María Lejárraga se hizo famosa en los mentideros literarios por ser en realidad la autora de la obra de su marido: Gregorio Martínez Sierra. Fue traductora, autora teatral, activista política y política comprometida. En una ocasión la entrevistaron y declaró que si en las elecciones ganaban las derechas no lo admitirían y habría revolución. Bonita manera de respetar la democracia recién estrenada.
Fue la autora nada menos que del libreto de El amor Brujo junto con Manuel de Falla, su manué.
Una sorpresa es para mí descubrir a un pintor del que no tenía ni idea: Néstor de la Torre. Tiene cuadros realmente hermosos que me han tocado la fibra y que me ha recordado lo mejor de Pérez Villalta. Hizo la escenografía del Amor Brujo.
Dio muchas arengas políticas y al parecer bastante convincentes. Siempre he pensado que un buen político debe ser lo primero un buen actor. El cinismo al servicio de la causa, de la que sea. Lástima que no le hicieran mucho caso: “¡Queda proclamada la República! Vigilad vosotros y guardad el orden”. No se dio ocasión. Se destruyó, y mucho.
“Un triunfo de las derechas sería un triunfo de la revolución”.
Uno lee historia como esta biografía y ve que sí, que las circunstancias se repiten. Los historiadores (si va a ver) se pondrán las botas con este periodo. Ni siquiera en las elecciones del 36 hubo un contubernio como el ocurrido ayer: “El programa del Frente Popular comprendía la amnistía general, reintegración a sus puestos de los represaliados por el movimiento de octubre de 1934, la puesta en marcha de la reforma agraria, el restablecimiento del Estatuto de Cataluña y la reforma en la legislación social y en la enseñanza”. Al menos entonces no engañaron a nadie.
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