jueves, 13 de diciembre de 2018

JUAN BONILLA. LA COMPAÑÍA DE LOS SOLITARIOS.



Hace una pila de años que yo leí la primera novela de Bonilla: Los Príncipes Nubios, aunque es del 2003, posterior a este libro de relatos, de 1999. El tema, de entrada, me interesaba. Hacía poco que había visto un reportaje de Leni Riefenstahl en el que se contaba que después de la caída del nazismo se fue a Sudán a realizar reportajes etnográficos en la que algunos ejemplares humanos se encuentran entre los más bellos del mundo. Es famosa la fotografía en la que una Leni se deja ayudar de la mano mientras baja una pendiente por un escultural hombre absolutamente desnudo y dotado. En la novela una organización se dedica a captar a los más aptos para educarlos y satisfacer sexualmente a los más ricos. Pero hay algo en Bonilla que no termina de convencerme. Tiene buenas ideas, tiene lo que se llama oficio pero su forma de afrontar sus escritos me deja casi indiferente. Pero este tiene algunos aciertos. El primero a destacar es que todos sus escritos tienen una justificación metaliteraria. Están hechos por un letraherido y están dirigidos a lectores impenitentes y entregados. Se ve que las voces narradoras tienen mucho que ver con el escritor que las describe.
  En la primer relato un millonario le ofrece una cifra astronómica por escribir una novela. Resulta que este millonario cree que sólo él puede imitar el estilo de cierto escritor chileno recientemente fallecido. Ná, ciencia ficción increíble. En las Cartas de Mónica se puede resumir como una cita a ciegas con una compañera de instituto a la que vuelve a contactar después de muchos años y se cartean. Luego, cuando deciden verse, la cosa no es como se esperaba. Normal. En La Edición definitiva el narrador decide ir a una especie de club de alcohólicos anónimos con la intención de recabar historias para una novela. En Paso de Cebra habla de una relación mala con su padre. En una Historia borrada, intenta conseguir un trabajo que ofrece un viejo. Pero éste no dice de qué va y le van dando largas hasta el final. Buscaba a un hijo perdido. En el Mejor escritor de su generación el narrador entra en el mercado de la edición plagiando una novela que dejó su padre antes de morir. Pero, después del éxito debe ponerse a hacer otra. Cosa nada fácil. Pero reflexiona: “En todas las piedras hay un David dormido que está esperando que Miguel Ángel acuda a despertarlo”. Luego, como se ve impotente plagia a un tal escritor llamado Juan Bonilla. Retruécano.  La cosa acaba mal. Una escena homosexual a la que no le veo mucho sentido.
  Por supuesto cada párrafo contiene alguna referencia literaria, una cita, una semblanza biográfica… pero sin mucho fundamento.
  Habrá que esperar a su próximo libro que leeré no tardando mucho: La novela del buscador de libros. Para los enfermos como él. Para los enfermos como yo.
  “Envejecer consiste en dejar de fantasear con el futuro para empezar a fantasear con el pasado”.

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