"Me declaro de derechas, y católico practicante, más de Ratzinger que de
Bergoglio, como creo que debe ser. Aunque sigo sin creer en Dios, una
cosa no empece la otra. El catolicismo, antes que cualquier otra cosa,
es una actitud social y moral que no tiene nada que ver con la
existencia o inexistencia divina. Incluso me atrevo a decir que los
mejores católicos somos los increyentes. El Gran Inquisidor de
Dovtoievski estaría de acuerdo".
¿Y no puede ser que hayas sido siempre de
derechas sin saberlo? De lo que se come se cría; somos esclavos de nuestra
infancia y educación. No hay remedio para eso. Bien es verdad que a los veinte
años se tiene una visión rebelde de la existencia. Se cuestiona todo y nos
creemos inmortales. Pero con la edad uno tiende a parecerse al padre. Esto es
algo manido, vale, pero decir abiertamente que te consideras católico
practicante, de Ratzinger nada menos, y añadir que no crees en Dios es algo
bastante heavy. Y más que a Dostoievski -¡cuántas veces habré recomendado ese
sublime capítulo del apresamiento de Jesús en Sevilla- me has recordado al
bueno de San Manuel Bueno y Mártir de Unamuno.
“-En
esta España de calzonazos -decía- los curas manejan a las mujeres y las mujeres
a los hombres... ¡y luego el campo!, ¡el campo!, este campo feudal...”.
“¿La
verdad? La verdad, Lázaro, es acaso algo terrible, algo intolerable, algo
mortal; la gente sencilla no podría vivir. Yo estoy para hacer vivir a las
almas de mis feligreses, para hacerles felices, para hacerles que se sueñen
inmortales y no para matarles. Lo que aquí hace falta es que vivan sanamente,
que vivan en unanimidad de sentido, y con la verdad, con mi verdad, no
vivirían. Que vivan. Y esto hace la Iglesia, hacerles vivir”.
“¿Religión
verdadera? Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir
espiritualmente a los pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber
tenido que nacer para morir, y para cada pueblo la religión más verdadera es la
suya, la que le ha hecho. ¿Y la mía? La mía es consolarme en consolar a los
demás, aunque el consuelo que les doy no sea el mío». Jamás olvidaré estas sus
palabras”.
“-Y él,
el pueblo -dije-, ¿cree de veras?
-¡Qué
sé yo...! Cree sin querer, por hábito, por tradición. Y lo que hace falta es no
despertarle. Y que viva en su pobreza de sentimientos para que no adquiera
torturas de lujo. ¡Bienaventurados los pobres de espíritu!”.
“-De
modo que hay que hacer que vivan de la ilusión”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario