Este libro, una preciosa edición del recién
fenecido Círculo de Lectores, lo tengo desde el año 94. Lo leí en su día y me
gustó. Esa manera unamuniana de entender lo español a través de los dos
inmortales personajes, nunca mejor dicho. De aquellos tiempos me quedó aquello
de preguntarme en qué se diferenciaba Don Quijote de cualquier otro famoso
difunto. De hecho no sé dónde leí que había turistas japoneses que buscaban en
los pueblos de la Mancha la tumba del andante caballero, no dejándose convencer
ante las explicaciones de cualquier habitante desinformado. “Siempre se
confesó, antes que cervantista, quijotista, pues es a Don Quijote, frente a
Cervantes, a quien le da realidad histórica, en tanto que Cervantes no sería
para él sino mero ejecutor de una historia que ni siquiera es suya”. Del
excelente prólogo de mi querido Trapiello. Y sigue. “Del libro de Unamuno Azaña
llegó a decir que era la mejor autobiografía de un español contemporáneo. ¿Qué
quería señalar con ello? Que Unamuno se había hecho eco de todas las
preocupaciones de un hombre de su tiempo que tenía ante sí una España
destrozada por las guerras coloniales, sin imperio y sumida en la miseria
espiritual heredada del siglo XIX, el siglo de los pesebres conformistas y
burgueses”.
La razón de que haya vuelto a leerlo es que
vimos hace unos días la película de Amenábar sobre el sabio español, o más
exactamente sobre la famosa escena del paraninfo de la Universidad de
Salamanca. Todas las escenas coincidían allí. Pero era gozoso ver o imaginar a
Unamuno paseando por las calles o charlando con sus amigos, aquellos que tan
mal acabaron luego en el estallido de la barbarie. En el libro Unamuno
desmenuza el libro de Cervantes casi capítulo a capítulo y cuando algo no le
interesa lo despacha así: “esto no me interesa y me lo sato”. Pero en lo
esencial lo dice todo. La contaminación progresiva del Quijote en Sancho Panza
y al revés. La valentía, la aventura, lo espiritual luchando contra lo material
y humano.
Unamuno es profundamente religioso y a la vez
descreído. O por lo menos en el sentido “catequisista” de la religión. “Han
llegado a preguntarse estúpidamente para qué hizo Dios el mundo, y se han contestado a sí
mismos: ¡para su gloria!, y se han quedado tan orondos y satisfechos, como si
los muy majaderos supieran qué es eso de la gloria de Dios”.
Y cómo se ha hecho mía la siguiente frase: “Y
hemos concordado en que una locura cualquiera deja de serlo en cuanto se hace
colectiva, en cuanto es locura de todo un pueblo, de todo el género humano acaso”.
Y no sigo porque apuntaría aquí el capítulo entero. He sumado lo que ya tenía
subrayado otros de ahora. Y no puede ser que haga un comentario con subrayados
pero es que, dentro de unos años, esto será lo que más recuerde, si recuerdo
algo. “El más seguro bien de la fortuna es no haberla tenido vez alguna”.
El espejo: “Y tú Sancho, no naciste para
mandar, sino para ser mandado, y el que para ser mandado nació, halla su
libertad en que le manden y su esclavitud en mandar; naciste, no para guiar a
otros, sino para seguir a tu amo Don Quijote, y en seguirle está tu ínsula”.
“Sólo lo pasado es hermoso; la muerte lo
hermosea todo. ¿Creéis que cuando el arroyo llega al mar, al enfrentarse con el
abismo que va a tragarle, no sueña con la escondida fuente de que brotó y no
querría, si pudiera, remontar su curso? De ir a perderse, perderse más bien en
las entrañas de la madre tierra”. Qué maravilla de párrafo.
Se dice también en el prólogo, de parte de
los editores, que poca fortuna tuvieron las anteriores ediciones. Pues me
congratulo que sea este uno de los pocos libros releídos y que sea, para mí,
uno de los más importantes.
“Y es cierto lo que dices, Sancho: por leer y
escribir entró la locura en el mundo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario