En primavera se
instalan en el Paseo de Recoletos de Madrid los puestos de venta de libros viejos y de
ocasión. Suele hacer buen tiempo y es una delicia pasear entre los libros, las
cervecerías al aire libre y las mujeres que van despojándose poco a poco de la
ropa de invierno. Siempre voy al menos un día a echar un vistazo, bien es
cierto que cada vez con menos esperanzas de encontrar algo apetitoso. Pero todo
el mundo al que le guste este mundo se habrá dado cuenta de que su
precio está a la baja; al menos en los libros usados. Nada más llegar vi este
ejemplar de Siruela mezclado con los mismos best sellers de siempre. Lo cogí
con miedo y me llevé una sorpresa cuando vi el precio. ¡8
euros!, 8 euros por un libro que tenía ganas de leer desde que escuchara la
mítica conferencia de Vargas Llosa en la Juan March, ensalzándolo vivamente.
En el libro se publica la correspondencia que
tuvo Flaubert con la poetisa Louise Colet durante ocho años. Las cartas de
vuelta, las de ella fueron destruidas por una tía remilgada del escritor por
resultarle indecorosas; lo que supuso, en boca de Vargas Llosa, un odio eterno
a su figura. Aparte de ser un libro de cartas es también un retrato en directo,
en vivo, del esfuerzo titánico que supone embarcarse en la realización de una
novela; sobre todo si es una novela perfecta como lo es Madame Bovary. También
es un canto a otros libros: me acuerdo sobre todo de sus loas a Shakespeare, a
Byron, Ronsard, Cervantes, etc. Y todo dicho con una riqueza de lenguaje, de
metáforas y expresiones insuperables, como cuando arrasadoramente divertido
cuenta un dolor de muelas.
Pasajes que he subrayado. “A veces trato con
gente que me ha calumniado y robado, y les pongo tan buena cara como a los
demás, porque, en el fondo, les quiero tanto, o tan poco, como a los otros”.
“si no funciona desde el principio (la
escritura de su San Antonio) dejo plantado
el estilo para dentro de largos años. Me dedicaré al griego, la historia, la
arqueología, lo que sea, en fin, cualquier cosa más fácil. Pues demasiado a
menudo encuentro estúpido el esfuerzo inútil que hago”.
“¡Cómo te compadezco por el regreso del
legítimo! Después del hastío de no vivir con la gente a quien se ama, lo peor
que hay es vivir con la que no se ama. Ten paciencia y deslígate de lo
contingente, como ante el filósofo”.
“Cuanto más se vive, más se sufre. Para
remediar a la existencia, ¿no se han inventado, desde que existe el mundo,
mundos imaginarios, opio, tabaco, licores fuertes y éter? ¡Bendito sea quien
descubrió el cloroformo! Los médicos objetan que se puede morir con él. ¡Pues
de eso se trata!”.
“Desde hace tres semanas, sobre todo, mis
cabellos caen como si fuesen convicciones políticas”.
“La visión de mi leña ardiendo me regocija
tanto como un paisaje. Siempre he vivido sin distracciones; necesitaría algunas
grandes. Nací con un montón de vicios que jamás han asomado la nariz por la ventana. Me gusta el vino; no
bebo. Soy jugador, y jamás he tocado una carta. Me gusta el placer, y vivo como
un monje. En el fondo soy místico, y no creo en nada”.
“Si tratas de agradar, ya has caído”, dice
Epicteto”.
“La literatura, como la sociedad, necesita
una rascadera para hacer caer la roña que la devora”.
“La idea de dar la vida a alguien me produce
horror. Me maldeciría si fuese padre. ¡Un hijo mío! ¡Oh, no, no, no! Perezca
toda mi carne, y que no transmita a nadie el hastío y las ignominias de la
existencia!”.
“El hombre que nunca ha estado en un burdel
debe de tener miedo del hospital. Son poesías del mismo género”.
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