domingo, 1 de diciembre de 2019

EL TEJADO DE VIDRIO. ANDRES TRAPIELLO.



Diario escrito en el 89, publicado en el 94 y reeditado en el año 2016. El 89, el año que se comió el muro de Berlín y el de la muerte de la Pasionaria, el fusilamiento de Ceaucescu. Cada vez me gustan más estos libros de Trapiello pero, ay!, se me han acabado. Son quince los que he leído ya aún me quedarían cinco o seis pero, o están descatalogados o valen un pastizal. La única esperanza es que hagan como con éste, que la editorial calcule el beneficio que sacará de los que nos hemos quedado sin alpiste y los vuelva a editar. O que saque el próximo en dos, tres o cuatro meses. ¿El tema? Los mismos de siempre. Es como si fueran versiones todos de un mismo libro. Solo que año arriba o año abajo. El gato tiñoso, los hijos, la mujer con sus ausencias y las congojas que dejan, los libreros de viejo, sus encuentros con conocidos, sus lecturas de las que siempre se aprende algo, sus reflexiones.
  “EL verdadero milagro de Lourdes no estuvo jamás en las dudosas curaciones de aquellos pobres y desesperados, desamparados y desahuciados enfermos, sino en la congregación ferviente que, noche tras noche, a la luz de las antorchas y los cirios, daba fe de algo que excede, con mucho, la virtualidad de los cuerpos. El verdadero milagro no es curar a los enfermos, sino que éstos se congreguen por miles cada noche desde hace cien años” Y generen pingües beneficios, añado yo.
  En este tipo de párrafos me reconozco. Recuerdos de cosas que también ha pensado uno, como diría él. Tanto que una vez escribí un cuento a raíz de una noticia de la prensa. Un gurú había congregado a un montón de fieles para anunciarles un milagro y tal. Hubo una tormenta tan fuerte que muchos murieron. La conclusión era evidente: muchos adelantaron casi sin billete el alcance del paraíso.
  “Es muy difícil encontrar a personas que aprecien las cosas por lo que son, no por la apretada y prestigiosa bibliografía que les acompaña, o a la cartela museística que le ponen al lado”.
  A veces las reflexiones son tan poderosas, al menos para mí, que son como un fogonazo que todo lo ilumina. Verlo reflejado por escrito da una rara alegría: “Hoy he tenido que presentar la Biblia, en una edición para niños. (Las cosas que tiene que hacer un escritor no están pagadas ni por todo el oro del mundo). Seguramente será ésta la única ocasión en la que tengo la seguridad absoluta de que se trata de un buen libro”. ¡Eso es! La Biblia ha tendí éxito porque es un buen libro para niños. Entonces ¿Por qué lo sigue teniendo para los adultos? Porque no dejamos de ser niños. Está más que claro.
  “El placer que nos proporcionan ciertos libros que no son literatura resulta un tanto espúreo, pero legítimo, como el que un día se salta el régimen de comidas que se ha impuesto”.
  “Enternece ser testigo de la alegría de los arqueólogos de culturas primitivas cuando les vemos con un pincel quitarle el polvo al pitorro de un tosco botijo: con qué poco se conforman”. Me hizo gracia esto porque tengo un familiar que acabó historia con gran contento y provecho, hizo sus prácticas con eso del pincel en unos restos arqueológicos y ahora encuentra trabajo donde vive de camarero, en el mejor de los casos. Qué pena de país, de estudios, de esfuerzos y de restos.
  Pues nada, a esperar el nuevo de Don Andrés.    

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