Siempre que voy a Rastro subo por la cuesta
que va a la librería Juanito, sobre todo cuando no lo gro encontrar nada en la
explanada del Mundo Nuevo. Ahí compré este libro sobre Jovellanos de Juan
Varela a pesar de haber leído otra biografía de él no hace mucho. Me gustó más
la otra, más apegada al personaje, más emocionante. Una biografía ha de saber
profundizar más en unas cosas que en otras, hacer partes imprescindibles con
partes más atractivas al lector. La biografía de Manuel Fernández Álvarez me
gustó más por eso mismo.
Me ha resultado siempre Jovellanos un personaje simpático de la historia de España. Quizá por el cuadro de Goya cuando lo representa algo aburrido, ensimismado, rodeado de papeles, de documentos de estado, quizá cansado.
Fue otro personaje víctima de la política española de su época: encumbrado y apartado de sus cargos, rehabilitado y expulsado de nuevo.
Era de Gijón y estudió leyes en Alcalá de Henares. Fue nombrado una especie de juez en Sevilla. Tuvo cargos en las mejores universidades españolas. Se decía que hablaba de manera afable, educado, tremendamente eficaz en sus tareas. Fue nombrado secretario de estado de Gracia y Justicia.
En 1801 fue deportado a Mallorca hasta 1808. Este apartado apenas lo toca y sin embargo para mí fue uno de los aciertos de la otra. Se hizo amigo del oficial durante el mes que duró el viaje hasta Barcelona, donde fue entregado a otras autoridades hasta su destino final en el castillo de Bellver.
Escribió innumerables obras. Algún día leeré sus diarios, seguro que son interesantes.
Tuvo que lidiar con los movimientos aún residuales, potentes de la inquisición como Pedro de Olavide, quien tuvo que huir para evitar la cárcel. Como tantos otros quiso limpiar a España de supersticiones y atrasos. Este asunto le salpicó.
En esa época se intenta impedir el que la Iglesia socorra a los vagos y maleantes. “Sirven de fomento a la mendicidad, vagancia u holgazanería de los socorridos”.
La España de la época frente a la Revolución de Francia: “Muy pronto las fronteras serían cerradas a cal y canto para evitar que la propaganda revolucionaria se distribuyese por la península”.
Una frase moderna de él: “La libertad sólo es posible dentro de los límites de la ley, y la igualdad es exclusivamente moral o jurídica”. La podría haber escrito cualquier liberal esta misma mañana.
Pasable.
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