miércoles, 27 de diciembre de 2023

PIO BAROJA. VIDAS SOMBRÍAS.

   Edición de Caro Raggio e ilustraciones de su tío Ricardo Baroja. A pesar del aspecto humilde de estos libros me gustan los pocos que tengo de esta editorial. Huelen a literatura auténtica. Están cuidadas sí, pero de manera austera. Prima más la palabra que el envoltorio.

  Lo he comprado porque el pasado día diecisiete de octubre Trapiello junto a Juan Manuel Bonet, dieron una conferencia charla entrevista sobre el mundo de los libros y las bibliotecas. Cuando se acabó (se me hizo cortísima) dieron la palabra a quienes quisieron preguntar algo. Uno, muy suelto, les preguntó qué tres libros les habían marcado, gustado, influenciado en su vida. No recuerdo ninguno de los cinco pero sí el sexto: estas Vidas Sombrías de Baroja. Ni que decir tiene que lo busqué (no lo tienen en casi ninguna librería) en wallapop y se lo compré a una mujer de Almería a la que también compré su novela Camino de Perfección.

  El libro, compuesto de narraciones y cuentos me ha gustado. Naturalmente unos más que otros. Tienen en común la miseria de personas que han vivido en su tiempo. Está claro que todo sale del contacto de él mismo con gentes que observaba.

  Es un lenguaje sencillo pero efectivo, sensual a veces, donde la acción se desarrolla a pasos de gigante. En eso me ha recordado a Voltaire donde a su Cándido le hace evolucionar a toda mecha.

  Las acciones se desarrollan en Madrid, en pueblos de Guipúzcoa o Navarra. En algunas se describen amores imposibles, escenas donde aparecen las fuerzas vivas de un pueblo: el médico, el cabo de la Guardia Civil, el cura, el alcalde.

  “Al viajar en el tren por las provincias del Norte, habréis visto alguna casuca oscura en el cruce de una carretera solitaria, junto a algún pueblecillo negro”. En pocas palabras Baroja nos crea el marco de su historia.

  Mención especial a la historia de un entierro llamado Los Panaderos. Me he reído y casi llorado. La comitiva que va a al cementerio a enterrar a un colega y terminan y hay que seguir viviendo. Porque de eso se trata, de seguir viviendo. “Comían todos con las manos, embutiéndose en la boca pedazos de miga de pan como puños, llenándose los labios de grasa, royendo la última piltrafa de los huesos.

  El único vaso que había en la grasienta mesa pasaba de una mano a otra…”.

  Cuando no haya qué leer siempre encontraremos el consuelo de saber que tenemos Baroja para rato.

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