lunes, 16 de diciembre de 2019

MIGUEL DE UNAMUNO. VIDA DE DON QUIJOTE Y SANCHO.



  Este libro, una preciosa edición del recién fenecido Círculo de Lectores, lo tengo desde el año 94. Lo leí en su día y me gustó. Esa manera unamuniana de entender lo español a través de los dos inmortales personajes, nunca mejor dicho. De aquellos tiempos me quedó aquello de preguntarme en qué se diferenciaba Don Quijote de cualquier otro famoso difunto. De hecho no sé dónde leí que había turistas japoneses que buscaban en los pueblos de la Mancha la tumba del andante caballero, no dejándose convencer ante las explicaciones de cualquier habitante desinformado. “Siempre se confesó, antes que cervantista, quijotista, pues es a Don Quijote, frente a Cervantes, a quien le da realidad histórica, en tanto que Cervantes no sería para él sino mero ejecutor de una historia que ni siquiera es suya”. Del excelente prólogo de mi querido Trapiello. Y sigue. “Del libro de Unamuno Azaña llegó a decir que era la mejor autobiografía de un español contemporáneo. ¿Qué quería señalar con ello? Que Unamuno se había hecho eco de todas las preocupaciones de un hombre de su tiempo que tenía ante sí una España destrozada por las guerras coloniales, sin imperio y sumida en la miseria espiritual heredada del siglo XIX, el siglo de los pesebres conformistas y burgueses”.
  La razón de que haya vuelto a leerlo es que vimos hace unos días la película de Amenábar sobre el sabio español, o más exactamente sobre la famosa escena del paraninfo de la Universidad de Salamanca. Todas las escenas coincidían allí. Pero era gozoso ver o imaginar a Unamuno paseando por las calles o charlando con sus amigos, aquellos que tan mal acabaron luego en el estallido de la barbarie. En el libro Unamuno desmenuza el libro de Cervantes casi capítulo a capítulo y cuando algo no le interesa lo despacha así: “esto no me interesa y me lo sato”. Pero en lo esencial lo dice todo. La contaminación progresiva del Quijote en Sancho Panza y al revés. La valentía, la aventura, lo espiritual luchando contra lo material y humano.
  Unamuno es profundamente religioso y a la vez descreído. O por lo menos en el sentido “catequisista” de la religión. “Han llegado a preguntarse estúpidamente para qué  hizo Dios el mundo, y se han contestado a sí mismos: ¡para su gloria!, y se han quedado tan orondos y satisfechos, como si los muy majaderos supieran qué es eso de la gloria de Dios”.
  Y cómo se ha hecho mía la siguiente frase: “Y hemos concordado en que una locura cualquiera deja de serlo en cuanto se hace colectiva, en cuanto es locura de todo un pueblo, de todo el género humano acaso”. Y no sigo porque apuntaría aquí el capítulo entero. He sumado lo que ya tenía subrayado otros de ahora. Y no puede ser que haga un comentario con subrayados pero es que, dentro de unos años, esto será lo que más recuerde, si recuerdo algo. “El más seguro bien de la fortuna es no haberla tenido vez alguna”.
  El espejo: “Y tú Sancho, no naciste para mandar, sino para ser mandado, y el que para ser mandado nació, halla su libertad en que le manden y su esclavitud en mandar; naciste, no para guiar a otros, sino para seguir a tu amo Don Quijote, y en seguirle está tu ínsula”.
  “Sólo lo pasado es hermoso; la muerte lo hermosea todo. ¿Creéis que cuando el arroyo llega al mar, al enfrentarse con el abismo que va a tragarle, no sueña con la escondida fuente de que brotó y no querría, si pudiera, remontar su curso? De ir a perderse, perderse más bien en las entrañas de la madre tierra”. Qué maravilla de párrafo.
  Se dice también en el prólogo, de parte de los editores, que poca fortuna tuvieron las anteriores ediciones. Pues me congratulo que sea este uno de los pocos libros releídos y que sea, para mí, uno de los más importantes.
  “Y es cierto lo que dices, Sancho: por leer y escribir entró la locura en el mundo”.

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