Hace una pila de años
que yo leí la primera novela de Bonilla: Los Príncipes Nubios, aunque es del
2003, posterior a este libro de relatos, de 1999. El tema, de entrada, me
interesaba. Hacía poco que había visto un reportaje de Leni Riefenstahl en el
que se contaba que después de la caída del nazismo se fue a Sudán a realizar
reportajes etnográficos en la que algunos ejemplares humanos se encuentran
entre los más bellos del mundo. Es famosa la fotografía en la que una Leni se
deja ayudar de la mano mientras baja una pendiente por un escultural hombre
absolutamente desnudo y dotado. En la novela una organización se dedica a
captar a los más aptos para educarlos y satisfacer sexualmente a los más ricos.
Pero hay algo en Bonilla que no termina de convencerme. Tiene buenas ideas,
tiene lo que se llama oficio pero su forma de afrontar sus escritos me deja
casi indiferente. Pero este tiene algunos aciertos. El primero a destacar es
que todos sus escritos tienen una justificación metaliteraria. Están hechos por
un letraherido y están dirigidos a lectores impenitentes y entregados. Se ve
que las voces narradoras tienen mucho que ver con el escritor que las describe.
En la primer relato un millonario le ofrece
una cifra astronómica por escribir una novela. Resulta que este millonario cree
que sólo él puede imitar el estilo de cierto escritor chileno recientemente
fallecido. Ná, ciencia ficción increíble. En las Cartas de Mónica se puede
resumir como una cita a ciegas con una compañera de instituto a la que vuelve a
contactar después de muchos años y se cartean. Luego, cuando deciden verse, la
cosa no es como se esperaba. Normal. En La Edición definitiva el narrador
decide ir a una especie de club de alcohólicos anónimos con la intención de
recabar historias para una novela. En Paso de Cebra habla de una relación mala
con su padre. En una Historia borrada, intenta conseguir un trabajo que ofrece
un viejo. Pero éste no dice de qué va y le van dando largas hasta el final.
Buscaba a un hijo perdido. En el Mejor escritor de su generación el narrador
entra en el mercado de la edición plagiando una novela que dejó su padre antes
de morir. Pero, después del éxito debe ponerse a hacer otra. Cosa nada fácil. Pero
reflexiona: “En todas las piedras hay un David dormido que está esperando que
Miguel Ángel acuda a despertarlo”. Luego, como se ve impotente plagia a un tal
escritor llamado Juan Bonilla. Retruécano.
La cosa acaba mal. Una escena homosexual a la que no le veo mucho
sentido.
Por supuesto cada párrafo contiene alguna
referencia literaria, una cita, una semblanza biográfica… pero sin mucho
fundamento.
Habrá que esperar a su próximo libro que
leeré no tardando mucho: La novela del buscador de libros. Para los enfermos
como él. Para los enfermos como yo.
“Envejecer consiste en dejar de fantasear con
el futuro para empezar a fantasear con el pasado”.
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