Encontré este pequeño ejemplar mientras colocaba otros ejemplares, mientras, como diría Trapiello, trasegaba con volúmenes para aquí y para allá. Está sin guardas, un poco desencolado, raquítico, de color verde botella en tela. Un ejemplar de la Revista de Occidente del año 1965. Son artículos aparecidos en El Sol, Nuevo Mundo, etc. Sobre viajes a diferentes sitios de España: Fuerteventura, donde estuvo exiliado por el dictador Primo de Rivera, en el País Vasco, en Madrid, en Castilla, todavía llamadas la Vieja y la Nueva, en Aragón, etc. Hasta a Pompeya, la ciudad enterrada en lava.
No sé de dónde vino este ejemplar. Quizá de mi abuelo aunque en mi familia se ha leído poco. Quizá de alguna biblioteca. En las primeras páginas hay letras y números de algún catálogo. No sé. El caso es que siempre es conveniente regresar a Unamuno. Un intelectual de verdad al que España le quedaba chica. Debió haber sido alemán, quizá francés… aunque hubiera sufrido lo mismo o incluso más.
“Y me acuerdo de Gredos. Y siento la morriña de la eternidad, de lo que dura por debajo de la historia, de lo que no vive, sino que vivifica. Porque Gredos es lo eterno; Gredos vio a los íberos llegar a España, y vio a los romanos, y a los godos, y a los árabes, y verá acaso pasar a otros bárbaros”. Año 1924, ojo.
Habla de los nacionalistas: “Querían convencerse de que eran una especie de arios, de una raza superior y aristocrática”. “… y luego decir que se les oprime, que se les desprecia, que se les veja, y falsificar la historia, y calumniar. Y dar gritos los que no pueden dar palabras”. Pero “Es que usted les toma en serio? Se me ha preguntado más de una vez. ¡Ah!, es que hay que tomar en serio a la farsa. Y las cabriolas infantiles de los incapaces de sentir históricamente el país”.
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