Viaje al país de las segundas oportunidades.
Antes de escucharlo –y leído- en los periódicos poco sabía de este autor. Diplomático, periodista y escritor. Joven. Aunque sabiendo que cada vez más gente es más joven que yo. Le saco justo veinte años.
Se nota que para escribir su libro ha leído, mucho. Sólo hay que ver la bibliografía que viene al final del libro. Es ameno y se extiende en unos personajes fascinantes sobre todo Pierre Elliott Tradeau, el padre del actual primer ministro: culto, atleta, con encanto personal, un encantador de serpientes como lo fue Felipe González probablemente. Me ha encantado. Algún pero: me gustaría que hubiera hablado con más extensión de sus cosas particulares. Sus viajes propiamente dicho. A la manera de Javier Reverte al que yo ya le nombro sucesor. También que hubiera hablado más del primer ministro: Justin Trudeau.
Es un libro cuyo formato es el que más me gusta últimamente: viaje, historia, experiencia personal, referencias a otros libros… “En 1608, asomó por la misma costa otro francés, Samuel de Champlain, verdaero fundador de Nueva Francia, más tarde llamada Quebec”. Las aventuras y expediciones ya conocidas por otros libros y por la serie de Tv de John Franklin.
Unos sabidos y otros no tanto: mi hija no me creyó cuando se lo conté: “Luis XIV se vio obligado a llenar un barco de doncellas que voluntariamente se prestaron a viajar al Nuevo Mundo y asegurar las labores reproductivas de la colonia”.
La anécdota palpable de que la historia se puede escribir según desde dónde: “…pedí a la encargada de la tienda que me aconsejara un buen libro sobre el desarrollo de la guerra, de entre los muchos títulos disponibles. Me señaló uno y añadió en francés, con inteligente malicia: En este ganamos nosotros”.
“En esa ocasión apenas un finísimo hilo de 54.288 votos mantuvo a Quebec dentro de la federación”.
Una reflexión con la que me he sentido identificado: “La poesía no se me da bien (no tengo oído), pero intentar componer versos tiene para mí el efecto analgésico de rellenar un crucigrama o hacer un sudoku”.
Las cosas de un gran primer ministro: Lester B. Person: “no se amilanó ante Nixon (se negó enviar tropas a Vietnam) ni ante De Gaulle (a quien echó del país cuando, a mitad de un viaje oficial, animó a Quebec a independizarse)”.
Y sobre Tradeau, el padre: “Gracias a esa medida (dar rango de lengua oficial al francés junto al inglés) gradualmente implementada, en su momento muy polémica y hoy indiscutida, el soberanismo quebequés llegó a sus referéndums con la pólvora mojada”.
Resumiendo: un estupendo libro de un autor que me cae estupendamente bien.
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