Último tomo de los diarios de este escritor valenciano fallecido en el año 2015, hace ocho años ya, madre mía cómo pasa el tiempo. Casi mil páginas. Muy amenas, muy literarias porque hablan mucho del hecho de escribir y de leer, de libros. Entre el año 2007 y el año 2015. Creo que el editor se podía haber ahorrado las últimas entradas. Estaba ya enfermo y anota entradas llenas de reproches hacia la vida y la política que dejan un sabor amargo después de haber disfrutado tanto durante muchas de ellas. Chirbes me gusta porque él mismo no confía en su talento. No es de esos pavos reales de la pluma que se creen dioses del talento. Ni siquiera con Crematorio, su gran pelotazo público, está seguro de ser un escritor bueno. “El libro que a mí menos me gusta resulta que es el mejor”.
De él he leído estos diarios, ésta de la que hicieron una magnífica serie, En la Orilla, la siguiente, y Mimoun, la primera que publicó. Se puede decir que he llegado a conocerlo bien.
Cuenta su vida de ermitaño en su casa del pueblo de Valencia Tavernes donde nació. Su vida con Paco, un pobre hombre que le ayuda pero que también le da muchos quebraderos de cabeza. Su permanente malestar físico, resultado de haber llevado una vida de bebedor y fumador empedernido.
Es un lector voraz. A veces se fustiga porque prefiere leer a todo lo demás. Ahí me he sentido muy identificado. Leer es lo que más se me parece a no perder el tiempo. Por eso jamás he perdido un minuto jugando a la play o a lo que sea. Le entusiasma Jünger del que tengo todos sus diarios. “Podría seguir añadiendo momentos luminosos de las memorias del viejo zorro alemán en estos cuadernos, los llenaría con ellos”.
Observaciones para anotar y no olvidar: “No conviene olvidar que la literatura es un artificio que se levanta sobre otro, sobre una convención (artificio y convención de la lengua)”.
Otra cosa que me ha gustado, sabiendo además que ha sido un escritor de izquierdas: el palo que le da a Almudena Grandes (pag. 74). “Un artículo estúpido y repulsivo”. Yo también he sentido a veces eso leyendo a AG, como aquella vez que relató el gusto que sentiría una monja siendo violada por un puñado de sudorosos milicianos.
A veces hace repasos a literatura de guerra por tener que preparar unas charlas. O sobre algún escritor. Me encanta porque se puede utilizar para algo de provecho. Una lección de literatura comparada.
“Uno se muere con la infancia a cuestas, sin curarse de ella”.
“Yo solo soy yo en el silencio de mi casa, tan poblado, en el útero doméstico, con mis libros”.
Te hace conocer a escritores absolutamente desconocidos para mí: Bonnetain, que encima acabó suicidándose en Asia, donde lo envió el gobierno francés.
Magníficas sus páginas sobre su experiencia (mala) con las ratas: “El hombre es una rata para el hombre”. Es el animal que más se nos parece. Bataille: “El crimen se halla tan ausente del mundo animal como el erotismo”.
“Lo textos (de los vencedores) te convierten en feliz y honesto propietario o en vulgar ladrón que usufructúas una propiedad ilegítimamente conseguida”.
“El arte es la mentira que nos ayuda a ver la verdad”. Picasso.
Se rinde al maravillosos talento de Cervantes, Bernal Díaz del Castillo y de Gracián. Pasando por Quevedo.
Me han encantado. Ya no habrá nada nuevo que leer de él aunque aún quedan novelas sin leer. Veremos. En las últimas entradas se siente cansado, con vértigos, sabiendo que el fin estaba próximo. Y no se apena por los libros, se apena por sus perros y por sus gatos.
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