Es inmenso mi desconocimiento
tanto de la literatura turca como de su cultura. He leído algo sobre viajeros
en ese país. También que, para un amigo viajero empedernido, ése había sido el
mejor sitio para disfrutar de un viaje; por sus paisajes, por el colorido de
sus calles y personas y también por lo delicioso de su gastronomía.
Sí que he leído un par de libros de Orhan Pamuk,
el premio Nobel, y la experiencia ha
sido ambivalente. No me gustó mucho su novela Nieve, aunque sí tengo imágenes
nítidas sobre su buena forma de narrar: fría e implacable como la nieve. Me
gustó más su libro de dedicado a su infancia y a su ciudad, Estambul.
Lo primero que destacaría del libro de esta
periodista turca afincada es que sabe mucho de la política internacional, que
es muy contraria a la política de Erdogan y que es profundamente feminista. El
libro comienza con el paso de varios cazas del ejército turco traspasando la
barrera del sonido provocando el tremendo estallido de sonido. El golpe de
estado fue urdido por el gobierno para utilizar esa vacuna en aras de quitarse
de en medio a los sectores más críticos y de asumir un poder total, lo más
parecido a una dictadura.
Erdogan debe ser un tipo listo. Le sacó a
Europa miles de millones de euros y encima se dotó de una herramienta súper
eficaz para seguir presionando a la misma Europa: si no apoyan mis políticas
populistas en relación con mi país, sí, pero también en relación a mis disputas
con Rusia, Siria, etc, abriré las fronteras para invadir Europa con millones de
inmigrantes como si fuera una espita de gas. Turquí aspiraba a entrar en la
Unión Europea, esta Unión cada vez más dividida por las políticas egoístas y
encima ahora por las terribles consecuencias del coronavirus, y va a
convertirse en una vergüenza para los países de su entorno.
También denuncia, con acierto a mi humilde
entender, los populismos que asolan el mundo en la actualidad: en EEUU, en
Grecia, en Italia, en Venezuela, en España.
Es un libro político de denuncia. Si no
estamos atentos, nos robarán la cartera de la democracia. Se llamará
democracia, sí, pero no será tal. Ese es otro problema que también ha aparecido
en otros momentos de la historia: el apropiarse del lenguaje.
Quizá esta tremenda crisis del virus sirva
para que abramos los ojos y nos demos cuenta lo bien que estábamos, lo mejor
que podríamos estar y lo peor que podemos llegar a estar.
“Es como hacer un batido sin poner la tapa,
escribía un twitero turco, trantado de describir la imposibilidad de mantener
una discusión política apropiada con los partidarios de Erdogan”.
Y para subrayarlo una frase premonitoria de
Camus: Un hombre con el que no se puede razonar es un hombre al que hay que
temer”.
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