sábado, 14 de enero de 2017

EL PUENTE SOBRE EL RÍO DEL BÚHO. AMBROSE BIERCE.




   Este libro lo tenía desde hace dos décadas o más. Seguramente lo compré en aquella librería que ya no existe del parque del barrio de Aluche. Allí solo vendían libros de colecciones de quiosco o sobrantes de libros baratos con una fuerte bajada de precios. La visitaba a menudo y siempre me llevaba un par de ejemplares. Allí compré infinidad de libros que luego se han convertido en importantes hallazgos en mi vida de lector compulsivo. Si no lo había leído hasta ahora es porque la tipografía no es de la mejor y las traducciones no suelen ser buenas, aunque no sea este el caso. Sí es verdad que a veces, en ediciones con poco cuidado, se mete la pata hasta el fondo. En la nota biográfica preliminar se dice que desapareció en la guerra civil de Méjico en 1943. No señor. En ese año llevaba casi tres décadas criando malvas. Por cierto, no se sabe cómo murió, dónde murió exactamente ni cuándo.
  El libro se compone de un puñado de cuentos sacados de aquí y de allá, divididos en bloques: Cuentos de soldados, Cuentos de civiles, ¿Puede ocurrir esto?, Relatos insignificantes y El Club de los parricidas.
  Uno de los más inolvidables, por su efecto y sorpresa final es precisamente el que da título al volumen: El Puente sobre el río del búho. Se narra el ahorcamiento de un hombre con lujo de detalles. Tiene la habilidad para describir la naturaleza que rodea a la escena: los árboles, el agua que discurre allá abajo, la disposición de cada personaje; también sus pensamientos, sus recuerdos. Luego se suceden los hechos pero nada es lo que parece. En cada cuento, con dos o tres frases, es capaz de poner al lector en situación, despertarle el interés. Muchos cuentos ocurren durante la guerra civil americana, donde él mismo estuvo sirviendo como oficial topógrafo.
  Es verdad que han comparado a Bierce con Allan Poe. Tiene ese humor negro y un poco romántico por lo tenebroso y trágico. En El Club de los Parricidas varios de los cuentos comienzan con el asesinato de su propio padre. Él en la vida real tuvo que vivir en una familia numerosa con pocos medios y en donde la madre parecía que llevaba la voz cantante. Es muy irónico, cortante en las frases “Después de haber asesinado a mi padre en circunstancias singularmente atroces, fui arrestado y enjuiciado en un proceso que duró siete años”.
  Pues con esta lectura me despido seguramente para siempre de Ambrose Bierce porque, leído su portentoso Diccionario del Diablo, poca cosa más puede quedar; si acaso, la improbable publicación de sus memorias o alguna biografía que se publique por ahí.
 

No hay comentarios: