martes, 27 de diciembre de 2022

UN TAL GONZÁLEZ. SERGIO DEL MOLINO.


 


  Ahora a todo se llama novela. A mí este libro me parece más historia que novela porque narra hechos verdaderos pero con licencias de novela. Trata sobre los años del presidente socialista desde sus inicios políticos, abogado en Sevilla, Suresnes, la victoria electoral del 82... 20 añitos tenía yo, hasta que salió del gobierno, váyase Sr. González. Y según va avanzando el libro voy recordando: ahí iba yo a las casetas del PCE que tenían buenos bocatas. En esas fechas iba yo a conciertos de rock y me fumaba algún porro. En esas voté a Felipe, en esas fechas llevé a mi novia a aquel hotel… qué nostalgia. Me ha encantado por eso, por el repaso, y porque está muy bien escrito. A veces parece que el autor ha estado con él en reuniones, en fiestas, en la bodeguilla, en sus viajes, en los encuentros con líderes mundiales. Está lleno de anécdotas sabrosas como cuando habla de los puros que le enviaba Fidel Castro. Ya en la cincuentena el médico le dijo que debía cuidarse más. Le regaló dos cajas a Joaquín Estefanía. A la semana, desesperado, lo llamó: “Oye, Joaquín, esas cajitas que te di, ¿Podrías mandármelas de vuelta?”. Es parecido a lo que leí en los diarios de Julio Ramón Ribeyro que en una noche de intoxicación nicotínica tiró un paquete arrugado al patio y de madrugada tuvo que bajar por los tubos de la cañería para recuperarlo.

  Pocos libros me quedan de leer de este autor tan joven. Sí, es posible que cada año todos los escritores sean más jóvenes porque los más viejos tienen la costumbre de ir muriéndose. Menos mal que aún me quedan unos cuantos.

  La Transición, esa época dorada cada vez más denostada: “empezamos a apreciar ser hijos de la transición más que nietos de la guerra civil”. “… y los nacidos después crecieron en una España mucho menos ingenua, que empezaba a tratar con desdén los años del cambio”.

  Del propio Felipe una frase que le ha perseguido: “Prefiero morir apuñalado en el metro de Nueva York que tener que vivir en Moscú”.

 Tremenda una frase entresacada de una entrevista de El País, hecha por Juan José Millás: “Tuve que decidir si se volaba a la cúpula de ETA. Dije no. Y no sé si hice lo correcto”. Estaba convencido que Mitterrand o Thacher la habrían volado.

  Una frase del propio autor que explica un poco el propósito del libro: “El país que hizo Felipe González es mi país, el que me ha hecho a mí. Contando esta historia, me estoy contando a mí y, charlando con Felipe, me siento, de algún modo pueril, rumbo a Ítaca”.  Y sigue: “No quisiera que esta balsa de piedra ibérica se alejase demasiado del contorno de su figura, hasta que esta fuera sólo un punto en el horizonte y se perdiera de vista”.

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