castaño de nuestro amor habla de su madre y de su hermano gemelo. Da bastante pena leer este capítulo. Su hermano murió de fiebres cuando apenas tenían cinco años. Es desgarrador oír el grito de terror del superviviente en el hospital; como si hubiéramos podido estar allí.
  Me encantó así que creo que ya estoy preparado para hacerme con su Solenoide, que tan buenas críticas ha tenido. Y tiempo no me va a faltar en este año de la peste. Creo que voy a batir mi propio record de lecturas en un año.

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