miércoles, 5 de diciembre de 2018

FUEGO Y CENIZAS. ÉXITO Y FRACASO EN POLÍTICA. MICHAEL IGNATIEFF.



  Hace unos años leí un artículo en el que Mario Vargas Llosa elogiaba este libro del ensayista, intelectual, político y profesor canadiense. Tanto lo ensalzó que se me quedó en el recuerdo. Vargas Llosa, otro aspirante a presidir su país, podría ser el antecedente de éste.
  A Michael Ignatieff le tentaron unos “hombres de negro” de su partido para liderar su partido ante el bajón de las encuestas. Se lo pensó pero, ya se sabe, la seducción del poder. Entrar en campaña electoral es una de las actividades más agotadoras a las que se puede enfrentar un ser humano y Michael lo hizo muy bien. Incluso aceptando los zarpazos justos o injustos de tus adversarios.
  Los políticos son seres que están programados para callar verdades y soltar mentiras como si fueran ideas sinceras. Porque “nada te va a causar más problemas en la política que decir la verdad”.
  Por no cumplir esta frase a rajatabla tuvo muchos problemas. En plena campaña electoral dijo algo de la guerra del golfo y sus oponentes le acusaron de defender a Sadam Husein. “Más de una vez, por ejemplo, cuando le planteamos preguntas acerca del modo en que las fuerzas canadienses estaban manejando el traslado de detenidos afganos a los centros de detención en Afganistán, el primer ministro o sus ministros se pusieron de pie y nos acusaron de simpatizar con los talibanes”. “En realidad aún no había comprendido que, en política, las explicaciones siempre llegan demasiado tarde. Nunca debes dar explicaciones ni quejarte. Como mucho, si eres afortunado, lograrás vengarte”.
  En un momento dado hace un repaso por todos aquellos intelectuales que alguna vez dieron el paso hacia la política y la verdad es que el balance no es muy halagüeño. James Madison; a Alexis de Tocqueville tampoco le fue mejor porque después de algunos años se aburrió y se marchó; era mucho más divertido lo que hizo en su juventud: recorrer los Estados Unidos y escribir La democracia en América. John Stuart Mill, Max Weber, el mismo Vargas Llosa, etc.
  En alguna página salió el apellido Trudeau. Me acordé que ese es un apellido que sale a menudo en la prensa cuando se habla de Canadá. Exactamente. Era el padre del actual primer ministro. Y como una cosa lleva a la otra tengo que decir que buscando cosas de éste, he visto que ha escrito una especie de autobiografía que me parece la mar de interesante: Todo aquello que nos une. Qué envidia dan a veces esas loterías genéticas: hijo de un primer ministro. Ser guapo y medir uno ochenta y ocho, tener una capacidad verbal increíble, además de inteligencia. Se hizo famoso, siendo “solo” un profesor de literatura, debido al discurso que dio en el funeral de su padre y al que asistieron los más grandes mandamases del mundo. A la reina de Inglaterra le encantó departir con él una recepción y ya sabemos lo arisca y distante que puede ser Isabel.
  En fin, un ensayo fácil de leer y donde podemos descubrir los entresijos de la política que, por lo que se ve, funciona igual en todas partes: llevar un cuchillo escondido mientras mostramos la mejor de las sonrisas.

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