Algunos libros los subrayo, otros no, como he
dicho tantas veces. Este lo acabé sin una línea de lápiz. A veces, cuando acabo
un libro así, inmaculado, es porque no me ha interesado nada. Otras veces acabo
los libros intocados porque me han fascinado. Éste ha sido el caso.
Von Schirach es jurista; en concreto abogado
penalista. Lleva muchos años en el oficio (nació en el 64) y ha llevado algunos
de los más mediáticos casos en Alemania. Este libro, de tan solo 8 euros, 8
ridículos euros para un libro nuevo y maravilloso, se compone de once relatos.
Su forma de narrar es clara. Enseguida se
pone el lector en situación. “El hombre pálido estaba sentado en medio del
césped. Tenía un rostro singularmente asimétrico, orejas de soplillo y cabello
pelirrojo”. Así empieza el último de los relatos, que yo hubiera puesto el
primero, aunque el primero sea también fascinante. Uno, al leerlo se dice: sí,
el hombre, sus circunstancias como diría Ortega, son inabarcables.
El primero, como decía, también fascinante,
nos habla de un médico ejemplar. Nos cuenta sus desvelos para llegar a serlo.
Sus denuedos en los estudios, su aplicación, su buen carácter, su tendencia a
hacer el bien. Un día conoció a una mujer, se casaron, se fueron de viaje de
novios, y al poco ya sabía que viviría en un infierno. Y en pocas páginas vemos
correr décadas de angustias, de desencantos, de amarguras. Su mujer, con la que
se casó, enseguida dejó de ser lo que él creía. Y un día, ya en la madurez… En
fin, que no quiero destripar nada porque me conozco.
El segundo es también una obra de arte: El
cueco de té de Tanata. Hay que tener mucho cuidado cuando se es ladrón y
también pensarse mucho lo que se va a robar. Un asalto a una casa distinguida
se convierte en el infierno para sus autores y compinches.
En el Violonchelo asistimos desconcertados al
hundimiento de una familia en apariencia culta y educada. La educación estricta
no siempre llega a buen puerto. Tremendo desenlace en torno a dos hermanos, la
violonchelista y el infortunado hermano, víctimas de su padre.
En El Erizo, un joven muy inteligente pero torvo
en apariencia, vuelve locos a los miembros del tribunal. Sus falsas pistas, sus
coartadas están medidas, pero son en su mayoría falsas.
En Suerte, la escena que tantas veces ha
pasado a adinerados poderosos: la muerte de un hombre así, en manos –o en
labios- de una joven prostituta. Y el lío que se forma para disimularlo. Y el
novio de la chica que llega para complicar aún más las cosas.
Hay otro que le deja a uno el cuerpo cortado
un buen rato: un hombre, calvo y pequeño, sentado de noche en una estación de
tren, asaltado por dos cabezas rapadas, que por aburrimiento pretenden
humillarlo y que con dos certeros golpes, de experto en artes marciales, mata
en el acto. En todo el relato el hombrecillo no dice nada. Todo grabado en
videos de seguridad. Sí, legítima defensa, pero del que Schirach no quiere
volver a saber nada.
Así todos, la mar de interesantes, hasta que
llegamos al último, un poco más extenso: El Etíope. Una historia para llevarla
al cine. Por cierto que he sabido que en Alemania hay una serie basada en sus
casos pero que no se ha estrenado en España. Este hombre es toda una mina de
ideas; ideas sacadas del mundo, de la complejidad inabarcable del hombre.
“Von Schirach narra con asombroso y
conmovedor conocimiento del alma humana historias reales de asesinatos y
delincuentes. Describe sus acciones con una mirada que se esfuerza por
comprender, teñida de piedad y, en algún caso, de ternura”. Jacinto Antón, de
El País. De este señor me llegaron las noticias. Y ahora a comprar todos los
demás.
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