Ya son muchas las novelas contemporáneas que tienen a personajes reales como
protagonistas para poder decir que hay una tendencia clara. Podría mencionar a
Echenoz y su Zátopek, y a Carrere con Jean Claude-Romand, el asesino de su
familia, que he leído hace poco; a Javier Cercas con su Enric Marco que leo
estos días y éste de Muñoz Molina que habla de él mismo y de James Earl Ray, el
asesino de Martin Luther King. Aunque no
podemos olvidar a Truman Capote y su A sangre fría (1966) que tiene ya sus
añitos. Muñoz Molina hace un recorrido pormenorizado por la vida del asesino.
Desde su infancia, sus tribulaciones de juventud hasta llegar a Lisboa, la
ciudad protagonista que también lo es para el autor; una ciudad clave en su
biografía. Ya dije no hace mucho que juntando trozos de cuatro o cinco de sus
libros, los estudiosos de su vida y obra podrán tener bastante material para
hacer su biografía.
También está de moda, o siempre lo ha estado, hablar de la suplantación,
de la mentira como forma de vida. El asesino quiere tener otra vida, ser otra
persona. Cuando nos cuenta la vida que tuvo al lado de unos padres
irresponsables e indeseables no trata de justificar, pero sí nos ayuda a
entender cómo algunas personas pueden llegar a eso. Todos nos inventamos una
manera de esta en el mundo, un disimular ante uno mismo y los demás. ¿Acaso no
hacía eso Don Quijote? ¿Acaso no hacía eso Enric Marco, el que decía haber
estado en campos de concentración que no había pisado?
Muñoz Molina nos cuenta a su vez una experiencia importante en su vida:
cómo se fraguó la escritura del libro que había de cambiar su vida, El invierno
en Lisboa; y qué tuvo que hacer para conseguirlo. Y también nos habla de su
itinerario en la actualidad siguiendo los pasos de aquel asesino; su relación
con sus hijos, con Elvira, su segunda mujer, a la cual van dirigidas varias
confesiones.
También
se puede señalar (son partes que he subrayado) los pequeños ensayos que existen
dentro de la novela sobre la bebida “Descubrí que la conciencia limpia de
bebida, en vez de atrofiarse por falta de estímulos químicos, segrega euforias
transparentes que se nutren de sí mismas”, sobre el tabaco, sobre la creación
literaria. Y una frase que me ha llamado la atención hacia el final: “He
suprimido sin ninguna dificultad y con gran alivio el devaneo por las redes
sociales. Ejerzo mi derecho a una soledad antigua…”. El blog le quitaba mucho
tiempo.
Una novela que ha supuesto para mí la consagración de Muñoz Molina como
un clásico contemporáneo; un autor de calidad y que a la vez es muy
gratificante de leer.
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